Perú. El gabinete Lerner en acción
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Cinco horas duró la presentación del Gabinete Lerner en el Congreso de la República el jueves de la semana que termina. El objetivo —normado por disposiciones constitucionales— debía exponer los lineamientos de política del nuevo gobierno para que estos sean aprobados por el Poder Legislativo. El debate concluiría con una aprobación —o un rechazo— parlamentario a la propuesta fundamentada por el Primer Ministro. En el caso, y luego de la participación de todas las fuerzas representadas en el hemiciclo, la votación alcanzó un sesgo inesperado: no hubo un solo voto en contra y sí más bien 90 a favor, y 33 abstenciones de la bancada fujimorista, que busca perfilarse como la fuerza de oposición al gobierno del Presidente Humala.
Ningún anuncio espectacular sacudió la modorra de los parlamentarios en esta circunstancia, y hubo pocos cuestionamientos al rumbo esbozado por el Gabinete en funciones desde el 28 de julio pasado. Ciertos opositores atribuyeron el hecho a la naturaleza más bien técnica de la discusión y al poco tiempo que tuvieron los representantes de cada grupo para exponer sus ideas. Lo real fue que la derecha se intimidó y optó por capitular en busca de “acuerdos de consenso”.
Lo del carácter “técnico” de la exposición, fue ciertamente un demérito de la misma. Guiado por quienes quisieran hacer un gobierno “no politizado”, el nuevo régimen optó por bajar el tono de la exposición para bloquear la posibilidad de una confrontación engorrosa cuando lo que se requería era ganar tiempo. Lo del “poco tiempo”, sin embargo, no fue una sorpresa. En el debate de los anteriores parlamentos —sobre todo a partir del fujimorato— se redujo significativamente la intervención de los congresistas, a los que se les midió el derecho a parlar, por minutos. Pero eso, en su momento, no generó crítica alguna, sino más bien elogios. Hoy, en cambio, lo mismo es motivo de rezongo.
En este marco, los anuncios del nuevo Gabinete no resultaron particularmente sorpresivos. Lo más resaltante, sin embargo, fue el anuncio del acuerdo al que había llegado con los inversionistas mineros, que aceptaron elevar su contribución al Estado sin necesidad de una norma expresa que la regule. De ese modo, en efecto, las empresas del sector convinieron en elevar su aporte de 500 millones de soles a 3 mil millones, lo que en el transcurso de la gestión del Presidente Humala permitirá un ingreso mayor por valor de 15 mil millones de soles. Hay quienes piensan —y lo ha sostenido el congresista Javier Diez Canseco con fundamento— que el Perú podría obtener no menos de seis mil millones de soles por concepto de sobreganancias mineras, y que empresas importantes como Barrick y Antamina, están en posibilidades reales de aportar sumas mayores. Pero para ese efecto habría que lograr soberanía plena sobre nuestros recursos naturales, lo que puede ser un objetivo, pero hoy no es una realidad.
El acuerdo al que arribara el gobierno con las mineras fue el resultado de una prolongada “negociación”. Para arribar a él, primó en las autoridades la idea de colocar al Estado en disposición de administrar nuevos recursos, y en los empresarios la necesidad de evitar una ley que los obligue a algo que ciertamente no les agrada. El resultado fue un entendimiento alcanzado a partir de mutuas concesiones. En su base, y como acierto del nuevo régimen, se confirma la posibilidad de los consorcios mineros a aportar más que antes, aferrándose incluso a nuevas condiciones.
La decisión, sin embargo, deja vacíos. No todas las empresas tienen igual producción de minerales y similares ganancias. Más justo hubiese sido, no negociar una cifra de conjunto, sino deslindar casos específicos y diseñar obligaciones contractuales de orden puntual para cada empresa. Más laborioso, sin duda, pero más cautelador de los recursos del Perú.
Y es que estamos ante un escenario inédito en el que se ha “disparado” espectacularmente el precio del oro. Abordarlo de manera concreta hubiera permitido exigir más a las empresas del sector, que a otras. Por lo demás, habría ameritado que el gobierno —sobre todo en el marco de la crisis mundial capitalista que tiende a agravarse— adopte medida de protección a la riqueza aurífera disponiendo cautelas del Estado que actualmente no se conocen.
Disponer la riqueza del oro como de valor nacional de carácter estratégico, habría permitido diseñar un marco de política más decidido y audaz pero también más definido. Si otros países de la región se disponen a salvaguardar su oro, ¿por qué no hacerlo nosotros que somos el segundo productor de ese metal en la región y tenemos ingentes reservas que la angurria imperial anhela devorar? Un impuesto a las sobre ganancias mineras tendría más valor que un óbolo voluntario por mayor que fuera.
