La política y el soldado en el pensamiento de Sócrates, Platón y de la Grecia Clásica
Por Nicole Schuster
El soldado – ciudadano en la Atenas Clásica
Analizar la política en la Atenas que conocieron Sócrates y Platón, es referirse de manera explícita a la esfera militar. En ese tiempo, la organización militar y la organización cívica se confundían. A Atenas, todos los jóvenes de condición “libre”(1) de 18 años iniciaban un periodo de formación cívico-militar denominado “efebía” que duraba dos años. Al alcanzar los veinte años, y si cumplían con todos los requisitos - entre los cuales la necesidad imperativa de descender de padres ciudadanos originarios de Atenas - los jóvenes atenienses obtenían la ciudadanía, la cual les convertía en soldados-ciudadanos. En otras palabras, la inscripción en los registros de la armada griega y la participación política eran dos cosas indisociables(2). Lo mismo ocurría en Esparta, donde la Agôgé (el sistema educativo espartano de fuerte índole militar) y el principio de Homoio (semejanza(3)) hacían del guerrero y el ciudadano una misma persona. Esta medida, determinada por ley, permitía al soldado ser, en periodo de paz, un ciudadano soberano que hacía plenamente uso de su derecho de participar en la Asamblea de la polis(4). Ello no significa que la Ciudad-Estado era sumisa a un régimen militar totalitario. La prueba es que nunca hasta ahora los investigadores han podido detectar en la historia antigua griega la existencia de una Asamblea cívica que fuese constituida esencialmente de guerreros(5). Más bien, las decisiones relativas al presupuesto militar eran tomadas por la Boulé, el consejo de los quinientos que regía los asuntos de la polis, y es a esta misma Boulé que los estrategas militares (equivalente actual de Generales) tenían que rendir cuentas por cuestiones que atañían no sólo al aspecto técnico de la función militar, sino también a su conducta moral en general. De hecho, se asumía que la actitud ética de un estratega influía en la conducta de la guerra y en su comportamiento frente al enemigo, lo cual tenía repercusiones directas en la polis.
Para la Armada y la Marina de la época de Platón, el modelo de organización era el de la Polis(6). La asimilación soldado-ciudadano era tan lógica en la mente ateniense que cuando el general Nidias(7) se encontraba en campaña en Sicilia, se dirigió a sus tropas y declaró que “no importa el lugar donde ustedes soldados se detienen, ustedes se convierten inmediatamente en una polis”. Con ese planteamiento, Nicias aludía expresamente a la realización del proceso de elección de magistrados y leyes y, por ende, a la transmutación en polis, o sea en entidad política(8), que experimentaban las armadas atenienses apenas instaladas en un territorio foráneo(9). La organización de la colectividad militar no era otra cosa que una réplica del orden isonómico de Clístenes de Atenas(10), lo que, en la práctica, se traducía por la participación de los hombres libres en una Asamblea en la que se definían de forma dialogante los asuntos relativos a la buena marcha de la comunidad.
Al igual que lo expuesto por Sócrates en la República de Platón, el soldado griego defendía de forma incondicional la permanencia del modelo de organización que regía en su Ciudad, dado que, como todo ciudadano, era sumamente respetuoso del orden político de su Polis. Por ejemplo, cuando en el año 411 antes de nuestra era los oligarcas atenienses tomaron el poder, los soldados y marinos estacionados en Samos consideraron este hecho como una violación de la Constitución. En un acto de rebeldía “patriótica” despidieron a sus colegas estrategas favorables a la oligarquía y eligieron nuevos jefes que fueran leales al orden democrático que acababa de ser transgredido(11).
Otro testimonio de la articulación entre el individuo político (en tanto que ciudadano) y el soldado es el que los mismos Sócrates y Platón brindan. Platón, por provenir de una familia aristocrática, se sometió a la formación efébica ateniense, en virtud de la cual perteneció a la caballería ateniense. Al igual que su alumno, Sócrates tuvo que participar, pero en calidad de hoplita, en la defensa de su Ciudad durante varias guerras. Como vemos, la vocación filosófica de ambos no les dispensó de ser ciudadanos-soldados y ponerse al servicio de su Ciudad cuando las circunstancias lo requerían.
