Recomiendo que lean el siguiente artículo de Pedro Cateriano publicado en el Nuevo Herald, donde desenmascara las mentiras de la alianza aprofujimontesinista que teme que un gobierno respetuoso de los derechos humanos y enemigo de la corrupción llegue al poder:
Una liberación que encendió la chispa en el Perú
A raíz de la liberación condicional de la ciudadana norteamericana Lori Berenson (condenada por terrorismo), ordenada por un juez, con el informe favorable de la autoridad penitenciaria del Perú, diversos voceros apristas y fujimoristas, afirman falsamente --con fines electorales-- que durante la gestión del presidente Alejandro Toledo, se flexibilizaron las condiciones carcelarias en favor de los terroristas.
Es una campaña sostenida que intenta convertir la mentira en verdad: su vieja táctica. Para esta clase de maniobras los apristas son hábiles e insuperables. Ciertamente muchos -sobre todo los jóvenes- desconocen que durante el primer gobierno del presidente García Pérez (1985-1990) las prisiones fueron centros de adoctrinamiento de los terroristas, porque ellos tenían el control de los penales, tal como lo acreditan los contundentes videos que mostraban cómo los terroristas realizaban marchas en el interior de las cárceles, sin que la autoridad impusiera orden alguno.
Recientemente se ha recordado la escandalosa fuga del cabecilla Víctor Polay y la de varios terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), acontecida a finales de la primera administración de García Pérez. Pero no se ha dicho que el famoso túnel de escape permaneció intacto durante toda la dictadura de Fujimori, ni que se destruyó y selló por determinación del gobierno de Toledo.
En los ocho primeros meses de la gestión del presidente Toledo se adoptaron acciones importantes para imponer disciplina en las cárceles, que hoy apristas y fujimoristas pretenden desconocer. Se impuso el orden en el centro de reclusión de la base naval del Callao, donde se encuentran los dirigentes de Sendero Luminoso y el MRTA. Contra viento y marea, y con la increíble oposición del Ministerio Público, se colocó un locutorio para uso de terroristas como Abimael Guzmán y del asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos.
Tiempo después se dispuso el traslado de Elena Iparraguirre, compañera del líder de Sendero Luminoso, a otro centro de reclusión, quien con Abimael Guzmán gozó de privilegios que Fujimori y Montesinos les concedieron.
Al asumir el gobierno el presidente Toledo, las cárceles estaban totalmente abandonadas y deterioradas, dado que la dictadura de Fujimori no tuvo una política penitenciaria.
Los terroristas no permanecían en sus celdas, ni cumplían las órdenes de las autoridades. Cuando se tomó la resolución de encerrarlos, los sediciosos organizaron una larga huelga a nivel nacional. Finalmente se impuso la ley y los delincuentes fueron nuevamente confinados.
El penal de Yanamayo ubicado en Puno desde la dictadura de Fujimori, estaba semidestruido y bajo control absoluto de los terroristas. Los ministerios de Justicia y del Interior, tuvieron que organizar un gran operativo, con el apoyo de la Policía Nacional, para retomar su control. Se consiguió restablecer el orden, sin muertos ni heridos, gracias a la magnífica actuación de valerosos policías que participaron. Acaso ese hecho irrite a los apristas, que aún no han respondido ante la justicia --a pesar del mandato de la Corte Interamericana de Derechos Humanos-- por la escandalosa matanza en los penales ocurrida en el primer gobierno del presidente García Pérez.
Lo concreto es que el gobierno aprista en este segundo mandato no puede exhibir logro alguno en materia penitenciaria, salvo el obsceno indulto otorgado al prófugo empresario de la televisión, José Enrique Crousillat y la cárcel dorada que le han construido al ex dictador Fujimori, con privilegios que violan la ley.
Hoy la alianza política de apristas y fujimoristas --acaso más siniestra que la constituida con el odriísmo-- intenta convencer a la opinión pública de que ellos representan el orden y son la garantía para enfrentar al terror. Los hechos acontecidos demuestran lo contrario. El Apra --sobre todo-- durante su primer gobierno, demostró ineptitud para combatir al terrorismo, y cuando dejó el poder colocó al país al borde del abismo.
os fujimoristas aplicaron una política antisubversiva, que lamentablemente fracasó. En realidad el éxito no lo obtuvieron Fujimori, ni su secuaz Montesinos. La victoria se logró el día que el general Antonio Ketín Vidal, con un grupo de valientes policías, capturó a Abimael Guzmán, aplicando una estrategia de inteligencia muy diferente a la que el dictador impulsó, y razón por la cual hoy está preso.
