Enrique Patriau*
La historiadora Carmen Mc Evoy responde sobre la crisis. Su diagnóstico es realista y duro. Sostiene que el daño es “estructural” y que por eso, a pesar de la implosión del gobierno, la salida de Castillo no terminará de resolver el problema.
En el Perú enfrentamos crisis cada cierto tiempo, pero siempre de alguna manera hemos podido salir adelante y no terminar por aventarnos por el abismo. ¿Cree usted que será igual en esta oportunidad?
Si pensamos en términos de los doscientos años de la fundación de la República, cuya primera Asamblea Constituyente conmemoramos en cinco meses, no es posible negar que nuestro camino ha sido sumamente difícil por lo azaroso y por la naturaleza de los desafíos que, como colectivo, hemos enfrentado. El hecho de que nuestra independencia ocurrió en el centro de un virreinato riquísimo, con una geografía endemoniada y varios ejércitos, que luego de ser desmovilizados participaron, junto con el peruano y sus milicianos, en una disputa brutal por el poder, definitivamente nos marcó. Desde un inicio y tal como lo contemplamos ahora, con profundo horror, un conglomerado de intereses dispersos luchó por el botín estatal, que, a partir de 1821, por su participación en la liberación del Perú, centenares de soldados creían merecer. Existieron proyectos, de todo tipo, que fueron pereciendo ante una sucesión de guerras civiles que se llevaron todo por delante: desde los recursos humanos y materiales hasta la esperanza inicial.
Esa descripción suena muy actual.
En ese escenario de inestabilidad y constante zozobra, sin instituciones sólidas, no fue posible desmantelar el sistema patrimonial prebendario que rige al Estado peruano y que junto con una cultura de desprecio del otro es causante, junto con ambiciones desmedidas, de nuestro desventurado y miserable presente. Vivimos con una antigua condición, producto de un daño estructural muy grave, y la resiliencia, con su cuota de una solidaridad que no deja de sorprender, nos permite seguir avanzando, aunque cada vez más agotados, descreídos y desconfiados de un Estado abusivo, maltratador que raya en la demencia. Es tiempo de identificar el mal, que es estructural, y arrancarlo de raíz porque el Covid-19 se ha llevado mucha de la energía vital que sostenía la resiliencia a la que te refieres y, definitivamente, ya no damos para más.
Ahora bien, según la última encuesta de Datum, que confirma resultados de otras anteriores, el Congreso está incluso más desaprobado que el propio presidente Castillo: 82% contra 76%. Esto lo que revela es que el problema es sistémico, no de individuos. ¿Qué piensa sobre esto?
El del Perú es un problema sistémico que remite a una falla de origen que por no ser debidamente resuelta se ha venido agudizando y, lo que es más grave, gangrenando al Estado peruano con la enfermedad de la corrupción, que ahora junto con el narcotráfico y el colapso de las instituciones está fuera de control. A pesar de ser un Estado perforado en varios flancos, un hecho que cada administración usa en su propio beneficio, hay servidores públicos que siguen dando la pelea, aunque con el copamiento del perulibrismo cada vez menos motivados. La burocracia entrante carece de conocimiento y sobre todo de mística y, por lo que podemos observar, el objetivo es más bien aposentarse en los espacios que el cuoteo les ha abierto para, desde allí, disfrutar en un tiempo récord, por la velocidad de los cambios que realiza esta administración, de la ansiada prebenda. De la repartija que aceita y mueve la vetusta maquinaria estatal.
¿Cómo se puede empezar a desanudar algo tan complejo?
Para desatar un nudo tan enrevesado lo primero que hay que hacer es analizarlo para, si es necesario como en el caso del gordiano, cortarlo con coraje y decisión.
¿Pero usted diría que la salida de Castillo de la presidencia sería suficiente? ¿Con nuevas elecciones generales?
Aunque su gobierno está implosionando, la salida de Castillo, a quien el sistema prebendario coopta para convertirlo en un nuevo operador, no termina de resolver el problema. Porque su sucesor repetirá lo mismo tal vez, incluso, con más destreza condenando al Perú a un mito del eterno retorno del horror y a una degradación mayor a la que tenemos, si ello es todavía posible.
¿Qué se necesita entonces? ¿Una reforma de fondo? ¿Tiene el Perú de la actualidad instituciones que le permitan avanzar hacia una reforma como la que se necesita?
Lo que urge es una reforma estructural del Estado, acompañada, además, de un proyecto de reactivación económica que devuelva la esperanza a millones de peruanos que salieron de una peste terrible y se encuentran con una secuencia de situaciones que rayan en la locura. Siendo la última la declaración de un premier que viajó a Huancayo a calmar los ánimos y no encontró mejor ejemplo de planificación estatal que el de la dupla fascista y asesina Hitler-Mussolini.
Eso fue una vergüenza.
Una vergüenza para el Perú, que se une a tantas otras, y que, por la resiliencia y creatividad de su gente, sus inmensos recursos naturales, ser cuna de una cultura milenaria además de un doloroso duelo por un cuarto de millón de sus hijos e hijas, simplemente no merece.
En la campaña del año pasado, uno de los argumentos que favorecían a Pedro Castillo era que podía representar a quienes nunca habían sido representados. Luego de estos casi ocho meses de gobierno, este impulso inicial se agotó, y rápido. ¿Qué lecciones nos deja lo que vemos ahora?
