La democracia formal: Lo que aparenta y lo que realmente es
Por Cristian Gillen
El sistema de democracia formal vigente en el Perú, que es el que ha universalizado el Imperio, ha mostrado a través del tiempo altos índices de corrupción, ineficiencia para contribuir a solucionar los grandes problemas nacionales (pobreza, desigualdad, educación, salud, medio ambiente, entre otros) y un sesgo marcado a favor del capital.
Lo antes señalado se ha expresado a nivel fenoménico en el nombramiento de congresistas con antecedentes penales y/o oscuros que, dentro de la lógica instrumental imperante que hace primar el individualismo metodológico, ha llevado a señalar que son casos puntuales debido fundamentalmente a un mal proceso de selección llevado a cabo por los distintos partidos políticos que participan en la contienda electoral. Por lo tanto sería un problema funcional que puede resolverse sin cuestionar a nivel esencial el sistema democrático vigente.
Igualmente, se ha observado que la forma de operar del parlamento disocia el proceso de formulación de las leyes y otros productos políticos, donde prima la retórica, de la implementación, que por lo general es función del Ejecutivo (en muchos casos, el Ejecutivo también legisla a través de decretos de urgencia, lo cual ha potenciado la corrupción).
Además de la separación marcada entre la elaboración y la ejecución, el funcionamiento del parlamento ha dado grandes señas, por un lado, del divorcio entre el trabajo de los congresistas y el pueblo que los eligió, y por otro, de los lazos estrechos entre los grandes empresarios y sus instituciones y los miembros del congreso.
Todo lo planteado, debido a que siempre se analiza a nivel de la superficie por la lógica instrumental que impera, conduce a críticas parceladas que se olvidan del todo, y que no tocan la esencia de la problemática a la cual se enfrenta la democracia formal actualmente existente.
Si examinamos esta democracia mediante una lógica dialéctica, que rompe con el positivismo y el individualismo metodológico, veremos que lo que percibimos como problemas aislados y funcionales son producto de la forma en que está estructurado el denominado sistema democrático y de la modalidad que adquiere su reproducción. La democracia representativa, a través del congreso, media las relaciones entre el capital y el trabajo, pero con un sesgo claro a favor del capital, con el fin de contribuir al proceso general de reproducción del capitalismo. Si no fuera así, la acumulación económica del capital y también cultural no podría realizarse. El capitalismo necesita de un sistema político que se ajuste a su lógica de funcionamiento, pero con la opacidad suficiente para que se piense que representa a todos los grupos sociales por igual.
Una vez que se comprende que la democracia no es neutra, en tanto favorece a nivel esencial al capital, se puede entender mejor el caso de la corrupción en general, que este tipo de sistema propicia, y sus síntomas, como el caso de los congresistas corruptos. Estos representantes, que tienen que costear sus campañas y que, por lo general, provienen de la burguesía local, tratan de recuperar su inversión y/o favorecer las actividades empresariales o profesionales de donde provienen. Y cuando tratan de defender a los trabajadores y/o a los grupos sociales más pobres, lo hacen de la perspectiva de no poner en juego la reproducción de las relaciones sociales capitalistas, es decir no ir en contra de las inversiones que son fundamentales para que el capitalismo se desarrolle. Ello, a su vez, mostraría a nivel cuantitativo y de las apariencias los supuestos logros de los congresistas, creando las condiciones para su posible reelección.
La separación entre la formulación de los distintos productos políticos y su implementación es, para inducir a la población a creer que la retórica, que se da en la elaboración, sería garantía de que todo el proceso es democrático. La realidad concreta muestra que el ritual democrático que se realiza en el parlamento no expresa la esencia de la realidad (aunque su lógica de actuar logra confundir), por cuanto el proceso de la ejecución invalida toda capacidad de actuación de los ciudadanos y sujetos. Prima en esta fase la jerarquización burocrática que propicia la prepotencia y la corrupción. La interpretación de la ley por el burócrata encargado depende muchas veces de la coima del agente afectado por la legislación.
Como se podrá deducir de la breve exposición anterior, el problema de los congresistas corruptos, o de la corrupción en general, así como de la lógica capitalista que tiene la democracia en su operación y reproducción, no podrá remediarse con medidas parciales y/o con soluciones que no rompan con la lógica contradictoria y cínica de la democracia formal vigente.