Canciller necesita consejeros

por Herbert Mujica Rojas

No hay que hurgar demasiado como para comprender que el canciller Rafael Roncagliolo no es un faro de luz potente en política exterior. Por tanto es imprescindible que consejeros le orienten para que su desempeño tenga el lustre necesario habida cuenta de la coyuntura que merece escrupuloso manejo como el tema al que Perú ha llevado a Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Sólo el diario oficial El Peruano representa al Estado por escrito y Canal 7 en televisión, por tanto lo que aparezca en el resto de medios pertenece al ámbito del libre albedrío, opinión, con nombres y apellidos de sus responsables. El gobierno, cualquiera que fuese, incurriría en estupidez nefasta si asumiera como propio lo que cualquier particular emite, escribe, afirma o lee.

Ha dicho el canciller Roncaglioso que él no practicará una diplomacia vía la prensa. Si el aserto es válido en los intríngulis con Chile lo es para el resto de competencias en las que tenga que ver el titular de Relaciones Exteriores. Por tanto ¿a cuento de qué tanta alharaca con lo referido al presidente de Ecuador, Correa? Que se sepa no ha sido ningún integrante del gobierno quien emitió conceptos sobre el mandatario norteño, en consecuencia, las supuestas aclaraciones de algo cuya naturaleza es absolutamente privada y en virtud del derecho a opinar, carecen de solidez. Y también de seriedad.

Leí que las virtudes concertadoras servirían no poco al canciller Roncaglioso en su trabajo en la cartera. No estoy muy seguro que las relaciones exteriores sean pasibles de un desempeño tipo sindical o como cuando se negocia un pliego de reclamos cuya diferencia con los contenciosos limítrofes y la jurisprudencia internacional distan bastante.

La diplomacia es parte de la defensa del país. De su especialización y estudio dependen en no poco la paz y el equilibrio internacional. De Perogrullo sí, pero tal parece que hay algunos que aún no comprenden en qué están comprometidos y desbarran por la libre produciendo no sólo risa sino compasión y aprehensión: si así se conduce la nave, no hay duda que las posibilidades de encallar por bobería propia son bastante grandes. Y torpes, hay que decirlo en voz alta.

Perú tiene la oportunidad extraordinaria, desde 1879, de darse su propia respuesta. La guerra de rapiña que Chile planteó al Perú entre ese año y 1883, signó y fracturó no sólo el territorio: también traumatizó el espíritu nacional. Llegada es la ocasión de formular, vía la unidad sólida y espectacular de un Perú de todas las sangres, caminos de horizonte, superando el pasado, recordando la historia para no volver a incurrir en yerros y taras y emprender la búsqueda de la complementariedad que la geografía nos dicta con Chile. Y eso pasa por un equilibrio formidable, la acción conjunta de toda la sociedad peruana y la puesta en escena del inmenso margesí de riquezas humanas, materiales, lacustres, gasíferas, marítimas de que es dueño el país.

Más aún. El frente informativo no ha merecido hasta hoy la atención que urgentemente requiere. Suponer que la diplomacia, alejada de cualquier vínculo con la sociedad, ganará aislada, es ejercicio ocioso y también es persistir en la imbecilidad que Perú pertenece a oligarquías blancas, anticholas, pseudoilustradas y privilegiadoras de status quo racistas y profundamente excluyentes. En buena cuenta, más de lo mismo con resultados y tragedias anunciadas con muchísima anticipación.

En Cancillería debe haber gente hábil y embebida de magnífica instrucción como para adiestrar al titular del portafolio Rafael Roncagliolo. No pueden pasarse por alto dislates recientes y que nos hacen pensar que su inexperiencia conspira atrozmente contra su propia estabilidad en un cargo que debió haber sido cubierto por un capitán de larga foja de servicios y no por una persona que confunde con tanta agilidad los ámbitos estatales y privados.

La libertad de expresión es parte de la construcción democrática. Experiencias en los lustros pasados nos muestran qué ocurre y que basura camina por las calles infestando al país, cuando se la pierde, se la hostiliza o simplemente se la yugula. Y rábulas de esas eras hay aún vigentes muy bien mimetizados. No debiéramos olvidarlo. Por ninguna razón.

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