(C) FIRMAS PRESS
Jurista y ensayista peruano. Ex viceministro de Justicia en el gobierno de Alejandro Toledo.
A raíz de la liberación condicional de la ciudadana norteamericana Lori Berenson (condenada por terrorismo), ordenada por un juez, con el informe favorable de la autoridad penitenciaria del Perú, diversos voceros apristas y fujimoristas, afirman falsamente --con fines electorales-- que durante la gestión del presidente Alejandro Toledo, se flexibilizaron las condiciones carcelarias en favor de los terroristas.
Es una campaña sostenida que intenta convertir la mentira en verdad: su vieja táctica. Para esta clase de maniobras los apristas son hábiles e insuperables. Ciertamente muchos -sobre todo los jóvenes- desconocen que durante el primer gobierno del presidente García Pérez (1985-1990) las prisiones fueron centros de adoctrinamiento de los terroristas, porque ellos tenían el control de los penales, tal como lo acreditan los contundentes videos que mostraban cómo los terroristas realizaban marchas en el interior de las cárceles, sin que la autoridad impusiera orden alguno.
Recientemente se ha recordado la escandalosa fuga del cabecilla Víctor Polay y la de varios terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), acontecida a finales de la primera administración de García Pérez. Pero no se ha dicho que el famoso túnel de escape permaneció intacto durante toda la dictadura de Fujimori, ni que se destruyó y selló por determinación del gobierno de Toledo.
En los ocho primeros meses de la gestión del presidente Toledo se adoptaron acciones importantes para imponer disciplina en las cárceles, que hoy apristas y fujimoristas pretenden desconocer. Se impuso el orden en el centro de reclusión de la base naval del Callao, donde se encuentran los dirigentes de Sendero Luminoso y el MRTA. Contra viento y marea, y con la increíble oposición del Ministerio Público, se colocó un locutorio para uso de terroristas como Abimael Guzmán y del asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos.
Tiempo después se dispuso el traslado de Elena Iparraguirre, compañera del líder de Sendero Luminoso, a otro centro de reclusión, quien con Abimael Guzmán gozó de privilegios que Fujimori y Montesinos les concedieron.
Al asumir el gobierno el presidente Toledo, las cárceles estaban totalmente abandonadas y deterioradas, dado que la dictadura de Fujimori no tuvo una política penitenciaria.
Los terroristas no permanecían en sus celdas, ni cumplían las órdenes de las autoridades. Cuando se tomó la resolución de encerrarlos, los sediciosos organizaron una larga huelga a nivel nacional. Finalmente se impuso la ley y los delincuentes fueron nuevamente confinados.
El penal de Yanamayo ubicado en Puno desde la dictadura de Fujimori, estaba semidestruido y bajo control absoluto de los terroristas. Los ministerios de Justicia y del Interior, tuvieron que organizar un gran operativo, con el apoyo de la Policía Nacional, para retomar su control. Se consiguió restablecer el orden, sin muertos ni heridos, gracias a la magnífica actuación de valerosos policías que participaron. Acaso ese hecho irrite a los apristas, que aún no han respondido ante la justicia --a pesar del mandato de la Corte Interamericana de Derechos Humanos-- por la escandalosa matanza en los penales ocurrida en el primer gobierno del presidente García Pérez.
Lo concreto es que el gobierno aprista en este segundo mandato no puede exhibir logro alguno en materia penitenciaria, salvo el obsceno indulto otorgado al prófugo empresario de la televisión, José Enrique Crousillat y la cárcel dorada que le han construido al ex dictador Fujimori, con privilegios que violan la ley.
Hoy la alianza política de apristas y fujimoristas --acaso más siniestra que la constituida con el odriísmo-- intenta convencer a la opinión pública de que ellos representan el orden y son la garantía para enfrentar al terror. Los hechos acontecidos demuestran lo contrario. El Apra --sobre todo-- durante su primer gobierno, demostró ineptitud para combatir al terrorismo, y cuando dejó el poder colocó al país al borde del abismo.
os fujimoristas aplicaron una política antisubversiva, que lamentablemente fracasó. En realidad el éxito no lo obtuvieron Fujimori, ni su secuaz Montesinos. La victoria se logró el día que el general Antonio Ketín Vidal, con un grupo de valientes policías, capturó a Abimael Guzmán, aplicando una estrategia de inteligencia muy diferente a la que el dictador impulsó, y razón por la cual hoy está preso.
(C) FIRMAS PRESS
Jurista y ensayista peruano. Ex viceministro de Justicia en el gobierno de Alejandro Toledo.