Alan García y declaraciones en nombre del "consejos de ministros"


Por Juan Sheput


En su afán de aparentar que trabajan, que son innovadores y creativos pero sobre todo que en el Consejo de Ministros se discute apasionadamente sobre políticas públicas, siempre que termina un Consejo de Ministros los funcionarios respectivos se deslizan a declarar aplicadamente al Patio de Honor de Palacio de Gobierno.

 

Es así que en esa rutina hemos visto el anuncio de persecuciones a Alejandro Toledo, que un ministro se mudaba con su cama a Ica, que los servidores públicos iban a trabajar sábados y domingos, el cambio del horario de ingreso de fijo a escalonado de los mismos burócratas para evitar los congestionamientos de vehículos hasta las declaraciones de Francis Allison y Aurelio Pastor, muy enfáticos, en nombre del gabinete.

El primero, Allison, dijo así, muy orondo en el patio de palacio que gozaba del respaldo del Consejo de Ministros. El segundo, Aurelio Pastor, anunció que el consejo de Ministros, el gobierno, había decidido exigir al Congreso una comisión que se dedique a investigar la adquisición de América TV por parte del grupo El Comercio y La República.

En ambos casos fueron secundados y acompañados por Javier Velásquez Quesquén, quien mientras los escuchaba no decía nada, con lo cual avalaba lo expresado. Luego cuando al difundirse lo anunciado estalla el escándalo, el mismo Velásquez Quesquén los desmiente indecorosamente. Y después, como para coronar el ridículo, sale el presidente García para quitarles el piso a sus ministros, decir todo lo contrario y, de manera poco elegante, llamarlos "como dice algún ministro que sale por allí", con lo cual maltrata innecesariamente a sus colaboradores, a las mismas personas que él ordenó que cumplieran con su función.

Es una lástima este tipo de comportamiento poco leal y anacrónico. La política se convierte en una actividad miserable en tiempos de Alan García. Considero que Aurelio Pastor, independientemente de nuestras posiciones contrarias, es una persona correcta y lo único que ha hecho es cumplir lo mejor posible con el encargo planteado. Un encargo del cual el verdadero responsable luego se lava las manos.

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