El proceso popular en Perú

Ricardo Jimenez


El reciente triunfo electoral de la opción popular representada por Ollanta Humala en Perú significó de hecho que la rebeldía electoral del pueblo peruano quebró la voluntad de los grandes poderes económicos, mediáticos y fácticos después de 20 años de su plena hegemonía electoral. Es un avance cualitativo del proceso y movimiento popular que viene recomponiéndose y resistiendo desde su virtual destrucción bajo la guerra interna y el autoritarismo represivo de las décadas de 1980 y 1990.

Ahora, sin lograr todavía, ni mucho menos, recomponerse del todo y alcanzar fortaleza, merced a la urgencia de las mayorías, se ve ante el desafío de pasar de la resistencia a la posibilidad de construcción de lo alternativo. Y nadie puede engañarse, lo hace enfrentando colosales y múltiples dificultades. No sólo las ya anotadas de la feroz conspiración anti democrática de los poderes fácticos y de la propia inexperiencia del movimiento popular para superar la resistencia y avanzar a construir lo nuevo y necesario, sino las enormes y profundas  inercias culturales, como el arribismo y la corrupción, por ejemplo, que amenazan claramente con copar al nuevo gobierno. Ya fue notorio como antes de la segunda vuelta electoral, se multiplicó por diez la cantidad de nuevos “militantes” nacionalistas, muchos de ellos hasta hace poco acérrimos calumniadores de Ollanta y el nacionalismo, y ahora desesperados sin tapujos por ocupar prontamente cargos partidarios y puestos en el nuevo gobierno.

Ciertamente, no puede avanzarse y triunfar de otro modo. Es con los materiales de la realidad, su arcilla y su metal, pero también su barro y su basura, que se construyen procesos populares y no con purismos abstractos y teóricos. Se trata de alcanzar un equilibrio táctico entre la necesidad de incorporar masivamente nuevos sectores al proceso, a sabiendas que muchos de ellos lo hacen por arribismo y corrupción, con la imprescindible necesidad de no dejar que estos elementos tomen la dirección del proceso en ningún frente. Tarea difícil por cuanto el propio Partido Nacionalista todavía es débil en cuadros y estructuras, y ello en el contexto propio latinoamericano de que los procesos populares son por determinación estructural de la sociedad diversos y plurales partidariamente, es decir, actúan de hecho como grandes frentes amplios programáticos, que aglutinan a movimientos, partidos y amplias capas de la población, con todas las fortalezas pero también debilidades que esto implica. Más aún si se toma en cuenta la crucial necesidad de cuadros profesionales y técnicos para una buena gestión pública, y la falta de mayoría en el Congreso, que impone sí o sí flexibilidad y concesiones con otras fuerzas para avanzar en los cambios urgentes.

Este equilibrio, así como múltiples otros problemas, necesariamente han de requerir tiempo para abordarse. Y éste sólo podrá obtenerse aumentando el caudal electoral obtenido (52%), lo cual a su vez únicamente podrá lograrse mediante dos factores cruciales. El primero, la redistribución de la riqueza, a través de los programas sociales directos ofrecidos en la campaña (Pensión 65, Cuna Más, reforma consular para los peruanos en el exterior, etc..), que ha de aumentar el apoyo al nuevo gobierno y el proceso de cambios, en la medida que la votación no ha sido ideológica, es decir, que muchos quienes votaron por el Fujimorismo cambiarán su apoyo al recibir el beneficio directo de la redistribución. En segundo lugar, la resolución de los graves y extendidos conflictos regionales, lo cual implica la urgente aprobación de la Ley de Consulta a comunidades para nuevos proyectos en sus zonas (Convenio 169 OIT) y una radical descentralización con participación activa de los actores regionales, ambas también ofrecidas en la campaña. Son éstas las urgencias imprescindibles, que permitirán ganar tiempo y condiciones para desmontar los obstáculos y avanzar. En ellas se juega la táctica y la estrategia del proceso de cambios y en ellas se pone a prueba la madurez y capacidad táctica del nuevo gobierno y del movimiento popular, sus dirigentes y cuadros.    

Las nuevas encuestas, que ponen al Presidente electo con un inédito 70% de aprobación, gracias a la gira internacional regional reciente, muestran que es absolutamente posible este camino táctico para sortear las inmensas dificultades y debilidades y ganar condiciones de avance. Lo importante es recordar que, sin ninguna duda, se trata de problemas que queríamos tener. Estamos donde queríamos, pasando de la resistencia a la posibilidad de la construcción y eso, para los pueblos, no es poca cosa.