Putis: ¿alguien hablará?

Conforme avanzan las excavaciones en las fosas halladas en Putis, el total de cadáveres de los campesinos asesinados el 13 de diciembre de 1984 podría llegar a 420, lo que convierte al lugar en el mayor cementerio del crimen en el Perú.


Las víctimas eran civiles, hombres, mujeres y niños, familias enteras de campesinos arrinconados por Sendero Luminoso y el ejército, por lo que buscaban un lugar seguro y así creyeron en la trampa que les tendió un destacamento militar, que los convenció de que se acerquen a ellos para construir una relación pacífica.

Este grupo de militares no mató a esta gente indefensa en ninguna lucha. Todo parece indicar que el móvil fue puro instinto criminal y latrocinio, lo que los llevó a engañar a los lugareños para que caven una fosa para una piscigranja, la cual sólo sería su tumba.

Según los avances de las investigaciones, los militares acribillaron a todos y los enterraron, para robar su ganado. Para agravar su crimen, violaron a las mujeres jóvenes antes de asesinarlas.

El ejército ocultaría información

Según se ha denunciado en diversos medios, un obstáculo en la identificación de los homicidas es la presunta falta de colaboración del ejército, pues alegan sarcásticamente y faltando el respeto a la inteligencia de los peruanos, que no cuentan con los archivos de los participantes en esas operaciones. Es imposible que la Fuerza Armada no tenga registros exactos sobre las personas que estuvieron en determinada fecha en un lugar o en otro. Esta negativa a dar información podría indicar un afán de encubrir a los autores de los crímenes.

No obstante, por el tiempo transcurrido debe haber militares en retiro, y tal vez algunos en actividad, que conozcan los hechos. Son ellos los llamados a ofrecer sus testimonios que ayuden a esclarecer la verdad, para quitar toda sombra de culpa u desprestigio de la Fuerza Armada, para que se entienda que quienes cometieron esas fechorías eran individuos descarriados que actuaban al margen de la ética de la institución.

Esperemos que estas personas contribuyan con las investigaciones, pues el ejército necesita lavar esa terrible mancha; no fue ningún exceso militar, sino un vil acto de delincuencia común. Este horroroso estigma sólo puede ser limpiado con la verdad y la identificación de los responsables.

Este lamentable período de nuestra historia nos permite reflexionar sobre lo que ocurrió cuando los peruanos perdimos de vista al verdadero enemigo, Chile (que, al parecer, tuvo mucho que ver en esta insania*), y nos enfrascamos en lucha fratricida, cuando muy bien, previa educación patriótica, Sendero Luminoso y la Fuerza Armada pudieron apuntar en la dirección correcta, hacia el enemigo histórico del Perú.
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* Ver: El rastro chileno terrorista en el Perú