Roy Gates, las otras agendas

Alexandro Saco

En las decisiones de su absoluta competencia sí es necesario exigirle coherencia entre el discurso y la práctica.

Resulta por lo menos contradictorio que un Presidente que sustentó su campaña en la lucha frontal contra la corrupción de los anteriores gobiernos, opte por designar como su asesor legal al abogado del procesado por el caso más saltante de corrupción del gobierno de Alan García. Y si a ese dato se le suma que Roy Gates ha sido abogado de los intereses de Cataño y de los Sánchez Paredes (los dos “presuntos” narcotraficantes más importantes del país en la actualidad), pues el panorama de la lucha anticorrupción y anti narcotráfico se desdibuja.

De hecho existe toda la intensión de ciertos sectores de infiltrar al gobierno de diversos modos, pero más allá de las explicaciones del Presidente del Consejo de Ministros sobre Roy Gates y sus supuestas capacidades, el hecho refleja o una desconexión grave con el ánimo nacional o una guardia baja por la que se están colando al gobierno personajes con agendas identificadas. Porque si el Presidente se apoya (más allá de su amistad con el referido) en el abogado defensor de los “presuntos” más grandes narcos del país, y a eso se suma el ofrecimiento de uno de ellos de poner sus aviones a disposición para la línea aérea de bandera, pareciera que algunos tienen las intenciones claras.

Cataño, Lourdes, Roy

Algunos cuestionamos que Lourdes Flores haya trabajado para Cataño, y sostuvimos que dirigir la empresa de un “presunto” narcotraficante hería de muerte su postulación a la alcaldía de Lima y en general cuestionaba toda su carrera política; lamentablemente ella nunca asumió su error. Pues ahora mayor la necesidad de que el Presidente asuma el error y separe a este abogado de un cargo tan cercano a las decisiones más importantes. Y es que a ese nivel no hay posibilidad de separar el ser del parecer; o se está del lado de la lucha contra la corrupción o se crea un limbo en el que el también abogado de aquellos que rifaron los lotes del gas, entra por la puerta grande al juego político nacional.

Las paradojas no terminan ahí, sino que involucran otro de los temas bandera de Ollanta en estos últimos seis años: el gas y los recursos naturales. Si ya se habían sembrado ciertas dudas sobre la convicción del gobernante para manejar el destino de los recursos naturales, lo de Roy Gates nuevamente contribuye relativizar esa voluntad. Se dirá que un abogado es libre de defender a quien desee, lo cual es cierto en sus relaciones privadas; pero una vez en lo público lamentablemente lo privado es antecedente, mácula o virtud. Y desde donde se le mire, es totalmente inadecuado que un abogado de lobistas de recursos naturales le hable a la oreja al presidente de nuestro país.

El que no quiera ver

Diera la sensación de que algunos optan por limitar el alcance de la designación de Roy Gates. Acaso en los políticos se pueda entender esa opción por la opacidad ya que sus intereses entran en juego. Pero desde otros frentes, incisivos ante la mínima sospecha de las cuchipandas de la derecha, parece incoherente que hoy se opte por pasar el tema por agua tibia. Se argumentará que el interés mayor es el “proceso de transformación” que se inicia y que no es conveniente afectar la gobernabilidad de Ollanta haciéndole el juego a la derecha; nada más alejado de un cambio que obviar lo urgente. Al contrario, el mejor favor para fortalecer a Ollanta, es mostrarle sus inconsistencias.

Asumo que todos los que apoyamos a Ollanta desde distintos lugares y acciones, lo hicimos porque confiamos en que su empuje se trasladaría así de fuerte a las decisiones clave en los temas difíciles, y también evitaríamos el retorno del fujimorismo y cuestionaríamos el orden económico actual (al menos eso se suponía). Si bien es cierto que las mafias de todo tipo son demasiado hábiles para infiltrase en los predios del Estado, es necesario que el Presidente recupere el ánimo con el que ganó el poder.

El reacomodo de las fuerzas políticas y de los actores de diverso orden de hecho es complejo y el gobernante no puede tener mil ojos y oídos, pero al menos en las decisiones de su absoluta competencia sí es necesario exigirle coherencia entre el discurso y la práctica. Ollanta ya ha demostrado que sabe escuchar y cambiar decisiones, por lo que en este caso ese debiera seguir el mismo camino, para luego designar a un jurista (no a un abogado) sin cuestionamientos como su asesor legal.