China y EE. UU.: Las hojas de ruta
por Pepe Escobar
Mentes inquisitivas repartidas por todo el mundo se han estado preguntando si las élites de Washington se mueven desganadamente hacia Pekín, como pensando en terminar por enfocar a China como el máximo chivo expiatorio y catalizador de la Guerra Prolongada bautizada por el Pentágono.
Es como si Iraq y Afganistán, para no hablar de Libia y de la lucha por los recursos africanos, fueran simples peones en la partida maestra de ajedrez del Siglo XXI entre EE. UU. y China.
La Primavera Árabe, en sus tempranos capítulos tunecino y egipcio, creó la impresión de que había terminado el ‘choque de civilizaciones’ promovido por los neoconservadores.
Pero la carrera de 2012 a la Casa Blanca ha revelado que vuelven los muertos vivientes. Con el agregado inquietante de que Washington se reserva el derecho a los primeros ataques nucleares contra cualquier competidor que pueda enfrentarlo, China y Rusia.
De manera que es hora de dar marcha atrás y examinar cómo interpretan en futuro las dirigencias de Washington y Pekín.
La Prueba A es el Desarrollo Pacífico de China, un ‘Libro Blanco’ publicado por la Oficina de Información del Consejo de Estado, el gabinete que está al centro del sistema en Pekín.
La Prueba B es el Siglo del Pacífico de EE. UU., un ensayo con un título ingenioso publicado por la revista Foreign Policy y escrito por la “superestrella global” (según CNN) y practicante del poder inteligente, la secretaria de Estado de EE. UU. Hillary “Fuimos-vimos-murió” Clinton.
Alentamos a los lectores a que lean ambos documentos y saquen sus propias conclusiones.
No agites mis aguas
Primero, una palabra sobre cómo trabaja Pekín. El Comité Central de 370 miembros –que incluye a ministros, dirigentes provinciales, los máximos jefes castrenses, jefes de compañías estatales– es una especie de mega-consejo de directores del Partido Comunista Chino.
El Comité Central selecciona al Politburó de 25 miembros. Y el Politburó selecciona al Comité Permanente, la máxima cúpula del poder. Es correcto suponer que el libro blanco fue encargado y aprobado por esos señores.
El Politburó y el Comité Permanente son responsables del estricto control del Partido Comunista sobre el Estado chino, la economía, la administración pública, las fuerzas armadas, la policía, la educación, los medios, y por último pero no menos importante, la cuidadosamente construida narrativa oficial de cómo China terminó por liberarse de repetidas humillaciones históricas por extranjeros y es ahora una civilización resurgente.
Ver el nuevo cinema chino, el film Ip Man, cuenta la historia de China bajo ocupación japonesa y al mismo tiempo retraza la vida del maestro chino en artes marciales, el incontestable profesor Yip Man, que enseñó a Bruce Lee.
El libro blanco tiene un objetivo claro como el agua: explicar a Occidente el modelo chino, y las sutilezas alucinantes del “socialismo con características chinas”.
El libro tiene como objetivo al público de Washington y Londres, París, Berlín y Roma.
Sin embargo, el hecho que apenas notaron los medios corporativos occidentales –y ni hablar de mencionarlo– es que el documento ya comienza a inquietar.
El libro blanco subraya la “fuerte conciencia colectiva” de China y su “sentido de responsabilidad social” así como la “multipolaridad” de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, en una señal sutil hacia Washington, rechaza una “peligrosa mentalidad de guerra fría y caliente”.
En la narrativa de Pekín prevalecen tres temores principales:
1. Una mentalidad endurecida de Guerra Fría que ciega a Occidente;
2. La posibilidad de una guerra comercial con Occidente;
3. Luan (“caos”) del tipo político, provocado por extraños resentidos por el fenomenal éxito económico de China.
Incluso al discutir la política exterior, el documento deja en claro que la máxima prioridad de China es la estabilidad interior.
La interpretación china de la inversión extranjera, por ejemplo, es que es bienvenida mientras realce la estabilidad interior.
Por tanto, todo está subordinado a un “desarrollo armonioso”, la doctrina clave del presidente chino Hu Jintao.
El cinema chino hizo una segunda parte de la película Yip Man (2) en donde esta vez la lucha es contra el colonizador británico, la arrogancia inglesa y la recuperación de Hong Kong al territorio patrio en 1997, film basado también en hechos históricos del país.
