Universidad Pontificia y Católica
Escribe: Juan Carlos Herrera Tello (*)
La pugna por la Pontificia Universidad Católica del Perú, iniciada por sus hábiles autoridades universitarias contra el Arzobispado de Lima, tiende a consolidar ese distanciamiento. En una entrevista a un medio local el actual Rector Marcial Rubio Correa, demuestra el personalismo en que está llevando la discusión, mientras el Cardenal Juan Luis Cipriani solo pide que se cumpla lo que establece la ley y las convenciones por las cuales funcionan las universidades Pontificias en el mundo. .
Fundaron la Universidad los Padres de la Congregación de los Sagrados Corazones dirigidos por el Padre Jorge Dintilhac, mientras los que firmaron el primer Estatuto de la Universidad Católica del Perú, fueron seis, siendo el padre Jorge el motor de una institución que en el momento en que fue fundada nadie creía y la gran mayoría del mundo académico de la época la tenía relegada. Por eso es recordado Dintilhac, porque él con su infinita fe y su indoblegable lucha por crear una Universidad Católica en el Perú, logró que esta tuviera un sitial importante en nuestro país y lo logró. Por eso cuando se cumplieron las bodas de plata institucionales la obra de Dintilhac fue culminada cuando la Santa Sede le otorga el título de Pontificia, entrando en el exclusivo circulo de universidades Católicas del mundo.
El 26 de febrero de 1917, el Padre Jorge escribe en el diario “El Comercio”: “deseoso de ayudar a los padres de familia en el mejor cumplimiento del máximo de sus deberes y de excitar el celo y asegurar la cooperación de cuantas personas amen al país y comprendan la trascendencia vital de la educación verdaderamente científica e íntegramente cristiana de la juventud, pone en conocimiento del público que desde la fecha queda establecida en esta capital, en el local del colegio de los Sagrados Corazones (Recoleta) una Universidad Católica, a fin de que en ella reciban los jóvenes, cuyos padres lo deseen, una educación intelectual superior tan científica como cristiana”.
Esta es pues la intención de su fundador quien presentó a la sociedad limeña un proyecto netamente católico, respetuoso de las normas educativas de la época, la cual fue adaptándose conforme estas fueron modificándose, pero la Universidad por ser Católica y Pontificia debe pues sujetarse a lo establecido en El Vaticano, sino dejaría de llamarse Católica y Pontificia, como ya sus atribulados directivos están pensando, en caso sigan perdiendo jurídicamente.
La autonomía universitaria en la Pontificia Universidad Católica, puede observarse por lo que dijo el Padre Jorge Dintilhac en su memoria de 1945 que aparece en la Revista de la Universidad Católica del Perú, en su tomo XIV Nº1 de julio de 1946: “Es una institución libre, pero no simplemente particular. Es Una institución nacional por esta triple razón, porque ha sido creada y está unida a la institución nacional por excelencia que es la Iglesia Católica, forjadora de nuestra nacionalidad, creadora de nuestra cultura, sostén de nuestra moral y cohesión sociales…”.
Ante la ausencia por enfermedad del Padre Jorge Dintilhac, Víctor Andrés Belaúnde como Vice Rector da un brillante discurso ante la asunción como Gran Canciller de la Universidad el Cardenal Juan Gualberto Guevara en 1946:
“Nos ufanamos del título de Pontificia que consagra nuestra unión a la Cátedra de Pedro. Este título queda hoy refrendado porque asume la alta dirección de la Universidad el Arzobispo de Lima …”
“En esta ocasión solemne, cumplimos el grato deber de rendir a Vuestra Eminencia acatamiento como a nuestra Primera Autoridad y de ofrecerle nuestra más decidida colaboración y lealtad.”
“Autonomía que nos corresponde por derecho inalienable, y que respecto de nosotros, tiene un doble fundamento: en el orden económico, porque somos una institución de iniciativa privada y en el orden moral porque pertenecemos a la Comunidad Espiritual que es el alma de la nación forjada en cuatro siglos de cultura católica. No somos una institución de Estado pero si somos una institución nacional.”
Juan Gualberto Guevara, responde las palabras de Víctor Andrés Belaúnde y dice: “Entre los oficios que me competen por razón de mi cargo pastoral, figura el de Gran Canciller de esta ilustre Universidad oficio que yo estimo como uno de los más importantes de mi ministerio y al que estoy dispuesto a concederle todo el interés que pide su alta finalidad”. Más adelante añade: “Por la purpura cardenalicia me siento más vinculado a ella, dada su honrosa condición de Universidad Pontificia.”
“Bien por vosotros señores catedráticos, por vosotros alumnos y sobre todo por aquella alma grande, el P. Jorge a quien la Pontificia Universidad Católica del Perú saluda como a su padre y fundador”. Finalizando su discurso, dice: “fe en el triunfo mediante el trabajo constante, disciplinado y fecundo; y caridad que enlaza voluntades, que hace de profesores y alumnos una sola familia, que respeta jerarquías y mantiene la unidad, el orden y la disciplina. Así responderéis ampliamente a los tres dictados de esta Universidad: Nacionalista, Católica y Pontificia”.
Si una institución es creada con fines y derroteros expresos. Preferimos al Rector Dintilhac y a su vicerrector Víctor Andrés Belaúnde, ninguno de ellos han ofrecido papelones jurídicos y menos han inscrito a la Universidad como si fuese una marca, porque estaban seguros de los lineamientos que seguían, especialmente el continuar bajo la autoridad de la Iglesia Católica, y eso es lo que dice también el Arzobispo Guevara en su discurso de asunción del Gran Cancillerato, del cual hemos transcrito algunos párrafos.
La esencia es esta: Nacionalismo, Catolicismo y Educación. Y lo decía el mismo Gualberto Guevara de quien nadie podría dudar de su patriotismo ya que fue uno de los sacerdotes expulsados durante la chilenización de Tacna y Arica y el último peruano en celebrar una misa en la iglesia matriz de San Marcos de Arica en momentos terribles para la población civil de aquellas provincias. Ante la falta del Estado peruano allí estuvo presente la iglesia Católica con sus sacerdotes manteniendo el fuego sagrado de la patria.
Lo que hoy tenemos solo es patético, un rector que pierde en todas sus instancias lo que él creía un derecho vulnerado; perdido como está se niega a aceptar el fallo y todavía solicita para dialogar que a quien emplazó desista de hacer valer ahora su derecho. Digno ejemplo de lo que NO debe ser imitado y menos ser ejemplo y autoridad de una Universidad que tiene el prestigio que hoy sus autoridades se empeñan en destruir
(*) Abogado