Por Marco Antonio Flores Villanueva
Desde Boston, USA


Imaginemos el siguiente escenario político. Emerge un grupo opositor enel interior de un partido con un candidato a la secretaría general. No tiene equipo de trabajo. No tiene asesores. No tiene capacidad de respuesta técnica contra las propuestas políticas y económicas del oficialismo. Carece, además, de operadores políticos.


Es una voz moral, pero no logra construir un equipo técnico y una maquinaria política, por lo menos, metropolitana (Lima). A pesar de ello anuncia la organización de un mitin, primero en el Campo de Marte y después en Alfonso Ugarte. La manifestación finalmente no se lleva a cabo, por las evidentes carencias arriba señaladas.

Llega al congreso partidario y enfrenta irregularidades anticipadas. No obstante ello, el candidato se aferra tercamente a su postulación. Es más, afirma públicamente que se hará presente en las afueras del local partidario para apoyar a los delegados que apoyan su candidatura. No lo hace. Rompe su promesa.

Pasado el congreso partidario el mismo candidato no evalúa críticamente lo andado, lo acontecido, poniéndose a disposición de sus partidarios para llevar a cabo ese análisis; por el contrario, prefiere mantener su liderazgo, sin variación alguna en sus métodos, en lo reducido de su discurso político y en lo diminuto, en número y calidad, de sus colaboradores.  

Me pregunto: ¿Acaso no es válido afirmar que ese liderazgo no prosperó y, por lo tanto,  ha cumplido su ciclo? ¿Acaso no es cierto que ya es hora que ese liderazgo dé un paso al costado y se reconstituya el movimiento que lo favoreció?

Imaginemos este otro escenario político. Emerge, al mismo tiempo, otro candidato opositor. Tiene créditos académicos y una respetable carrera profesional. Pero al igual que el primero, huérfano de cuadros técnicos, operadores y con un discurso político minimalista (porque se concentra, casi exclusivamente, en la aplicación de los derechos humanos como panacea para la solución de la crisis institucional del partido).

Sin embargo, y diferente que el primero, se hace presente en el congreso partidario. Recobra en ese evento sus derechos partidarios, ciertamente ilegalmente usurpados. Pero el triste marco en que se materializa esa reivindicación, justa pero personal, es, nada más y nada menos, un congreso fraudulento, con delegados sin credenciales y que designa (no elige) ilegalmente a un comité ejecutivo nacional, el mismo que, más tarde, se verá escandalosamente comprometido en actos de corrupción.

Me pregunto: ¿Acaso no es justo afirmar que ese otro liderazgo también ha terminado su ciclo personal y que, al igual que el primero, no prosperó?
A ello se agrega que ambos candidatos “imaginarios”, pese a sus limitaciones referidas líneas ut supra, jamás dialogaron, no intentaron unir fuerzas; es decir, se mantuvieron, ambos, anclados en sus respectivos feudos y esperanzados en sus particulares metas sobre la base de un falso o distorsionado realismo.

Me pregunto: Mas allá de la indiscutible calidad moral de esos líderes y el valor que tienen como individuos ¿Pueden ser considerados líderes  “responsables”, “desprendidos” y “unificadores” de la resistencia hayista , precisamente en el interior de un partido político plagado de personalismos irresponsables e inconsecuentes con lo que se pregona?

Y finalmente me pregunto: ¿Son estos dos escenarios políticos fruto de mi imaginación plasmada en un “fabulador artículo” o, por el contrario, constituyen la descripción fidedigna, fehaciente y veraz de una descarnada realidad, materializada en fastos recientes, y que algunos, irreflexivamente, prefieren ignorar en todos los tonos y colores?

La política no es una ciencia exacta, pero sí exige resultados concretos. Y son precisamente los evidentes resultados, y la acrítica forma en que se han asumido esos resultados en ciertos predios, lo que nos lleva a concluir que ha llegado la hora de decir las cosas claramente (porque además no se nos escucha en privado), para dejar atrás un ciclo y a sus principales protagonistas, con el objeto, urgente y necesario, de  construir nuevos liderazgos para desafíos futuros.

Si el rescate del aprismo (se dice) es la meta, bueno sería, primero, rescatar la capacidad privilegiada que tiene todo ser humano de descubrir la realidad, reconocerla como tal y tomar decisiones, tal vez dolorosas, pero necesarias, para que una noble causa pueda tener la oportunidad de renacer y andar nuevamente, pero de la mano de nuevas figuras políticas, de nuevos liderazgos, que entiendan además que, así como están las cosas, la defensa de la institucionalidad del partido no pasa necesariamente por congresos, convenciones, videos o reflexiones jurídicas en torno a los derechos humanos; sino por el fragor viril, recio, firme, valeroso y decidido de la inevitable lucha civil. 

Boston, 3 de julio del 2010
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
www.marcofloresvillanueva.blogspot.com
www.youtube.com/MarcoFloresVillanuev