Por Cristian Gillen
En el examen de la realidad, es fundamental vincular la teoría a las experiencias concretas y viceversa, con el fin de evitar cometer errores, que las fuerzas sociales y políticas, que luchan por el cambio y la emancipación, no pueden darse el lujo de hacer en las condiciones actuales, o sea después de la crisis del denominado socialismo real y de las distintas experiencias fracasadas de transformación en América Latina.
Esta disquisición, la hago como producto del modelo ideológico denominado de “crecimiento con inclusión social”, que se está tratando de sedimentar en la conciencia del pueblo peruano y que encandila a una buena parte de la intelectualidad y a las fuerzas sociales y políticas de izquierda.
Ya en artículos anteriores, planteaba la imposibilidad de lograr crecimiento con inclusión social, ya que la lógica del modelo de acumulación neoliberal era antagónica con la integración social a nivel político, cultural y económico. Se señaló en esos artículos que un modelo económico, social neoliberal, que propicia maximizar la alienación y explotación a nivel transcendente y cotidiano y depreda la naturaleza y el ser humano en beneficio del capital foráneo multinacional y de una lumpen burguesía interna, no puede ser compensado con medidas externas al modelo, como por ejemplo la distribución de algunos recursos a los más golpeados por este modelo.
En el caso donde el sector minero exportador es él que dinamiza la reproducción ampliada de la sociedad, la compatibilidad entre crecimiento neoliberal (y no neutro, como nos quieren hacer pensar) y la inclusión social llega a ribetes de pura fantasía que sólo se suelen apreciar en las películas de Hollywood. En efecto, la minería exportadora de productos de bajo valor agregado sustenta su acumulación en la renta diferencial con relación a otros países (en el Perú, es muy alta) y en la sobre-explotación de los trabajadores, la mayoría de los cuales son contratados vía Services (por ello esto último no se va a eliminar). En el marco de maximizar sus ganancias, la gran parte de la minería en los países subdesarrollados, y en menor medida – por ser sujeta a normas de regulación muy rígidas – en los países desarrollados, destruye el medio ambiente, afectando principalmente el suministro de agua a la población y a la agricultura. Además, para cumplir con sus objetivos de consolidar su modelo de sobreexplotación de la mano de obra y de deterioro del medio ambiente, suele corromper a las autoridades judiciales, policiales y políticas.
Por ello, no es casualidad que la ilusión ideológica de un crecimiento neoliberal con inclusión social en la que se nos quiere hacer creer muestre sus puntos de mayor fragilidad en el sector minero, y sobre todo en ciertas regiones donde el antagonismo entre la explotación minera y el respecto de los recursos acuíferos se expresa de forma evidente.
El modelo neoliberal, que es el que impera en el Perú, prioriza la minería sobre el agua, ya que la minería impulsa un modo de reproducción que beneficia a los intereses del capital, representados por una minoría privilegiada de propietarios y de tecnócratas, subordinando el medio ambiente y los trabajadores.
El voluntarismo de algunos políticos y técnicos progresistas que, vía pragmatismo, creyeron en la compatibilidad entre crecimiento neoliberal e inclusión social, no puede cambiar la lógica interna de acumulación del capitalismo neoliberal. Si lo pudiera, no sería necesario transformar el modelo neoliberal por uno que beneficie a la mayoría, sino que bastaría implementar un conjunto de programas sociales exógeno al modelo que compensaría la explotación y depredación, que genera el neoliberalismo.
La crisis política actual no es más que la expresión fenoménica de la inviabilidad del supuesto modelo de crecimiento con inclusión social, en uno de sus principales sectores dinamizadores, como es el minero.
El hecho que sean los representantes del ala más tecnocrática y reaccionaria los que triunfen en la pugna que se suscitó en el interior del gobierno, no es una casualidad. El modelo neoliberal requiere de estos agentes. Para seguir reproduciéndose de manera ampliada, el sector minero necesita mano más fuerte para con los afectados por el modelo, menos control sobre el medio ambiente, un Ministerio del medio ambiente subordinado a los intereses del capital minero multinacional, y una política laboral donde prime la flexibilidad laboral. La izquierda, si quiere verdaderamente luchar por una transformación real, en lugar de aliarse a nivel de cúpula con candidatos que no tienen una verdadera vocación transformadora, deben articularse estructuralmente tanto a nivel cotidiano y transcendente con el pueblo con el fin de aprender con humildad de la problemática que confrontan en su vida diaria y de sus aspiraciones. Sólo así podrán plantear y llevar a cabo una estrategia alternativa al capitalismo, y coadyuvar en la organización del pueblo tanto económica, cultural y políticamente.
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