Cuatro horizontes definidos señalan la ruta que iniciara el Perú en el quinquenio que se inicia: a) crecimiento con inclusión social en democracia b) Igualdad de derechos, oportunidades y metas sociales alineadas con los objetivos del milenio c) Concertación económica y social en el ámbito nacional, regional y local y reencuentro histórico con el Perú rural; constituyeron el núcleo central de la exposición ministerial y jugaron el rol de vigas maestras para el diseño de un nuevo modelo social orientado a la justicia y la equidad.
A ellos se sumarán diez políticas orientadas a transformar al país afirmando crecimiento e inclusión social; empresas estatales competitivas y eficientes, construcción del gaseoducto sur andino que asegure que el gas del lote 88 sirva para consumo interno; soberanía energética; ofertas de política social descentralizadas en el plano de la educación, la salud, la atención al adulto mayor y otros; la política agraria en pro de un desarrollo sostenible y otros temas de significativa actualidad. Bases todas para un edificio de realizaciones que el gobierno se muestra empeñado en ejecutar sin tregua ni descanso. Programas concretos para afirmar la seguridad ciudadana, lucha contra el narcotráfico, combate a la criminalidad organizada y un ataque frontal a la corrupción estuvieron también en el centro de las preocupaciones del Gabinete Lerner y que integran ministros de distintas vertientes, pero unidos por una misma voluntad de realización.
La ausencia de un informe referido al estado en el que las nuevas autoridades han encontrado la gestión pública, fue sin duda otra concesión hecha en aras de una “estabilidad” ciertamente precaria. No entregar al país una visión de conjunto en torno a la herencia recibida podría permitirlo al mandatario cesante -el señor Alan García- vanagloriarse de haber dejado una realidad boyante y una secuela sin reproches. Y el Perú sabe que esa, no es la realidad. Más allá de las cifras triunfalistas de la macroeconomía subyace una lacerante herida de desgobierno y caos que se afirma en la miseria y el abandono de millones.
En la parte final del mensaje se abordó la política exterior del Perú en el periodo que se inicia. Aquí también se perdió una brillante ocasión de diseñar un nuevo rumbo en la materia. Si bien se hizo hincapié en el hecho que UNASUR y la Comunidad Andina de Naciones serán el eje de nuestra diplomacia, se eludió cualquier referencia al grave escenario internacional al que nos conduce la política agresiva y provocadora de Imperialismo que aplasta la soberanía de los Estados, se inmiscuye brutalmente en diversos países de distintos continentes y amenaza severamente la soberanía de Estados Latinoamericanos. Hubiese sido útil en la materia que, al afirmar una política exterior independiente y soberana, se alentara en el escenario internacional una lucha consecuente por la paz entre pueblos y naciones, basada en el respeto a principios fundamentales del Derecho Internacional: la libre determinación de los pueblos y la no injerencia en los asuntos internos de los Estados. Esto último es bueno subrayarlo ahora que las fuerzas de la OTAN, lideradas por Estados Unidos han hecho papilla la independencia de Libia y se disponen a abrir un nuevo frente de guerra contra el régimen Sirio.
El que la Cancillería peruana haya tomado posición ante los hechos que conmocionan a este último país, puede resultar interesante, pero no de limitarse a la condena a un gobierno que reprime a su pueblo, sin poner en evidencia la injerencia de las potencias imperialistas en un tema de exclusivo dominio del pueblo y instituciones sirias. El Estado Sirio, independientemente de sus autoridades puntuales, está sufriendo una brutal ofensiva del Imperio que busca domesticarlo y colocarlo a su servicio. Conocemos los métodos de los que se vale. Hoy se sabe que “la toma de Trípoli” que todos vimos en a tele, fue filmada semanas antes en Q’atar, con escenarios artificiales, actores profesionales y dinero de los servicios secretos yanquis como un modo de anunciar a pueblo libio que su gobierno había sido derrocado y que ninguna resistencia tenía sentido cuando los rebeldes llegaran en los vigorosos y bien armados brazos de la OTAN, y de la mano con la camarilla sionista de Israel.
Resulta importante que el gobierno peruano comience a abordar la política exterior con otros ojos, y no se circunscriba a formulaciones tímidas y generales. Si —como dijo el ministro Lerner— “el cambio que demandan los peruanos está en marcha” hay que hablarles a los peruanos con la verdad en la mano no sólo en lo que se refiere al Perú, sino también a lo que ocurre en el mundo. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe