Dos invertidios sexuales que escandalizaban al público con expresiones de erotismo físico acosaron a un vigilante de la Plaza San Miguel, quien los conminó a alejarse para proteger a los niños.
Ante la actitud del vigilante, los homosexuales acosaron por varios minutos al vigilante increpándole por su conducta, cuando sólo velaba por la moral pública,
Una y otra vez insistían en que se les permita su desfachatez, tratando de imponer públicamente su conducta desviada y en actitud rebelde persistían en su despreciable exhibicionismo.
Finalmente, los dos sujetos, Julio Lavalle y Justin Rodríguez, con todo desparpajo fueron a quejarse a la prensa aduciendo que se trataba de “discriminación". Aunque parezca mentira, hay prensa que los toma por víctimas.
Pese a incidentes como este, que atentan contra el pudor y la formación moral de los niños, es increíble que los homosexuales digan que solo viven su vida, que no se meten con nadie, que no afectan la moral, etc.
En realidad lo único que habría que hacer es felicitar al vigilante por no dejarse intimdar y por defender a los niños de estas desviaciones.
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