¡La corrupción del silencio!
por Herbert Mujica Rojas
Al conjuro de la invocación que hiciera el presidente de la ANR, Orlando Velásquez Benítez, de remozar la imagen de esa entidad, me hice eco de ese anuncio y comencé, tres semanas atrás, a escudriñar sobre múltiples temas a ella concernientes y fui pródigo en la difusión de los mismos por la simple razón que para eso servimos los periodistas: para informar. Pero empecé a encontrar irregularidades varias y hasta misteriosas porque nadie ¡ni la ANR! se digna a explicar a la comunidad pública de qué se tratan.
Por ejemplo, ¿cómo así que para la elaboración del carné universitario, la ANR sólo licita de forma abierta tres o cuatro procesos que apenas importan el 30% del presupuesto asignado?
Como es lógico, hay derecho a preguntarse ¿por causa de qué la Universidad de Ingeniería, y para el mismo cometido del carné, se lleva la del león y sin licitación alguna, por el monto de 70% del presupuesto? ¿por el convenio entrambas instituciones? ¡Qué interesante! Cualquier observador repararía en que hay desproporciones a ojos vista: 30% con licitación y 70% con convenio con dedicatoria y con ¡fondos públicos!
Por lo menos, la transparencia está más o menos de vacaciones como la información que debiera proporcionar la ANR, también. Y me he preocupado de hacer llegar a todos sus directivos, cada uno de los artículos que están también enunciados en la presente nota.
Con la excepción de un parlamentario que ofreció indagar sobre estos raros casos en la ANR, la comunidad estudiantil universitaria, principal afectada por la demora en la entrega de carnés y su seguridad de alto nivel; las autoridades judiciales o tributarias; o el ministerio de Educación o el Congreso y su respectiva comisión responsable, nadie pareciera darse cuenta de qué está en juego. La Asamblea Nacional de Rectores debía supervisar con eficiencia impecable la confección de los carnés y diplomas. Pocos días atrás, el presidente del Poder Legislativo, Daniel Abugattás, dio cuenta al país que algunos empleados de su dirigida habían falsificado títulos, es decir eran fraudes ambulantes. ¡Y ni por eso y por el detalle de que hemos dado cuenta, dicen ni chis, ni mus!
País raro el nuestro: lo sabido, de puro sabido, se olvida con mucha, pero mucha rapidez.
¡Ni que se diga del periodismo en cualquiera de sus versiones! Hay una vocación suicida para poner de relieve la crónica roja con sus suicidios, violaciones, crímenes, asaltos, estafas, monras y demás etcéteras que los extraos que ocurren en una entidad que está a cargo de la custodia del nivel académico, profesional y administrativo de más de 50 universidades ¡no importa un miserable ardite!
De repente el yerro ha sido nuestro y como en Perú papelito manda, entonces haremos llegar al presidente de la comisión congresal, al presidente del Legislativo y si fuera posible, al mandatario Ollanta Humala, copia de todos los textos para ver si así nos obsequian algo de atención para con un asunto tan delicado como la entidad directriz de las universidades del Perú, la ANR.
¿Qué no hay temas en Perú al margen de los bajos fondos? Me temo –y con gran satisfacción- que sí existen y uno de estos apunta a la ANR, sin hesitación alguna.
La radiografía, severa, exhaustiva, puntual y plena en aportes de solución, escrita por el Sindicato de Trabajadores de la ANR, y que también hemos publicado, da cuenta de la tremenda seriedad del acápite.
Pero el periodista, el de garra y fuste, debe ser como el carbonero que no cesa de echar mineral a la locomotora para que siga andando y procurando la conquista de su derrotero. Y sobre eso no hay libro u opinión que pueda desviarnos del noble propósito difusor.
¿No es el silencio, también, otra forma de corrupción?