LA EDUCACIÓN POLITIZADA DE LOS CIUDADANOS Y SOLDADOS EN LA REPÚBLICA DE PLATÓN
La República de Platón se presenta como una respuesta alternativa al orden decadente que regía en la Grecia clásica –del cual el juicio de Sócrates fue la expresión – y a la degradación profunda que afectaba la ética y los valores organizacionales del cuerpo castrense. Su designio es netamente político, pues es una reflexión ontológica y metafísica en que la acción política, la realización del Ser y la del Estado están estrechamente entremezcladas. La propuesta ética-política de Platón se inscribe dentro de la tentativa de rescatar la asimilación entre lo moral y lo político que, hasta la condenación de Sócrates, había llevado a los griegos de la Grecia antigua y clásica a rechazar los cambios que hubieran podido sufrir los valores morales, pues temían que una transformación de lo moral repercutiría automáticamente en lo político y, por ende, en el orden societal(12). En La República, Platón, a través de su portavoz Sócrates, expone la posibilidad de una transformación de la polis en base al reencuentro con el verdadero significado de principios fundamentales como el bien y la justicia y a la integración de estos últimos en la línea conductora del Estado. El empeño por la justicia propiciaría la instauración de un orden político caracterizado por la cohesión y la harmonía entre los miembros de la comunidad. En este proyecto de Ciudad platónico, el proceso de retro-alimentación entre los ciudadanos y el Estado propulsado por este último mediante una práctica dominada por el principio de justicia y la moralidad, es fundamental. Según Sócrates, el proceder de los representantes del Estado influiría a su vez en los miembros de la Polis, quienes serían llevados a reproducir en la vida cotidiana el modelo de conducta de sus gobernantes. El accionar de los ciudadanos no sólo coadyuvaría a la prosperidad estatal sino también a la progresiva realización suprema del Estado en el Bien. Estamos en un universo en que el microcosmo es la pura reflección del macrocosmo, puesto que “lo que se lee en letras mayúsculas en la Ciudad aparece también en letras minúsculas en el individuo (…) y que el atributo de la justicia que se encuentra en el Estado también se halla en el individuo”(13). La culminación de esta evolución ética se concretaría en la entronización de un filósofo-rey, que encarnaría la fusión de la sabiduría y la política(14).
De lo anterior se deduce que el proceso dialéctico que se establece entre el Estado y la comunidad de ciudadanos transforma cada individuo en un ente politizado, ya que la acción portadora de valores del ciudadano se integra directamente en el programa ético-político elaborado por Platón. Dentro de este contexto, la voluntad del Estado de impulsar el bien y la justicia es la condición sine qua non para que se concretice tal proyecto, pero la intervención proselitista de los individuos y la solidez de sus convicciones éticas son también decisivas. La educación, denominada Padeia, resulta ser, en esas condiciones, una institución crucial, pues de ella dependerá la fuerza de la comunidad. Platón la convierte en el verdadero fundamento de la sociedad ideada y en un proyecto político que permea a todos los sectores de la comunidad de ciudadanos. El objetivo principal de la Padeia platónica será, por lo tanto, salvar al hombre (libre) de la ignorancia, ya que, a causa de ésta, el individuo se hunde en un estado de esclavitud y pierde su soberanía. Gracias al conocimiento inculcado, el alumno aprenderá a comportarse como un soldado-ciudadano responsable y co-constructor de un orden cívico-político sustentado en la harmonía y felicidad.
El orden defendido por Platón se asienta en la segmentación tripartita de la sociedad, es decir en la división entre una capa de gobernantes, de guerreros y de productores. Cada categoría se compromete en conformarse con el orden jerárquico a fin de evitar la “stasis”, la desarmonía en el seno de la sociedad(15). Platón, a través de Sócrates, plantea que el escalón mayor de la jerarquía de la polis es representado por la clase de los gobernantes, un oficio que demanda “inteligencia, autoridad y dedicación al interés público”(16). Esta capa de elegidos que Sócrates denomina “guardianes”, está seguida por la de los “jefes”, sumisos a la autoridad de los “guardianes”. Al igual que los guardianes, alcanzan el nivel de jefe los que habrían internalizado los principios supremos de la educación platónica y que más se empeñarían en aplicarlos en la práctica. La categoría de los que Sócrates llama “auxiliares” está compuesta de los soldados responsables de la seguridad de la ciudad y de la defensa nacional(17), que a su vez, deben obediencia al jefe.
En este marco de estratificación en que se honora a los más aptos física, ética y profesionalmente, es ineludible, según Sócrates, que el programa educativo considere la instauración de un periodo de iniciación para que los futuros guardianes y jefes conozcan la vida y aprendan a mantener el control de su soberanía frente a las tentaciones y a la corrupción. Dentro de esa óptica, Sócrates recomienda exponer al alumno, desde su infancia, a la vida de la sociedad e involucrarlo en situaciones donde reinan el mal y el vicio(18). A los elementos capaces y buenos, es decir a los que priorizan el bien sobre el mal y no se dejan pervertir, se les otorgaría una atención educativa especial con el objetivo de prepararlos para que ocupen altas funciones. Para cumplir con este proceso de selección, la política utilitarista platónica incita a los tutores a orientar a cada uno en función a su vocación y a apartar, a lo largo de la etapa educativa, a “los alumnos con alma de oro y plata de los que sólo tienen bronce o hierro”(19). En ese contexto, Sócrates afirma que es preciso elevar “al rango de guardián un niño talentoso que nacería en otras clases”, pues cada uno tiene en sí una función natural. De la misma manera, se podría “relegar en otras clases un niño mediocre que nacería entre los guardianes”(20).
