El enfermo imaginario
Por Gustavo Espinoza M.
En 1673 Jean Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, dio a conocer la última de sus comedias, que tituló con el nombre de "El enfermo imaginario".
En 1673 Jean Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, dio a conocer la última de sus comedias, que tituló con el nombre de "El enfermo imaginario".
Allí contaba la hilarante historia de Argan, un enfermo de aprensión que se desvivía por casar a Angélica, su hija, con un médico joven porque anhelaba tener a su lado a un profesional que le atendiera de sus males ficticios.
Muchos años después, otro enfermo imaginario resultó ser don José Francisco Crousillat, el boyante ex propietario del Canal 4 —América Televisión— quien vendió su línea editorial por 14 millones de dólares —y vía interpósita persona— a Alberto Fujimori, quien la compró para apuntalar su re-reelección en la Jefatura del Estado el año 2000.
En el caso, el personaje de hoy presentó el cuadro de un paciente en extremaunción y presto a marchar sin remedio al otro mundo. En la pantalla de cualquier televisor, en los meses pasados, asomaba una suerte de imagen macabra: El viejo Caronte ya había estacionado su barca fúnebre y lo esperaba dispuesto a trasladarlo con la prontitud requerida al reino de Hades, el emperador de los infiernos.
En realidad Crousillat trataba —y lo consiguió— de arrancar un beneficio de indulto negociado políticamente con un futuro reo en cárcel, el Presidente García. Todo indica que fue una trama de tinte teatral, pero no precisamente de una comedia, sino más bien de una farsa; casi una vulgar tramoya que habría hecho, incluso, sonreír a Moliere.
El enfermo imaginario —el de aquí— no necesitó, como el de allá una lavativa de seis reales, ni catilicón doble con ruibarbo y miel rosada, para "barrer, lavar y dejar limpio del bajo vientre del señor"; sino simplemente pactar con el inquilino de la Casa de Pizarro ofreciéndole apoyo para la imaginaria campaña del 2016.
Y es que nuestro García, no hace planes quinquenales, los desborda. No le importa lo que ocurra en el Perú el 2015, sino el 2016. Pero quiere, ciertamente, asegurarse desde ahora, por aquello de que "a quien madruga, Dios lo ayuda".
Y él se siente en el derecho a recibir la asistencia del altísimo porque no solo tiene a su diestra a Rafael Rey —que ya es decir bastante— sino porque, además, él mismo se ha convertido en un beato de tomo y lomo de los que no pueden vivir sin encender cirios y derramar mirra y alcanfor, como los beatos de la Inquisición en el Siglo XVI, siempre a la sombra del Cardenal Juan Luis Cipriani, y contando con su bendición..
Como parte del juego —no lo olvidemos— ya García se las ingenió para devolver la administración del Canal 5 —Panamericana Televisión—, a Ernesto Schutz, tan tramposo y tan embarrado como Crousillat en las mismas prácticas mañosas.
Y ahora empieza otro operativo, similar a los anteriores, para favorecer a los hermanos Winter, otros gemelos de "la salita del SIN", que recibieron plata en abundancia a cambio de favores televisivos.
El "Caso Crousillat" no fue una acción aislada, asumida inadvertidamente por un mandatario al que, de pronto, sorprenden inmisericordemente golpeando su infantil ingenuidad y su abrumadora buena fe.
Aunque se le podría creer poco, porque es un mentiroso contumaz, Alejandro Toledo dice esta vez con razón: si existiera alguien capaz de sorprender a García, habría que otorgarle un Oscar.
De por medio, en el caso que comentamos, hubo todo un tinglado que fue puesto en marcha por "operadores" entrenados en estos menesteres. Consiguieron médicos que certificaran enfermedades terminales, constancias que acreditaran tratamientos de urgencia; pero, además, dejaron de lado reportes reales. La pieza clave fue, por cierto, Aurelio Pastor, el hoy defenestrado Ministro de Justicia.
Los documentos que ya no aparecen en el expediente usado por él, acreditan por cierto que el señor Crousillat gozaba de plena salud, que recibía a los médicos que lo abordaban en el gimnasio de la clínica haciendo ejercicios con pesas: que gozaba del régimen de visitas íntimas y conservaba energía y vitalidad suficiente para enfrentar cualquier apremio.
Fue eso lo que se dejó de lado en la administración García en toda una primera etapa del proceso. La reacción de la denominada "sociedad civil", lo hizo retroceder y hasta lo obligó a prescindir de Pastor en los peores términos, dando simplemente por cancelada su gestión ministerial.
Todo el trámite fue hecho, simplemente, a la velocidad de un pausado quelonio, de tal modo que Crousillat tuvo tiempo de sobra para ponerse a buen recaudo sin apremio alguno.
En ese esquema, indultos, o acciones como la restitución de las posibilidades operativas de los Schutz o de los Winter, caen como anillo al dedo y sirven para que nadie repare en cuestiones de fondo que tienen estrecha relación con lo que ocurre en el país.