“La máxima prioridad de China es la estabilidad interior”
Eso incluso implica, en el futuro, mecanismos que permitan al pueblo chino “supervisar al gobierno” – algo que en Occidente puede ser interpretado como democracia, aunque no tenga que ver con la de Escandinavia.
Aunque Pekín se preocupa interminablemente por la estabilidad, el documento también subraya lo peligrosamente fácil que sería que una crisis económica global obligara a los países –otra señal hacia Washington– a ir a la guerra.
Por lo tanto, Pekín quiere esencialmente “un desarrollo pacífico sobre todo económico en un mundo multipolar pacífico”. Sin embargo la pregunta del millón es si el Occidente “atlanticista” occidental permitirá que tenga lugar.
Las preocupaciones de Hillary
El ensayo de Hillary seguramente expresa los puntos de vista del Departamento de Estado, que no son necesariamente compartidos por el Pentágono y la CIA.
A pesar de toda la retórica de poder inteligente, pone el acento en “el continuo liderazgo estadounidense hasta bien avanzado este siglo”.
Pekín también se sentirá ligeramente molesto porque “nuestras alianzas con Japón, Corea del Sur, Australia, las Filipinas y Tailandia constituyen el punto de apoyo para nuestra acción en Asia-Pacífico”.
Hillary se siente obligada a dar una señal a sus “homólogos chinos, el consejero de Estado Dai Bingguo y el ministro de Exteriores Yang Jiechi”, ya que han estado involucrados en “discusiones francas sobre importantes desafíos como Corea del Norte, Afganistán, Pakistán, Irán, y los eventos en el Mar del Sur de China”-
“Desafíos” es el eufemismo del siglo: China y EE. UU. están en feroz desacuerdo sobre todos esos asuntos.
Hay una medida de vanas ilusiones, como en “esperamos que China dé pasos para permitir que su moneda aumente de valor más rápidamente, tanto respecto al dólar como a las monedas de sus otros socios comerciales de importancia”.
No sucederá, y Pekín ya lo ha dejado en claro.
En un error freudiano, Hillary hizo saber que “Europa, el emplazamiento de la mayoría de nuestros aliados tradicionales, sigue siendo un socio de primera línea”. Y luego, “avanzamos para preparar la escena para el acercamiento con Asia-Pacífico durante los próximos 60 años”.
¿Cómo será entonces una relación especial con Europa y solo “acercamiento” en Asia- Pacífico?
A diferencia del intento de Pekín de encarar las preocupaciones de Occidente en su libro, a Hillary parecen interesarle solamente los estadounidenses.
Lo que no dice, pero implica, tiene más impacto que el propio texto. La eterna noción de EE. UU. como la nación indispensable. El sentimiento apenas disimulado del “peligro” en relación con el ascenso de China. EE. UU. en Asia como una benevolente potencia extranjera.
Pekín se habrá dado cuenta de que no contiene una sola palabra sobre la iniciativa global de Washington de controlar las fuentes de petróleo restantes, mientras trata de dificultar la vida a Pekín lo más posible.
Ni una palabra sobre el “arco de inestabilidad” definido por el Pentágono: del Magreb –ya lo adivinasteis– a China Occidental.
Ni una palabra sobre la “necesidad de estabilidad estratégica” en el Océano Índico, que pondrá a EE. UU. en un camino de enfrentamiento no solo con China sino también con India.
“A diferencia de Washington y Teherán, que nunca hablan entre ellos, por lo menos Washington y Pekín están hablando, aunque sea un diálogo de sordos”.
Ni una palabra sobre la estrategia marítima de 2007 de la Armada de EE. UU., una "presencia sostenida, avanzada” en el Océano Índico y el Pacífico Occidental. O la “Visión y Estrategia” de 2008 del Cuerpo de Marines de EE. UU. –que cubre hasta 2025– que define el Océano Índico como un escenario de conflicto privilegiado.
Pekín ya ha anunciado sus intenciones pacíficas. Pero cuando mira hacia África y ve que su comercio y sus acuerdos comerciales son contrarrestados por un impulso de militarización dirigido por el Pentágono, la conclusión es obvia.
Solo se puede esperar que las partes sigan hablando suavemente, sin recurrir a la mano dura.
China y EE. UU.: Las hojas de ruta [Red Voltaire], 03.11.2011