Por Desco
Luego de 36 años de que el sueño de unos pocos se convierta en propuesta, este 2 de junio la UNESCO reconoció la creación de la Reserva de Biosfera Oxapampa – Asháninka – Yanesha. Las noticias periodísticas de alcance nacional le dieron limitada cobertura al acontecimiento. Para la gran mayoría de peruanos distantes de la región, la noticia fue invisible y quedó desplazada a un orden inferior al ser superada por nuestros habituales escándalos políticos, crímenes de portada o por sudafricanos aconteceres futbolísticos en donde no hemos llegado ni como vendedores de confites.
La Reserva de Biosfera Oxapampa - Asháninka - Yanesha considera a toda la provincia y tiene una extensión que supera un millón ochocientas mil hectáreas, e integra a cuatro áreas naturales protegidas; el Parque Nacional Yanachaga Chemillén, la Reserva Comunal Yanesha, el Bosque de Protección San Matías San Carlos y parte de la Reserva Comunal El Sira. Con este reconocimiento el Perú ya cuenta con cuatro reservas de biosfera; la nueva reserva se suma a las del Manu, el Huascarán y del Noroeste reconocidas en 1977.
El vasto territorio de la reserva reconocida este año posee abundantes recursos naturales y una singular riqueza cultural por la coexistencia de los pueblos originarios Asháninka y Yanesha, los descendientes de los colonos austro alemanes y los migrantes andinos. A ello se le suma un capital social emprendedor y comprometido con sus ecosistemas, requisitos fundamentales que permitieron la concertación de los actores locales para elaborar una impecable propuesta que captó el interés y el voto favorable de los evaluadores.
El proceso de construcción participativa de la propuesta, acaparó durante meses el voluntarioso interés de líderes y autoridades distritales y provinciales así como el concurso de técnicos de ONG y profesionales locales; tal vez se deba de reconocer cierta debilidad en la estrategia de socialización del fondo de la propuesta y los alcances del reconocimiento pero, a pesar de ello, en la selva más cercana a Lima, todos entendieron la importancia del hecho, aunque no todos comprendieran su real dimensión y potencialidad.
La función principal de estos espacios es, obviamente, la conservación y protección de la biodiversidad, sin embargo, también se persigue el desarrollo económico y humano de estas zonas, así como la investigación, la educación y el intercambio de información entre las diferentes reservas, que conforman una red mundial. Las Reservas de Biosfera son áreas representativas creadas para promover una relación equilibrada entre los seres humanos y la naturaleza, contribuyendo a satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras.
En el caso de la Reserva Oxapampa - Asháninka - Yanesha, los actores locales (Gobierno Regional, municipalidades, ONG, organizaciones de la sociedad local, comunidades nativas) están fortaleciendo un colectivo entre instituciones del Estado y la sociedad civil que tiene objetivos claros para la gestión de la reserva. Sin embargo, se tendrá que enfrentar retos muy difíciles: controlar la invasión hormiga, la extracción ilegal de madera y la caza furtiva, problemas que podrían vigilarse con un serio involucramiento de las autoridades y comunidades. Por otro lado, y por increíble que parezca, las amenazas más difíciles de contrarrestar llegan desde el sector empresarial formal, que si bien genera divisas y regalías, también ha sido conocido —tristemente— por generar efectos nocivos en el medio ambiente. Si bien no se pude generalizar, sí llama a la indignación el hecho de que el Estado opte recurrentemente por minimizar dichos efectos al tiempo que se hace de la vista gorda ante la escasa generación de empleo y desarrollo local que promueve dicho sector.
Las reservas no están sujetas a tratados internacionales y cada gobierno unilateralmente debe diseñar y aplicar criterios de gestión que permitan mantener las condiciones por las cuales fueron consideradas aptas como reservas de biosfera. Al no existir tratados internacionales de cumplimiento estatal obligatorio ¿cuál será el comportamiento del gobierno peruano respecto a las concesiones mineras, petroleras y madereras que desde la fecha han quedado en el interior de la Reserva de Biosfera Oxapampa - Asháninka - Yanesha?
En la Reserva de biosfera del Manu, las comunidades nativas vienen sufriendo desde hace varios años amargos sinsabores en su relación con las petroleras y empresas mineras. En Oxapampa tampoco estamos libres de sufrir las mismas contingencias. Por ejemplo, para nadie es un secreto que más de una empresa de extracción maderera, camufla furtivamente pies cúbicos de especies maderables procedentes de las áreas naturales protegidas, secreto a voces que no ha podido ser desmentido por los órganos oficiales de control y fiscalización. ¿Mejorarán los mecanismos de vigilancia y monitoreo con la creación de la Reserva? ¿Se asignarán mayores recursos financieros y técnicos?
En el caso de las concesiones petroleras, Pluspetrol tiene contrato vigente hasta el 2035 y hasta la fecha sólo está en fase de exploración. De iniciarse la explotación, ¿qué tan exigente y eficiente será el gobierno central para garantizar el cumplimiento de los parámetros establecidos por el comité de gestión conformado por actores locales? ¿Tendrán los actores locales capacidad de hacerse respetar o serán satanizados como «agitadores» y «enemigos del desarrollo»? ¿Primarán los criterios del desarrollo sustentable local por encima de los voraces intereses económicos transnacionales?
No queremos profundizar en los vericuetos legales de los contratos de concesión que establece el Estado con las grandes empresas extractivas, ni en sus debilidades e inequidades, de eso está hablando bastante el pueblo de La Oroya y la Doe Run, entre otros. Pero sí creemos que se deben iniciar acciones en el terreno político y normativo para que la algarabía inicial por el reconocimiento de la reserva no se convierta en la celebración de un evento que no tendrá trascendencia significativa. En pocas palabras, creemos que el reconocimiento de la reserva es un gran paso para la conservación de nuestros ecosistemas de selva central y eso es digno de festejo, pero de ninguna manera se debe considerar que la tarea ya está cumplida, menos aún si gran parte del país —prensa incluida— nos viene demostrando que es más importante una jornada mundialista que la protección de nuestros bosques amazónicos.
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