Perú: se agudizan las tensiones sociales
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Dos acontecimientos ocurrieron en el Perú en la semana que termina: la movilización popular del pasado miércoles, y la estrepitosa derrota de la oposición que fracasó en su intento de quebrar a la ministra de la mujer, Aída García Naranjo. A sacar lecciones de ambos hechos.
Alrededor de medio millón de personas se movilizó el miércoles 12 de octubre por calles y avenidas de la capital peruana y 18 regiones del interior del país, con el propósito de respaldar al proceso iniciado en el país con la asunción del mando del presidente Ollanta Humala Tasso.—
La manifestación popular —la más grande en lo que va del Siglo XXI— podría compararse tan sólo a las masivas manifestaciones obreras convocadas bajo la bandera de la CGTP en los años del gobierno del general Velasco Alvarado, cuando en el Perú se impulsaban transformaciones de innegable contenido patriótico y antiimperialista.
Esta vez, la cita también fue convocada por la Central Sindical que asumió la tarea de concertar voluntades con distintas instituciones y organizaciones que se sumaros entusiastas a la acción que sólo en Lima reunió alrededor de 100 mil personas.
En diversas ciudades del Perú la manifestación se hizo en horas de la mañana, concitando gran interés en la ciudadanía. En Arequipa, Chimbote, Cusco, Huaraz, Chiclayo, Huancayo, Trujillo y otras ciudades, decenas de miles de manifestantes desfilaron en medio de gran fervor lanzando consignas de apoyo al gobierno y demandando profundizar las medidas antioligárquicas y anti imperialistas planteadas por el Presidente Humala.
Fue este un signo claro marcado por la presencia de las masas en las calles: la gente no solamente respalda al régimen, sino que convoca a enfrentar a pie firme —y derrotar— la ofensiva política de la reacción, que se empeña en dar al traste con la orientación del nuevo mandatario. Banderolas y pancartas no solamente lanzaban consignas de respaldo al gobierno, sino denunciaban la política patronal orientada a provocar a los trabajadores y crear conflictos artificiales como una manera de sabotear los programas de gobierno en marcha.
“Ambev Perú–Brahma no paga utilidades”, decía un cártel mostrado por centenares de trabajadores de esa empresa cervecera hoy en huelga. “Basta ya de corrupción”, se escuchaba a viva voz; “Cerro Verde en huelga, por justicia y dignidad”, mostraban los mineros de ese yacimiento; ”Ollanta, escucha, el pueblo está en la lucha” decía otra consigna dictada por los trabajadores mineros de Cerro Verde que acatan otra medida de fuerza en demanda de atención a legítimos reclamos. “Ollanta, amigo, el Perú está contigo” era la consigna esgrimida por los pobladores de Huachipa, seguida multitudinariamente por millares de voces en calles y plazas de la capital.
Mineros, azucareros, obreros de la Construcción, servidores de almacenes comerciales, maestros de escuela, trabajadores de la salud, empleados públicos, profesionales, pequeños y medianos empresarios y comerciantes, madres de los comedores populares, estudiantes de las universidades y de la educación secundaria; pero también personalices del arte, la cultura y la ciencia se dieron cita en esta fecha en la que se recuerda, al mismo tiempo, el antiguo “Día del Descubrimiento de América” y que hoy ha devenido en una fiesta de Interculturalidad en las que todos los pueblos hermanan sus vidas y sus experiencias buscando la alianza natural de naciones hermanas severamente agobiadas por la vigencia de un “modelo” neo liberal, ajeno por completo a los intereses de los pueblos.
En un verdadero mar de carteles, banderas, fotos y llamamientos, las consignas más sentidas de los pobladores se referían al trabajo, salarios, condiciones de vida y abusos empresariales que se expresan en despidos, desconocimiento de los derechos de sindicación, negativa a atender pliegos de reclamos y atropellos contra los trabajadores y sus dirigentes. Y se orientaban a insistir en la imperiosa necesidad de una reorganización integral del Ministerio del Trabajo que fuera convertida nuevamente por el fujimorato en un antro de empresarios autoritarios e insensibles a las demandas laborales de los trabajadores. Aludían, igualmente a la lucha contra la corrupción y a la necesidad de enfrentar y derrotar la política mafiosa del pasado reciente.
Esta movilización se produjo en buen momento. Cuando se agudizan las tensiones sociales y la reacción insiste en su campaña contra Aída García Naranjo, la titular del Ministerio de la Mujer. A ella, no pueden censurarla en el Congreso de la República porque carecen de argumento para ello y porque no tienen los votos suficientes para ese propósito —en la votación parlamentaria, perdieron por goleada—. Pero quieren “ganarle la moral” y obligarla a renunciar, como si ésa fuera una exigencia de la población.
Ciertamente que no lo es. No solamente porque la titular del Portafolio de la Mujer tiene apenas 70 días en el cargo, sino porque desde la campaña electoral misma la “Mocha” —como se le conoce popularmente— ha mostrado fuerza, coraje e inteligencia para defender las causas más justas y lidiar contra la ofensiva del enemigo.
Siendo reconocida vocero del candidato Ollanta Humala, nunca renegó de su opción socialista. Y en un país en el que el Transfuguismo se ha convertido en una verdadera institución, la lealtad a los principios y la consecuencia con los valores que se inculcan y se asumen; son reconocidos como elevados méritos por la gente de la calle. Por eso, entre las banderolas que desfilaron en calles y plazas, resaltaba una que decía: “¡Mocha dignidad!”
En las manifestaciones se hizo evidente, tanto en Lima como en el interior del país la solidaridad activa de la población con la ministra que viene resistiendo con firmeza los embates de la Mafia y sus acólitos, el tiempo que el Presidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner, ratificó la confianza del gobierno en la funcionaria.
Al término de la movilización, el Presidente del Congreso recibió a los manifestantes en la laza pública —la histórica y simbólica Plaza Bolìvar— y luego una delegación de dirigentes sindicales se entrevistó con el Presidente Humala en Palacio de Gobierno.
En los noticieros de la televisión de la noche, la resonancia de la marcha fue eclipsada. Las primeras planas aludieron a un doloroso accidente vehicular ocurrido en la localidad de Carapongo, en la cercanía de Lima, con la secuela de cinco muertos; y a la “puesta a derecho” de Abencia Mesa, una cantante acusada de autoría intelectual de un crimen. Para ciertos medios, el acontecer cotidiano tiene mayor importancia que el rumor de un pueblo que despierta.
Es previsible entonces que la campaña de los medios continúe, pero tanto el gobierno como la población, no se sienten en disposición de ceder. De ese modo, crecerán las tensiones, signo inequívoco de la agudización de la lucha de clases. En ese marco, la marcha del pueblo asoma como una expresión de primera importancia para el futuro del país.
Esta marcha —que marcará el inicio de muchas y nuevas movilizaciones del futuro— no puede interpretarse por cierto, como adhesión incondicional ni “cheque en blanco”. Expresa, en todo caso, una firme voluntad de apoyo a la aplicación de un programa que responda a las necesidades del país y de la población; y un claro deseo de ayudar al gobierno a cumplir los compromisos que ha adquirido con los peruanos. En tal sentido, no constituye una adhesión pasiva, sino la voluntad de participar activamente en las tareas y luchas que la situación plantea.
Ambos elementos muestran un claro retroceso de la reacción. Las fuerzas progresistas pueden —y deben— entonces, para a la ofensiva.
Para que elementos como estos confluyan, es necesario, simplemente, que el gobierno confíe en el pueblo y acuda a él con la seguridad de encontrar allí la fuente de su inspiración política. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe