La guerra de Abjasia no tendrá lugar
Adrián Mac Liman*
Cuando Mijaíl Gorbachov se decantó, hace ya más de veinte años, por la disolución de la Unión Soviética, los ciudadanos soñaban con convertir a Rusia en la segunda América, en un país industrializado, fuerte y rico, capaz de competir con la primera potencia mundial. Ni que decir tiene que los políticos tenían otros designios. En el Kremlin se barajaba la posibilidad de mantener el poderío militar y económico de la madre Rusia, de conservar las prerrogativas de la gran potencia mundial abocada, al menos aparentemente, a la decadencia. En efecto, durante la década de los 90, muchos analistas occidentales apostaron por la total y completa desaparición del poderío ruso-soviético. Craso error; la madre Rusia estaba… descansando.