Más de 156 millones de estudiantes de América Latina y el Caribe se han visto afectados por la pandemia según datos de Naciones Unidas, esto es, el 95 % de la población estudiantil que está realizando un estudio formal en cualquier nivel académico. Para las universidades, históricamente presenciales, este cambio ha supuesto retos importantes. Uno de ellos es adaptarse rápidamente a la virtualidad, y de ahí nació una rápida respuesta denominada «docencia en remoto de emergencia», que básicamente trasladaba la clase presencial a la virtualidad mediante el uso de plataformas tecnológicas. Además, esto se añade a los inconvenientes a los que ya se enfrentaban los sistemas universitarios: «si bien el impacto de la pandemia difiere entre países, añade un grado más de complejidad a una educación superior que ya se enfrentaba a retos no resueltos, como un crecimiento, en ocasiones, sin aseguramiento de la calidad, así como inequidades en el acceso y en el egreso», citaban Gemma Xarles i Jubany, directora del Área de Globalización y Cooperación, y Pastora Martínez Samper, vicerrectora del Área de Globalización y Cooperación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en el artículo de la Fundación Carolina sobre docencia no presencial de emergencia.
Tras cuatro meses de educación en remoto, los sistemas educativos de varios países —y especialmente las universidades— están repensando e incorporando nuevos modelos educativos que les permitan ser más híbridos. «En otros campos disciplinarios o sectores como el turismo, la economía o el mercadeo, ya estábamos involucrados en la dinámica de la tecnología; en el caso de la educación no era así; sin embargo, de un momento a otro nos hemos tenido que adaptar y estamos empezando a ver el potencial de esta dinámica educativa; y aunque debemos ser conscientes de que es imposible que preparáramos esto bien, porque es una situación que nadie se esperaba, es una oportunidad para avanzar y apropiar dinámicas interesantes en torno a la virtualidad», asegura Josep M. Duart, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
La «nueva normalidad» en la educación traerá modelos de alternancia entre lo presencial y lo virtual, y en muchas ocasiones la virtualidad tomará el protagonismo, pero toda la comunidad educativa tendrá que transformarse, y para ello se necesita formar al profesorado, crear políticas educativas que permitan evaluar y acreditar la calidad de los sistemas en línea y una apuesta gubernamental por el desarrollo y la expansión de la educación en línea que sea complementaria al sistema universitario actual. Todo lo que viven hoy las universidades es un inicio de la transformación. «Lo que hemos convenido en llamar "educación remota" es una gran experiencia que puede ser la semilla para la transformación definitiva de los sistemas educativos presenciales en sistemas híbridos», indica Duart.
Una transformación necesaria ante estudiantes de la era digital
Los cambios en esta era se producen rápidamente. Sin duda, otra hubiese sido la historia si esta pandemia se hubiese producido diez años atrás, cuando la brecha digital era mucho más amplia y las plataformas digitales no se habían desarrollado y democratizado ampliamente. Seguramente los índices de desescolarización habrían alcanzado cifras sorprendentes. La transformación digital ha traído grandes ventajas, pero con ella han crecido nuevas generaciones, nuevos perfiles de estudiantes que hoy están ingresando en la universidad y que le exigen nuevas formas de aprender. La tecnología ha hecho parte de las dinámicas educativas de la nueva era, impulsando el aprendizaje autónomo, donde el estudiante no solo es espectador de información, sino también proveedor.
Es muy importante tener en cuenta que el estudiante es más innovador y revolucionario con respecto a las nuevas tecnologías, y si bien es cierto que el joven usa estas herramientas para comunicarse, acceder a información y divertirse, no las utiliza para nada que requiera aprendizaje. «Estamos intentando situar a personas expertas en el uso lúdico y comunicativo de las tecnologías en un marco en el que van a tener que utilizar estos elementos con la finalidad de aprender, lo que tiene un costo psíquico y físico que puede resultar aburrido y demandante para el estudiante», señala Duart.
Aunque el uso de las herramientas tecnológicas para la educación ha generado desafección en el alumnado, el estudiante del siglo xxi busca ser protagonista y líder de su proceso de formación, validando a través de los recursos para aprender e interactuar durante su formación lo que se le está ofreciendo, hacia dónde lo conduce y las capacidades y competencias que le proporcionará. «Quizás es momento de flexibilizar todos estos procesos para que así nos adaptemos más a las necesidades de los estudiantes, porque, en definitiva, el estudiante quiere seguir un modelo educativo que atienda sus necesidades, y cuanta más experiencia tenga el estudiante, más exigirá esta personalización», concluye el experto.