¿Quién salvará a la educación peruana?
Por: Rosa Málaga (ALC)
*La pregunta va lanzada a quemarropa a un grupo de adolescentes. ¿Qué piensan de la educación peruana? Silencio absoluto, algunos bajan la cabeza. Estamos en un taller de comunicación para jóvenes líderes de los barrios del sur de Lima.
Antes se había hablado de boletines y música. La audiencia reverberaba de ideas y propuestas. Los chicos se interrumpían mutuamente para contar sus mejores iniciativas. Pero el tema de la educación los había congelado.
A la salida, algunos intentaron explicar el shock. 'No podíamos hablar-dijo uno- ahí estaba la profesora. Si decimos lo que pensamos podrían haber represalias'.
Para la experta en educación Martha Castillo, del Centro de Estudios Sociales 'Solidaridad', en el Perú se aplica una educación 'para el silencio'. Esa organización hizo un estudio entre adolescentes de varios colegios de Chiclayo con la misma pregunta.
Los resultados son más que reveladores. Para una gran mayoría de escolares, existe un muro infranqueable entre el maestro y ellos. 'No nos escuchan ', 'No nos toman en cuenta', 'Hacen su clase y si no entendemos, ellos siguen igual', fueron algunas de las respuestas.
Castillo afirma que el mundo del aula es misterioso y desconocido, un espacio hermético cuya dinámica es del dominio exclusivo de los maestros. Su análisis va más allá, el desencuentro maestros-alumnos, es el mismo que los escolares encuentran en sus hogares, donde suelen ser ignorados de igual manera por sus padres.
¿Son los maestros los malos de la película?. Para Anna Zuchetti, directora del Grupo GEA, organización ambientalista que brinda algunos programas de educación en los colegios de Pachacámac, a 30 kilómetros al sur de Lima, los profesores están más del lado de las víctimas del sistema educativo.
Es que las aulas de la escuela pública no se parecen en nada a las de los planteles privados que sí brindan una educación de excelencia. Los maestros estatales no sólo están mal pagados sino sufren incontables tensiones y presiones.
La dinámica de la escuela publica es jerárquica y vertical. Los directores son los reyes en un mundo pequeño donde sus órdenes pesan más que la razón y lo único que parece importar es que todo se mantenga tal cual.
Esa rigidez y falta de coherencia hace intocables a los de arriba y muy vulnerables a los de abajo. Cada escalón se somete al inmediatamente superior y tiraniza a los de menor rango. No hay que ser mago para imaginar lo que ocurre en el aula, donde los maestros son los generales y los alumnos, la tropa.
La filósofa Giselle Velarde afirma que el Estado peruano no se siente notificado por la crisis de la educación en el país. Lejos de lo que la mayoría cree, ella sostiene que el principal problema del Perú no está en el campo de la economía, sino en el de la educación.
Hace 30 años el intelectual peruano Luis Alberto Sánchez clamaba, a quien quisiera oírlo, que la clave de un país pobre como el Perú eran sus jóvenes y niños, y su arma de combate, la educación.
El psiquiatra Leopoldo Chiappo, uno de los pocos sobrevivientes de la era de la reforma educativa, en los años 70, sostiene que si bien ese fue el mejor intento por cambiar una educación memorística y mediocre, lo cierto es que fue 'una isla en un mar de incomprensiones'.
Hoy, a menos de un año de las elecciones presidenciales, el tema sigue oculto, como se dejan los males sin remedio. Los reflectores de la política tienen otros objetivos. Mientras tanto los escolares peruanos siguen a la cola de la región y del mundo. ¿Quién podrá salvar la educación peruana?*