El reto-respuesta

Moisés Panduro Coral

Hace unos días participé como invitado en un conversatorio sobre centrales hidroeléctricas en la amazonía peruana organizado por el Colegio de Ingenieros de Loreto. Luego de escuchar las intervenciones de los dos expositores que me precedieron pensé que si necesitaba reforzar mi opinión favorable a los proyectos hidroenergéticos Corina y Marañón en debate, entonces más que una presentación con diapositivas, palabras, cifras e imágenes, debería -ante el expectante auditorio congregado- intentar una breve introducción filosófica que nos hiciera reflexionar respecto del momento de nuestra historia en que estamos y, sobre todo, cuál debería ser nuestra actitud frente a ese momento histórico.

Es así que, improvisando y de arranque cité a Arnold Toynbee, filósofo e historiador inglés, al que descubrí en mis lecturas iniciales de Haya de la Torre, quien en su obra “Estudio de la Historia” cambió radicalmente los esquemas cerrados de interpretación de la historia vigentes hasta inicios de la década de los treinta. Antes de la publicación de la obra de Toynbee, la idea generalizada era de que las civilizaciones nacían automáticamente, por generación espontánea, o también por el criterio racial de la preexistencia de razas superiores o, de acuerdo al criterio ambiental, por la influencia del medio ambiente.

La valiosa contribución de Toynbee es la tesis de que las civilizaciones no nacen como producto del azar ni de la predestinación. Nacen por una razón determinada, un impulso con norte en el que el motor principal es la dicotomía incitación- respuesta. En un libro de Haya de la Torre, poco leído por la gama intelectual peruana, “Toynbee frente a los Panoramas de la Historia”, esa dicotomía se traduce como el “reto-respuesta”, según el cual una comunidad o pueblo es estimulada o presionada por un problema, frente al cual ofrece una respuesta creativa que da solución al problema, constituyéndose esa respuesta en un primer paso para el surgimiento de una civilización, o en un paso adelante cuando se trata de la construcción o crecimiento de una civilización.

Toynbee interpretó así la creación de las 21 civilizaciones mundiales que germinaron y destacaron en la historia de la humanidad. Para cada reto, una respuesta. La respuesta debe ser una solución. Ésa es la clave. No me imagino a los forjadores del imperio incaico llorando frente a los cerros y diciendo que es imposible cultivar en esas tierras feraces. No. No lloraron, no se lamentaron. Ese reto tuvo una respuesta creativa que es la tecnología de los andenes, una obra maestra de la ingeniería peruana. Llegaron más lejos. No se condolieron de su suerte, cambiaron su suerte y construyeron Machu Picchu, una de las siete maravillas del mundo.

Tampoco puedo imaginarme a los primeros hombres amazónicos mirando los ríos anchos y caudalosos y quejándose de no poder cruzarlos. La respuesta para vencer este reto fue la invención de la canoa y el remo. Y no se quedaron allí, fueron más allá: se adaptaron al clima, domesticaron plantas, cruzaron los andes, llegaron jubilosos a la costa y brindaron su sabiduría para la formación de otras culturas que poco a poco vamos descubriendo en nuestra rica y compleja historia peruana.

Pero hoy tenemos un reto grande: el de lograr una segunda independencia, alcanzando progresivamente estándares superiores de desarrollo que nos liberen totalmente de la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición crónica, el desempleo, la inseguridad energética, la deuda externa. Nuestro derecho a ser un “pueblo feliz”, definición que lo traigo del libro “Mensaje de la Europa Nórdica” de Haya de la Torre, se sustenta en la explotación sostenible de nuestra geografía y de sus recursos, haciendo uso eficiente de la tecnología moderna, propulsando la equidad social, galvanizando el espíritu indomable que está en los genes que heredamos de nuestros antepasados que no se rindieron frente al desafío de la naturaleza. Todo ello en el marco de la responsabilidad que tenemos como especie humana en pro de la conservación del planeta.

¿Qué respuesta damos a ese reto?.

¿Cree que debemos seguir siendo una nación que se da el “lujo” de importar petróleo para satisfacer su consumo interno gastando 1,500 millones de dólares anuales? ¿Cómo vamos a superar el déficit energético que se nos viene en el 2016 cuando nuestra demanda energética sea de 45,000 GW.h si hoy sólo producimos un poco más de 33,000 GW.h?. Si China tiene 22,000 represas hidroeléctricas, Estados Unidos: 6,575; India: 4,291; España: 1,196; y Brasil: 594, las que han contribuido significativamente a lograr su condición de países desarrollados y emergentes ¿por qué no considerar razonable que el Perú construya 20 o 21 represas hidroeléctricas que le ayuden a vencer su categoría de país con extrema inseguridad energética?. ¿No es acaso una respuesta a ese reto?. ¿O seguimos pensando que nuestra salvación es el virginalismo ambiental y la filantropía de las naciones desarrolladas?.