¿A Lima con el chimpún?
Por Desco
La futura elección de autoridades municipales en Lima genera distintos comentarios sobre sus implicancias en la alta política. Nosotros queremos referirnos en esta nota a algo relacionado, más bien, con los problemas de la ciudad.
La futura elección de autoridades municipales en Lima genera distintos comentarios sobre sus implicancias en la alta política. Nosotros queremos referirnos en esta nota a algo relacionado, más bien, con los problemas de la ciudad.
El alcalde de Lima no quiere que su partido –Solidaridad Nacional– siga gobernando la ciudad. Esa agrupación no presentará candidato en ningún distrito de Lima. Los que quieren repetir el plato, cuentan con el permiso explícito de Castañeda para cambiar de camiseta por la que mejor les convenga, ya que el alcalde no hace recomendaciones colectivas.
Se trata de un hecho inédito: Castañeda gobernó dos veces la ciudad con buen «rating», pero ya no quiere que ninguno de los suyos –ni uno solo– siga con su legado. A Castañeda ya no le importa gobernar la ciudad que le ha dado tanto éxito, pues colisiona con su estrategia para intentar gobernar el país. Quiere ser presidente y lo que suceda con Lima interesa en la medida en que lo ayude en ese propósito. En ese sentido, Castañeda «regala» la ciudad y se retira con su equipo, leal a él y no a Lima.
El ex alcalde del Callao ahora quiere ser alcalde de otra ciudad: la ciudad de Lima. Su partido ya no se llamará Chim Pum Callao. Para esta elección buscará un nuevo movimiento o partido, dado que los limeños no aceptarán que el Callao gobierne a Lima. Hará como hizo Fujimori para sus reelecciones: un partido o frente político para cada ocasión. Es obvio que lo que motiva a Kouri no es el amor por la ciudad de Lima, sino su importancia como plaza electoral en su carrera política: primero alcalde de provincia, luego presidente de región, ahora quiere ser alcalde de la capital. Luego tentará la presidencia del país. Es lo que quisieron hacer los hermanos Cáceres Velásquez, partiendo de Juliaca a Arequipa, sin lograr su intento por Lima. Todo esto es perfectamente comprensible dentro de la política peruana. ¿Lo es pensando que las ciudades son intercambiables como figuritas de colección?
Lourdes Flores, frecuente candidata a la Presidencia de la República, ha sido castigada por los suyos. Con razón o sin ella, la derecha le ha dicho que si quiere gobernar algo, deberá olvidarse de la presidencia y concursar por Lima. Y que se apure en decidir, porque otros también quieren ese puesto. Lima será su premio consuelo. Quienes se lo ofrecen no están pensando en el mejor destino de la complicada metrópoli, sino en el mejor destino de la cabeza visible del Partido Popular Cristiano.
Para los aludidos –y otros más– la ciudad no importa como metrópoli. Importa como plaza política. Los problemas de la ciudad –aquellos que reclaman alcalde o alcaldesa– no interesan. Lima es importante como trampolín a otra cosa (sea la presidencia de la República o negocio similar). Sin embargo, las ciudades tienen alma. Cada una tiene habitantes diferentes de la otra, con amores, odios, fobias y problemas. Lima, Callao, Juliaca, Arequipa, todas son lo mismo para algunos políticos, pero no lo son para sus habitantes.
¿Qué harán estos políticos en la campaña de Lima? Harán lo que saben hacer. Escogerán uno o varios de los numerosos problemas de la ciudad, los diseccionarán y los empaquetarán como promesa aislada. De esta manera, transporte, tránsito y vialidad se resumirán en «sí al tren» o «no al tren» para hacer promesas puntuales al respecto, con algún plus inteligente. Algunos harán una sola propuesta con atractivo mediático. Otros ofrecerán una suma de promesas, una para cada distrito. Los candidatos de distrito hablarán como si Lima no existiera o como si los asuntos graves pudieran ser resueltos sin considerar al gobierno metropolitano, y aquí nos referimos al gobierno regional metropolitano.