Pienso que el profesor Castillo muestra que a pesar de las críticas que constantemente recibe nuestra frágil democracia –la cual reposa en un Estado fragmentado, lotizado y penetrado por delincuentes de cuello y corbata– es posible llegar con audacia, voluntarismo e incluso un buen relato a la presidencia.
¿No es el primer caso?
La historia de muchos militares, de origen humilde, encumbrándose –tanto en el siglo XIX como en el XX– a la primera magistratura de la Nación es una prueba de ello. Por otro lado, hay que recordar que esta campaña electoral estuvo precedida por una peste inédita, que nos enfrentó brutalmente con la precariedad de los servicios públicos para la población más vulnerable. La cual tenía fresca en su memoria los escándalos de Lava Jato, donde estuvieron involucrados una serie de presidentes. La peste generó angustia, pero también rabia e indignación al ver morir a tus seres queridos, sin el cuidado que requerían. Desesperación, desilusión e incluso depresión frente al mal comportamiento de las autoridades de turno junto con un Estado que, a pesar del sacrificio de médicos y personal sanitario, parecía colapsar sientan las bases para la llegada de un maestro rural que prometió un “Perú Libre”.
Recuerdo que usted fue una de las primeras que advirtieron sobre las precariedades del presidente y fue muy criticada desde un sector por eso.
Mientras el sector privado lucraba escandalosamente con la salud y su contrincante era vista como parte de ese mundo despreciado que parecía derrumbarse, muchos pasaron por alto su ideario marxista-leninista y su ineptitud. Pienso que esto último fue lo que señalé y me atacaron sin piedad, todos los que fueron seducidos por un símbolo carente de contenido, de capacidad administrativa y, lo que es aún más grave, con pretensiones fundacionales. Ello sin un claro entendimiento de la carga histórica que viene con la presidencia de la República. Con todas las limitaciones del caso, percibí ciertos rasgos del “caudillo salvador” quien usualmente termina devorado, como finalmente está ocurriendo, por una cultura política y una maquinaria muy compleja y perversa que es difícil de controlar si no la conoces bien.
Sobre lo anterior, el debate político en el Perú, el debate en general, se ha convertido en una especie de guerra sin cuartel en la que no hay prisioneros. La meta final es aniquilar al otro, anularlo, desacreditarlo. ¿Diría que la sociedad peruana tiene alguna enfermedad? ¿No será, acaso, que el problema central no son los políticos –que finalmente nosotros los elegimos–, sino los peruanos?
La cultura de la guerra, que es nuestro sello de origen, obliga a aniquilar al rival de turno y por eso el enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo es una lucha a muerte que ocurre a diferentes niveles.
Y ahí perdemos todos.
En el combate pierde el Perú y el bien común porque, en el caso de este episodio que se desarrolla en el bicentenario de nuestra primera Asamblea Constituyente, los intereses van desde el narcotráfico, transporte, minería ilegal, educación, finanzas y todo lo que es capaz de despertar ambiciones descontroladas. Es por lo que está en juego que las fuerzas en pugna se alían cuando es necesario o recurren a su propia bandera que es saciar objetivos particulares, entre ellos vampirizar al Estado. En este escenario tan cruel y desesperanzador a mí me siguen conmoviendo y motivando los millones de compatriotas que se levantan al alba para labrarse una vida mejor. Es esa energía creativa, indomable y además al parecer infinita la que permite que el Perú siga existiendo a pesar de todo.
En esta lucha a muerte –como la llama–, ¿cree que es posible decir que la izquierda peruana es la que ha quedado en una peor posición?
Pienso que sí y le costará recuperarse un largo tiempo. Porque fue cogobierno y es ahí que ha mostrado sus carencias administrativas y su poca capacidad autocrítica respecto a un pacto que, dadas las tendencias conservadoras del aliado, era riesgoso por decir lo menos. Lo más grave, para mí, es que algunos miembros conspicuos de la izquierda entraron en el juego prebendario, mirando hacia el otro lado cuando aparecieron las acusaciones de corrupción a la que, quieran o no, estarán asociados en la memoria de sus adversarios e incluso de sus mismos votantes. El maltrato de un presidente que no los trató con el debido respeto porque andaba preocupado en su propia sobrevivencia es otra experiencia amarga que imagino tendrán que asimilar. Con la finalidad de construir partido, con doctrina y liderazgos de cara al futuro.
Próximo libro sobre los orígenes de la República
Junto con Marcel Velásquez y con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, el Departamento de Humanidades de la PUCP y El Comercio, Carmen Mc Evoy está organizando una secuencia de charlas con la finalidad de seguirle la pista a la formación y evolución de la República peruana, cuya instalación de su Asamblea Constituyente cumple 200 años este 2022. Asimismo, prepara la reedición de una selección de sus textos más importantes con Editorial Planeta y la publicación en julio (junto a Gustavo Montoya) de un libro sobre los orígenes de la República peruana, analizando sus luces y sombras.
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10.04.2022
https://larepublica.pe/politica/2022/04/10/carmen-mc-evoy-el-del-peru-es-un-problema-sistemico-que-remite-a-una-falla-de-origen-pedro-castillo-crisis-politica/
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