Neoliberalismo y autoritarismo

por Xavier Caño Tamayo (*)

En España, el Partido Popular puede ganar las próximas elecciones. Más neoliberal que el PSOE y heredero del franquismo, un autoritarismo feroz e implacable que fue condenado por Naciones Unidas en 1946. En 1948, la ONU denunció de nuevo el franquismo porque “en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco era de carácter fascista, impuesto al pueblo español por la fuerza”. Y en 2006, el Consejo de Europa también condenó la dictadura de Franco por “las múltiples y graves violaciones de derechos humanos cometidos en España por el régimen franquista de 1939 a 1975”. Violaciones como la desaparición forzada de 114.000 personas, como ha denunciado Amnistía Internacional.

 

Que un partido neoliberal, que apenas oculta su vocación autoritaria acorde con su origen franquista, gobierne en España, no es cuestión local. Desvela el declive europeo hacia el autoritarismo y no solo por una mayor presencia de partidos de extrema derecha en los parlamentos. Ejemplifica la deriva de la neoliberal Unión Europea, porque el capitalismo neoliberal tiende al autoritarismo por su propia razón de ser. Y, cuanto más neoliberalismo, más riesgo de autoritarismo. El poder financiero no sienta las bases de un nuevo orden autoritario recurriendo a militares salvapatrias. Pero afianza el bipartidismo (cada vez más corrupto) que distorsiona la voluntad política ciudadana, vacía de contenido la democracia y pone a su servicio una casta de políticos profesionales que se sirve a sí misma y a sus señores. Esa degeneración de la democracia es la que denuncia el movimiento de los indignados cuando proclama: ¡No nos representan!

La democracia pierde significado cuando no se respetan los derechos humanos y se vacía de contenido si se perpetra una sistemática y masiva vulneración de derechos humanos con el pretexto de la estabilidad presupuestaria u otro. Porque los derechos se respetan o no se respetan y, si no se sirven los intereses de la mayoría ciudadana, no hay democracia que valga. No hay término medio, atenuantes ni excepciones. Y no se respetan los derechos cuando un gobierno (el griego, por ejemplo) acepta del poder financiero (por boca del FMI y Comisión Europea) reducir el ya escaso salario mínimo de 750 euros mensuales a 500, tras innumerables agresiones a los derechos sociales de los griegos. Y es que, según la propia Declaración Universal de Derechos Humanos, “todos los derechos son universales, individuales e interdependientes y están relacionados entre sí”, y, si se violan unos, se acaba vulnerando otros.

Hoy, los derechos humanos a la salud y educación son diana preferente de los furibundos ataques del poder financiero, cómplices y servidores. Carlos Martínez Villarejo, antaño Fiscal Anticorrupción de España, ha denunciado que ni crisis ni déficit justifican nunca la destrucción del derecho a la salud ni del derecho a una vida digna, al tiempo que recuerda que las políticas sanitarias que violen el derecho a la salud, por recortes presupuestarios, puede ser delito.

Pero no solo se violan derechos sociales. La brutalidad policial contra el movimiento de los indignados; la manipulación informativa sistemática sobre quienes se oponen a la democracia vaciada, así como la persecución de quienes defienden la justicia y la democracia real son síntomas del retorno al autoritarismo. Un hecho lo ilustra.

La Audiencia Nacional citó a una veintena de jóvenes por su presunta participación en el bloqueo de protesta  del Parlamento de Cataluña en el que hubo algún incidente violento. Enterados de la citación, esos jóvenes fueron libremente al edificio judicial de Barcelona, pero los antidisturbios de la policía catalana (Mossos d'Esquadra) invadieron violentamente el edificio y detuvieron a los jóvenes ¡que se presentaban voluntariamente ante el juez!

Los derechos cívicos y políticos también son vulnerados, pero no solo en España. El delirio neoliberal autoritario, por ejemplo, lo protagoniza la ministra británica de Interior, Theresa May, que pidió derogar la ley de derechos humanos del Reino Unido.

Hoy, la minoría rica privilegiada (poder financiero y cómplices) no recurre a militares miserables para ejecutar sus planes autoritarios. Utilizan la policía para reprimir la oposición, controlan los medios de comunicación masiva para ocultar y falsear la realidad, dominan las entidades económicas internacionales (que nadie ha elegido) y manejan los gobiernos. Así vacían la democracia, aunque dejen la carrocería de la misma para dar el pego.

La ciudadanía ha de actuar. O sufriremos de nuevo sistemas autoritarios, aunque maquillados de democracia ritual.

(*) Periodista y escritor, Cetro de  Colaboraciones Solidarias