No hablarán de Lima, de esta ciudad que tiene alma propia, con un territorio que va desde Ancón hasta Pucusana. Los limeños debieran pensar cuál será el verdadero sentido de las promesas, cuando se hable de seguridad ciudadana, del problema del transporte, del empleo juvenil, de la calidad de las viviendas en los pueblos jóvenes, del mercado mayorista, de las viviendas que se caen en el Rímac o en los Barrios Altos, del asfalto en Lima Sur, de los puentes sobre el río Chillón y el río Lurín. Se tratará de promesas de personas que le hablan a la ciudad de Lima como políticos profesionales que quieren llegar más alto.
http://desco-opina.blogspot.com
Se trata de un hecho inédito: Castañeda gobernó dos veces la ciudad con buen «rating», pero ya no quiere que ninguno de los suyos –ni uno solo– siga con su legado. A Castañeda ya no le importa gobernar la ciudad que le ha dado tanto éxito, pues colisiona con su estrategia para intentar gobernar el país. Quiere ser presidente y lo que suceda con Lima interesa en la medida en que lo ayude en ese propósito. En ese sentido, Castañeda «regala» la ciudad y se retira con su equipo, leal a él y no a Lima.
El ex alcalde del Callao ahora quiere ser alcalde de otra ciudad: la ciudad de Lima. Su partido ya no se llamará Chim Pum Callao. Para esta elección buscará un nuevo movimiento o partido, dado que los limeños no aceptarán que el Callao gobierne a Lima. Hará como hizo Fujimori para sus reelecciones: un partido o frente político para cada ocasión. Es obvio que lo que motiva a Kouri no es el amor por la ciudad de Lima, sino su importancia como plaza electoral en su carrera política: primero alcalde de provincia, luego presidente de región, ahora quiere ser alcalde de la capital. Luego tentará la presidencia del país. Es lo que quisieron hacer los hermanos Cáceres Velásquez, partiendo de Juliaca a Arequipa, sin lograr su intento por Lima. Todo esto es perfectamente comprensible dentro de la política peruana. ¿Lo es pensando que las ciudades son intercambiables como figuritas de colección?
Lourdes Flores, frecuente candidata a la Presidencia de la República, ha sido castigada por los suyos. Con razón o sin ella, la derecha le ha dicho que si quiere gobernar algo, deberá olvidarse de la presidencia y concursar por Lima. Y que se apure en decidir, porque otros también quieren ese puesto. Lima será su premio consuelo. Quienes se lo ofrecen no están pensando en el mejor destino de la complicada metrópoli, sino en el mejor destino de la cabeza visible del Partido Popular Cristiano.
Para los aludidos –y otros más– la ciudad no importa como metrópoli. Importa como plaza política. Los problemas de la ciudad –aquellos que reclaman alcalde o alcaldesa– no interesan. Lima es importante como trampolín a otra cosa (sea la presidencia de la República o negocio similar). Sin embargo, las ciudades tienen alma. Cada una tiene habitantes diferentes de la otra, con amores, odios, fobias y problemas. Lima, Callao, Juliaca, Arequipa, todas son lo mismo para algunos políticos, pero no lo son para sus habitantes.
¿Qué harán estos políticos en la campaña de Lima? Harán lo que saben hacer. Escogerán uno o varios de los numerosos problemas de la ciudad, los diseccionarán y los empaquetarán como promesa aislada. De esta manera, transporte, tránsito y vialidad se resumirán en «sí al tren» o «no al tren» para hacer promesas puntuales al respecto, con algún plus inteligente. Algunos harán una sola propuesta con atractivo mediático. Otros ofrecerán una suma de promesas, una para cada distrito. Los candidatos de distrito hablarán como si Lima no existiera o como si los asuntos graves pudieran ser resueltos sin considerar al gobierno metropolitano, y aquí nos referimos al gobierno regional metropolitano.
No hablarán de Lima, de esta ciudad que tiene alma propia, con un territorio que va desde Ancón hasta Pucusana. Los limeños debieran pensar cuál será el verdadero sentido de las promesas, cuando se hable de seguridad ciudadana, del problema del transporte, del empleo juvenil, de la calidad de las viviendas en los pueblos jóvenes, del mercado mayorista, de las viviendas que se caen en el Rímac o en los Barrios Altos, del asfalto en Lima Sur, de los puentes sobre el río Chillón y el río Lurín. Se tratará de promesas de personas que le hablan a la ciudad de Lima como políticos profesionales que quieren llegar más alto.
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