Gonzalez Prada habla a los peruanos del 2011
Peru es un pais en el que no puede citarse el nombre de un individuo que merezca llamarse honrado...
Manuel González-Prada en 1915, preparando goma.
En el artículo “En el año 2200” incluido en su obra “El tonel de Diógenes”, Don Manuel pareciera que tratara de nosotros, los peruanos del año 2011, y describiera quiénes somos y cuál es el país en el que vivimos.
¡Qué no nos dice González-Prada! Improvisadores de fortunas colosales, menospreciadores del trabajo honesto, vividores en el ocio de los cargos públicos...
Para Don Manuel, el Perú es una monarquía mercenaria con ínfulas de república, en la que reinan los presidentes. Es un país que ha perdido el rumbo y probablemente se convierta en colonia estadounidense.
Es una nación en la que no puede citarse el nombre de un individuo que merezca llamarse honrado.
Es un país en que no se considera cosas indignas asaltar la riqueza pública, traicionar las convicciones, ni traficar con la honra de la propia familia.
La conciencia de todo político se vende, la pluma de todo escritor se alquila.
Los hombres inteligentes son pícaros, los honrados son imbéciles.
El Poder Judicial es subasta pública barata, los Congresos, agrupaciones de mala ley, formadas por familiares, amigos, paniaguados y domésticos de los presidentes. Las autoridades políticas son contorsionistas que encarcelan, torturan, violan y abalean.
¿Y el pueblo? Pues nada más que una especie de animal doméstico y castrado, dispuesto a sufrír tanto el azote del invasor como el palo de la autoridad gubernamental.
El Perú es un país en que no hay más sed que la del oro y no hay más idea que la de llenar el vientre.
Si, mis estimados, sin duda González-Prada está escribiendo sobre nosotros, los peruanos y sobre nuestro país, el Perú.
Leámos el testimonio-profecía de Don Manuel y tratemos de superarlo cuando depositemos nuestro voto el próximo diez de abril.
César Vásquez Bazán.
En el año 2200 Manuel González-Prada (*)
Creemos que en el siglo XXI ó XXIII (cuando el inglés haya sucedido al quechua y el antiguo Imperio de Manco forme parte de los Estados Unidos) algún amigo de antiguallas y conocedor de la lengua castellana podrá leer en el libro de un historiador imparcial:
“... En el huano de las islas y en el salitre de las playas tuvieron los peruanos un asombroso venero de riqueza que habría podido convertirles en una de las naciones más prosperas y felices; pero la riqueza, en vez de servirles para su bien, les produjo guerras exteriores y contiendas civiles. Por el salitre y el huano, Chile les declaró una guerra de asalto y conquista; por el huano y el salitre, se acostumbraron los hombres a improvisar fortunas colosales, menospreciar el trabajo honesto y vivir en el ocio de los cargos públicos. Bastaba a un pobre diablo estampar una firma, para acostarse millonario habiéndose levantado mendigo”.
“Siendo ricos, poseyendo una población de tres o cuatro millones, fueron ignominiosamente vencidos por Chile, nación pobre y con menor número de habitantes. En la guerra de 1879, los peruanos perdieron no sólo el salitre y el huano, sino también una gran parte de su territorio; pero ni la derrota, ni la mutilación, ni el ultraje, ni el azote, nada les sirvió de escarmiento ni de lección: en lugar de fortificarse para evitar los sucesivos ataques del enemigo ausente, se debilitaron para facilitar las nuevas conquistas. Cayeron en la más necia de las ilusiones en que puede caer un pueblo: en figurarse que la salvación les vendría de algún amigo desinteresado y generoso: por eso adularon a Bolivia, por eso lamieron humildemente los pies de la Argentina. ¿Cómo era posible dignidad y nobleza en nación caída tan abajo?”.
“En el Perú del siglo XIX, en esa Cartago sin Aníbal, en esa monarquía mercenaria con ínfulas de República, reinaban los presidentes, gobernaban los Dreyfus y los Grace. Ahí no había más sed que la sed del oro, ahí no había más idea que locupletar el vientre: la conciencia de todo político se vendía, la pluma de todo escritor se alquilaba. Los hombres inteligentes eran pícaros, los honrados eran imbéciles. Hoy no podría citarse el nombre de un individuo que merezca llamarse honrado; porque no se consideraba cosas indignas el asaltar la riqueza pública, traicionar a sus convicciones ni traficar con la honra de sus propias familias. Hubo un tal Meiggs, un negociante convertido en millonario gracias a los contratos leoninos con el Gobierno; pues bien, las hermanas, la esposa y las hijas iban a prostituírsele. ¿Qué era el Poder Judicial? almoneda pública, desde la Corte Suprema hasta el Juzgado de Paz. ¿Qué los Congresos? agrupaciones de mala ley, formadas por los familiares, los amigos, los paniaguados y los domésticos de los Presidentes. ¿Qué las autoridades políticas, desde el Gobernador hasta el Prefecto? torsionarios que encarcelaban, flagelaban, violaban y fusilaban. ¿Qué el pueblo?, una especie de animal doméstico y castrado que tanto sufría el azote del soldado chileno como el palo de la autoridad peruana. Invadía y petrificaba los corazones una religión grosera, primitiva y más digna de gorilas que de gentes civilizadas, pues no les servía de freno para los vicios ni de estímulo para la virtud: en los hombres, la chulería y el alfonsismo; en las mujeres, el fanatismo y la concupiscencia...”.
“Algunos padres mandaban a sus hijos a Europa; mas regresaban trayendo devocionarios, sífilis y pantorrillas postizas”.
“En esos tiempos la legalidad estaba casi siempre en la revolución: como bandidos de espada o ladrones de levita asaltaban el poder, los pueblos tenían que derrocarles con el rifle y el sable”.
“¡Tiempos felices! Los auxiliares de un pirotécnico (por no decir cohetero) se metamorfoseaban en ingenieros de minas, y los oriundos de la Nueva Caledonia (adjudicándose nombres floridos) hacían de influyentes personajes con asiento diario en la mesa de Palacio. Algunos de los provectos y severísimos varones que hoy fundan cátedras de moral, virtud y urbanidad eran entonces muchachos imberbes con todas las argucias de Gil Blas, pues ganaban relojes de oro y alabanzas pur sang por montar la guardia mientras sus madres, sus hermanas o sus primas tomaban la posición horizontal en el canapé de Meiggs”.
“Los padres de familia le llamaban el caballero Meiggs; las madres, el amigo Meiggs; las niñas, papá Meiggs”.
(*) Manuel González-Prada. 1985. El tonel de Diógenes, en Obras, Tomo I, Volumen 2, Lima: Ediciones Copé, páginas 169-171.