Orientaciones y desafíos del nuevo gobierno
Por Desco
A menos de un mes de la instalación del nuevo gobierno y ya avanzada la transferencia administrativa del gobierno saliente, analistas y políticos se interrogan por las prioridades y las principales orientaciones que tendrá la nueva gestión. Los desafíos que ésta afrontará desde el 29 de julio son grandes y complejos, en un escenario en el que será presionado permanentemente desde arriba y desde abajo. Desde arriba, el gran capital no le dará tregua en sus presiones y en su intención de subordinarlo a sus intereses. Desde abajo, la conflictividad social, en particular aquella ligada a las disputas por la minería y los recursos naturales, tampoco le dará pausa; ello sin olvidar que su electorado esperará desde el primer discurso presidencial, señales claras de cumplimiento de sus ofertas electorales: el destino del lote 88, el aumento del salario mínimo, el precio del gas, la ley de consulta y los nuevos programas sociales, entre otras cosas.
Se tratará de un gobierno, hay que recordarlo, que carecerá de mayoría parlamentaria y que contará con una bancada importante, pero no necesariamente bien afiatada y orientada en la misma dirección. Su posibilidad de alianzas en el Parlamento, pero también más allá de él, pasará por sus vínculos con Perú Posible, Acción Popular y Somos Perú, grupos que por cierto, no es que sean especialmente consistentes.
Así las cosas, todo indica que una de las primeras y más importantes pugnas se dará alrededor de la forma y la modalidad que tome la anunciada afectación a las sobreganancias de las empresas extractivas. Como es obvio, aunque varias de ellas ya acepten que a futuro tendrán que aportar más, tratarán de afectarse lo menos posible en nombre de la competitividad del país, mientras que desde el Estado se buscará el mayor aporte posible, porque es obvio que dichos recursos son los que pueden sostener el cumplimiento de varias de las ofertas electorales de Gana Perú.
Pero esa disputa será seguramente paralela a aquella otra ligada a la conflictividad social que no se detendrá. Puno, es el aviso reciente, pero atrás hay un largo etcétera de corto plazo, donde resaltan, entre otros, Tía María (Cocachacra, Arequipa), Sechura (Piura) y el proyecto Inambari (Puno y Madre de Dios). Conflictos, que como en el caso de Puno y Huancavelica, pueden demostrar dramáticamente las consecuencias de la indolencia cuando no la ausencia de Estado y de la fragilidad y fragmentación de la sociedad civil, generando escenarios en los que pueden actuar sectores vinculados en el pasado de alguna manera con Sendero Luminoso, que tendrán que ser aislados y derrotados políticamente.
Además, en el corto plazo está el tema de la gestión pública. Gana Perú requerirá, según sus propios números, cerca de 4000 funcionarios de confianza, para ocupar los casi 18 000 cargos de responsabilidad, en un Estado en el que trabaja alrededor del 7% de la Población Económicamente Activa (PEA), pagados a través de 428 reglas diferentes, con el 25% del presupuesto público. En otras palabras, la gestión de un Estado, que en la práctica, más que transformar hay que crear.
Por si fuera poco están las distintas «bombas de tiempo» que no se cansa de sembrar Alan García cotidianamente, la última de las cuales es el proyecto de ley presentado sobre la escala remunerativa y el régimen pensionario de policías y militares, carente de cualquier provisión presupuestaria en el corto plazo y muy difícil de cumplir en el largo plazo. Esa decisión, que se suma a otras que ocasionaron la retracción del gasto público durante varios meses, parece apuntar a generar gran desorden en el manejo presupuestal, pero también en el necesario equilibrio macroeconómico, alentando expectativas seguramente legítimas, que serían «frustradas» luego por el gobierno de Gana Perú.
Todo ello, sin olvidar la complejidad de la propia familia del nuevo mandatario. La irrupción de Alexis Humala, recibido por altas autoridades y empresarios energéticos rusos, como supuesto representante presidencial, es una pésima señal de una gestión que hizo de la lucha contra la corrupción una de sus banderas electoralmente más significativas, alimentando innecesariamente de argumentos a todos aquellos sectores, parte de la prensa entre ellos, que no le darán tregua en ningún momento al nuevo gobierno.
Así las cosas, es claro que éste tendrá que hilar fino. Que requerirá de un equipo cohesionado desde el primer momento pero que también tendrá que ratificar sistemáticamente su relación con el electorado que le dio la victoria y con la sociedad toda. El nuevo gobierno necesitará, en consecuencia, de un discurso muy claro y de medidas que evitando el riesgo de la polarización que se vivió en el proceso electoral, muestren su disposición al cambio que anunció.