Para las expertas, el concepto de altas capacidades engloba desde personas con sobredotación, con un cociente intelectual a partir de 130, hasta quienes tienen un talento en una o varias áreas específicas.

Sheldon Cooper, Lisa Simpson o la protagonista de la serie Gambito de dama, Beth Harmon, son personajes de ficción que han contribuido a la construcción de tópicos sobre las altas capacidades. Socialmente, hay muchas creencias extendidas sobre los niños y niñas con un mayor ritmo de aprendizaje que pueden llevar a pensar erróneamente que no tienen necesidades específicas en el aula. Con motivo del Día Internacional de las Altas Capacidades que se conmemora el 14 de marzo, expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) explican un poco más sobre cómo piensan estos niños y cómo puede motivarlos su entorno: la familia y la escuela.

 

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Aclarando conceptos: sobredotación y altas capacidades, ¿son lo mismo?
Se suele utilizar coloquialmente la palabra superdotado o superdotada, para referirse a personas con altas capacidades, pero no son lo mismo. “Podemos decir que todas las personas con superdotación intelectual tienen altas capacidades, pero no todas las personas con altas capacidades son superdotadas”, afirma Verónica Marina Guillén Martín, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC e investigadora en Amentúrate, programa de mentorías de la Universidad de Cantabria para alumnado de secundaria con altas capacidades.
La experta aclara que el concepto de altas capacidades es más amplio y engloba desde personas con sobredotación, con un cociente intelectual a partir de 130, hasta quienes tienen un talento en una o varias áreas específicas. Bajo este paraguas, también podemos encontrar a niños y niñas precoces o con alto potencial de aprendizaje, que no necesariamente tienen un coeficiente intelectual superior, ni son «buenos» en todo.

Desmontando algunos mitos
“Cuando se habla de niños y niñas con necesidades educativas especiales, pensamos enseguida en los niños y niñas que tienen un ritmo de aprendizaje más lento y olvidamos a menudo los que lo tienen más rápido porque solemos pensar que ya lo tienen todo hecho, que tienen superpoderes”, defiende la periodista Carmen Giró. La autora de El Club de los Superman. El día a día de los niños y niñas superdotados (Editorial UOC) puso un título irónico en su libro para provocar al lector y evidenciar que estas criaturas no son superhéroes o superheroínas y necesitan el acompañamiento de las familias y las escuelas para desarrollar su
potencial. “Con la ayuda de varios episodios y anécdotas y el punto de vista de personas expertas, se acerca a su realidad diaria y ofrece pautas a familias y educadores para acompañarlos.”

Tras hablar con muchos testigos, Giró quiere desmontar tres grandes tópicos que no siempre corresponden con la realidad: las altas capacidades no siempre están ligadas a las buenas notas, a la depresión o los problemas de relación social.

Muchos niños y niñas tienen buen rendimiento académico, pero otros, en cambio, un alto fracaso escolar, derivado en gran medida, de la desmotivación por la falta de intervenciones adecuadas. Asimismo, hay muchos niños con altas capacidades que, precisamente, destacan por sus habilidades sociales y su gran capacidad de liderazgo”añade la profesora Guillén Martín.

Hacer la cena con la teoría de la relatividad
“Recuerdo un niño de seis años que cogió su silla, la colocó delante de su madre y le pidió: ‘Mamá, explícame todo lo que sabes.’” En el audiolibro El Club de los Superman, la autora comparte episodios de la vida cotidiana de las familias con hijos e hijas con altas capacidades: desde una niña que aprovecha para preguntar quién es Einstein mientras su madre cocina una tortilla de patatas, a unos padres que recuerdan al niño ‘Deja de leer y ponte a jugar’.

Tras entrevistarse con muchas familias, la periodista explica que los padres suelen asumir la noticia de que su hijo tiene altas capacidades como una confirmación de lo que ya sospechaban y también reaccionan con nervios porque no saben cómo afrontarla. La experta Guillén Martín destaca que “lo importante no es que los familiares tengan los conocimientos que plantean sus hijos, sino que sientan su apoyo cuando quieran dar respuesta a sus interrogantes y ampliar sus conocimientos. El bienestar emocional es base necesaria para tener un buen desarrollo cognitivo y social, puesto que fomentará una buena autoestima y un autoconcepto adecuado, evitando la desmotivación académica y el aislamiento”, aclara.

Las altas capacidades en las aulas: sin salirse de la raya
‘¿Por qué tengo que pintar por dentro de las rayas, si yo lo que quiero saber es cómo funcionan los huesos y los músculos?’, se preguntaba una niña de 5 años, tal y como explica Giró. “Por ella es importante permitir que estos alumnos puedan ampliar y profundizar el temario: si hacemos que hagan primero todo el trabajo repetitivo del currículum obligatorio como el resto de estudiantes, llegan al momento de la creación, del enriquecimiento, frustrados y enfadados y ya no lo quieren hacer”. Además, los estudiantes suelen encontrarse en muchas trabas con el sistema escolar y el programa curricular: ‘No preguntes más’, ‘No quieras aprender más’, ‘Espera, espera, espera’.

Precisamente, para Guillén Martín uno de los principales riesgos para niños y niñas con altas capacidades es que “se generen dinámicas en el aula que penalicen sus aportaciones e intentos frecuentes por ir más allá de los contenidos académicos del curso, limitando su curiosidad y la creatividad”. Para cuando un niño o niña termina los ejercicios y como única alternativa se le presentan otras tareas repetitivas y mecánicas o ayudar a sus compañeros, es muy probable que se desmotive, se aburra, esconda sus capacidades y acabe teniendo fracaso escolar. Asimismo, “la carencia de una intervención puede propiciar también un sentimiento bajo de pertenencia al grupo, pudiendo llegar a generar comportamientos sociales desadaptados”.

«No es que esté aburrido, es que estoy frustrado»
Para acompañarlos y evitar frases como las que recoge el libro, ‘No es que esté aburrido, es que estoy frustrado’, la profesora colaboradora Guillén Martín explica que hay medidas de intervención educativa muy variadas. Una de las más utilizadas actualmente es el modelo de enriquecimiento (conocido como modelo The Schoolwide Enrichment Model SEM) de Joseph S. Renzulli, con el que los estudiantes toman las riendas de su aprendizaje según sus propios intereses personales. El profesorado propone una actividad general a todo el alumnado, como una visita al observatorio y, después, los niños y niñas deciden sobre qué aspectos concretos quieren seguir investigando por ejemplo, un grupo puede hacer una presentación en clase sobre el sistema solar.

Al mismo tiempo, este modelo de enriquecimiento educativo ofrece a los estudiantes que desean profundizar aún más en el tema, la posibilidad de involucrarse en un proyecto real; cómo podría ser la construcción de un telescopio. Otra de las medidas más recurrentes, pero también una de las más controvertidas, es la aceleración del curso. “El éxito de esta medida dependerá de la sincronía existente entre el desarrollo intelectual y socioemocional del niño o la niña, así como de las características del entorno y de la motivación de los niños”, aclara la profesora.

Ambas entrevistadas recomiendan a los maestros adoptar siempre una actitud positiva hacia los niños con altas capacidades.