Ahora, que finalmente García se vio forzado a retroceder, como el Argan de Moliere nuestro enfermo imaginario podrá clamar incesantemente: "¿Es posible que abandonen de ese modo a un pobre enfermo? ¡Dios mío, no me dejes morir sólo".
Por ahora, prófugo de la justicia, espera no caer otra vez en manos de ella.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com
Muchos años después, otro enfermo imaginario resultó ser don José Francisco Crousillat, el boyante ex propietario del Canal 4 —América Televisión— quien vendió su línea editorial por 14 millones de dólares —y vía interpósita persona— a Alberto Fujimori, quien la compró para apuntalar su re-reelección en la Jefatura del Estado el año 2000.
En el caso, el personaje de hoy presentó el cuadro de un paciente en extremaunción y presto a marchar sin remedio al otro mundo. En la pantalla de cualquier televisor, en los meses pasados, asomaba una suerte de imagen macabra: El viejo Caronte ya había estacionado su barca fúnebre y lo esperaba dispuesto a trasladarlo con la prontitud requerida al reino de Hades, el emperador de los infiernos.
En realidad Crousillat trataba —y lo consiguió— de arrancar un beneficio de indulto negociado políticamente con un futuro reo en cárcel, el Presidente García. Todo indica que fue una trama de tinte teatral, pero no precisamente de una comedia, sino más bien de una farsa; casi una vulgar tramoya que habría hecho, incluso, sonreír a Moliere.
El enfermo imaginario —el de aquí— no necesitó, como el de allá una lavativa de seis reales, ni catilicón doble con ruibarbo y miel rosada, para "barrer, lavar y dejar limpio del bajo vientre del señor"; sino simplemente pactar con el inquilino de la Casa de Pizarro ofreciéndole apoyo para la imaginaria campaña del 2016.
Y es que nuestro García, no hace planes quinquenales, los desborda. No le importa lo que ocurra en el Perú el 2015, sino el 2016. Pero quiere, ciertamente, asegurarse desde ahora, por aquello de que "a quien madruga, Dios lo ayuda".
Y él se siente en el derecho a recibir la asistencia del altísimo porque no solo tiene a su diestra a Rafael Rey —que ya es decir bastante— sino porque, además, él mismo se ha convertido en un beato de tomo y lomo de los que no pueden vivir sin encender cirios y derramar mirra y alcanfor, como los beatos de la Inquisición en el Siglo XVI, siempre a la sombra del Cardenal Juan Luis Cipriani, y contando con su bendición..
Como parte del juego —no lo olvidemos— ya García se las ingenió para devolver la administración del Canal 5 —Panamericana Televisión—, a Ernesto Schutz, tan tramposo y tan embarrado como Crousillat en las mismas prácticas mañosas.
Y ahora empieza otro operativo, similar a los anteriores, para favorecer a los hermanos Winter, otros gemelos de "la salita del SIN", que recibieron plata en abundancia a cambio de favores televisivos.
El "Caso Crousillat" no fue una acción aislada, asumida inadvertidamente por un mandatario al que, de pronto, sorprenden inmisericordemente golpeando su infantil ingenuidad y su abrumadora buena fe.
Aunque se le podría creer poco, porque es un mentiroso contumaz, Alejandro Toledo dice esta vez con razón: si existiera alguien capaz de sorprender a García, habría que otorgarle un Oscar.
De por medio, en el caso que comentamos, hubo todo un tinglado que fue puesto en marcha por "operadores" entrenados en estos menesteres. Consiguieron médicos que certificaran enfermedades terminales, constancias que acreditaran tratamientos de urgencia; pero, además, dejaron de lado reportes reales. La pieza clave fue, por cierto, Aurelio Pastor, el hoy defenestrado Ministro de Justicia.
Los documentos que ya no aparecen en el expediente usado por él, acreditan por cierto que el señor Crousillat gozaba de plena salud, que recibía a los médicos que lo abordaban en el gimnasio de la clínica haciendo ejercicios con pesas: que gozaba del régimen de visitas íntimas y conservaba energía y vitalidad suficiente para enfrentar cualquier apremio.
Fue eso lo que se dejó de lado en la administración García en toda una primera etapa del proceso. La reacción de la denominada "sociedad civil", lo hizo retroceder y hasta lo obligó a prescindir de Pastor en los peores términos, dando simplemente por cancelada su gestión ministerial.
Todo el trámite fue hecho, simplemente, a la velocidad de un pausado quelonio, de tal modo que Crousillat tuvo tiempo de sobra para ponerse a buen recaudo sin apremio alguno.
En ese esquema, indultos, o acciones como la restitución de las posibilidades operativas de los Schutz o de los Winter, caen como anillo al dedo y sirven para que nadie repare en cuestiones de fondo que tienen estrecha relación con lo que ocurre en el país.
Ahora, que finalmente García se vio forzado a retroceder, como el Argan de Moliere nuestro enfermo imaginario podrá clamar incesantemente: "¿Es posible que abandonen de ese modo a un pobre enfermo? ¡Dios mío, no me dejes morir sólo".
Por ahora, prófugo de la justicia, espera no caer otra vez en manos de ella.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com