CONSIDERACIONES FINALES
Pretender que el modelo de la sociedad tripartita de La República propugna la inamovilidad de los miembros en cada categoría equivale a mutilar el pensamiento platónico. Asimismo, la etapa educacional del colegial librado a la realidad griega va en contra del argumento según el cual el soldado griego estaría excluido de la vida socio-política que lo rodea. Más bien, este último ha sido, dentro del programa educativo ideado por Platón, preparado para afrontarla. En la visión que tiene Platón de la comunidad de ciudadanos, cada agente contribuye, a través de su acción, al fortalecimiento de un Estado ético-político. La Padeia platónica muestra claramente que la moral y la política son dos líneas intrínsicamente ligadas entre sí y atraviesan todos los aspectos de la vida cívica ateniense. La política ateniense expresa, en ese sentido, una forma de conducta moldeada en función al proyecto de Polis que la comunidad se ha propuesto y que implica la participación directa de todos. Por lo tanto, apuntar hacia un presunto apoliticismo en el soldado griego revela una falta de conocimiento en cuanto al rol y a la esencia de la política en la polis ateniense y en la obra de Platón. Es confundir la política de Platón, que hace de la acción comunitaria de la ciudadanía y del Estado un instrumento para promover la perfección y el bien de ambos, con la politiquería de intrigas que se da en los pasadizos palaciegos, en las aulas de los partidos y en los cuarteles transformados en teatros de disputas donde todas las artimañas para ascender en la escala jerárquica valen.
El soldado platónico nunca podría ser sustraído a la vida política porque el estatuto de hombre libre y por ende, de ciudadano, es de orden existencial en la Grecia clásica. Convertir al soldado en un apolítico hubiera significado quitarle la soberanía y bajarlo al rango de esclavo. Una fuerza armada apolítica ateniense hubiera sido un ente compuesto esencialmente de esclavos, metecos, y mercenarios, categorías profundamente despreciadas en la Grecia de Platón. Ello era una posición insostenible en el pensamiento griego, puesto que las guerras eran para los ciudadanos de la polis una condición esencial para garantizar su libertad y prevenir que un vecino demasiado belicista los desprovea de ella. Porque, como planteaba Platón, y luego Aristóteles, “sólo el griego ha nacido libre, y por ello tiene el derecho de comandar a los bárbaros(21), el cual es el esclavo”.
Notas de pie:
1. Recordamos que la sociedad griega antigua era dividida entre hombres “libres” y esclavos. Los individuos libres eran pocos. Entre ellos figuraban también los metecos – extranjeros residentes – los cuales eran excluidos de la vida cívica y no obstante podían servir como soldados en el Ejército. Los esclavos constituían la gran mayoría de la población y no eran considerados como entes cívicos sino como parte del patrimonio del dueño.
2. Ver Pierre Vidal-Nacquet. La tradition de l’hoplite athénien. Problèmes de la guerre en Grèce ancienne. Editions Le Seuil. 1999. P.212.
3. Usar el concepto de “igualdad” para traducir aquello de homoio no es correcto, dado que no correspondería a la realidad espartana.
4. Ver Claude Mossé. Le rôle politique des Armées dans le monde grec à l’époque classique. Problèmes de la guerre en Grèce ancienne. Editions Le Seuil. 1999. p.292-294.
5. “No es porque es guerrero que el ciudadano dirige la ciudad sino es su condición de ciudadano que lo lleva a hacer la guerra”. Ver Pierre Vidal-Nacquet. La tradition de l’hoplite athénien. Op. Cit. P.212.
6. El origen etimológico “politeia” de polis hace que ésta se confunda con el régimen político, la organización social de la vida ateniense.
7. Nicias es el personaje que, en su diálogo El Laques, Platón hace participar junto con Sócrates y Laques (el mismo un general militar) en una discusión sobre la “andreta”, es decir, el valor, y sobre si la profesionalización de las tropas a través del progreso técnico (la têknè) es preferible a la tradición en la guerra. Ver Platon. Laches – euthyphron. Editions Garnier Flammarion. Paris. 1998.
8. Ver Claude Mossé. Le rôle politique des Armées dans le monde grec à l’époque classique. Op. Cit. p.292-294.
9. Ello no debe sorprender si se considera que los griegos exportaban su modelo político en los países que colonizaban.
10. La “isonomía” (igualdad entre los ciudadanos) era el principio que regía el régimen democrático instaurado oficialmente por Clístenes el ateniense.
11. Ver Claude Mossé. Le rôle politique des Armées dans le monde grec à l’époque classique. Op. Cit. P.293.
12. Ver P.410 de La République. Note de pied 220. Editions GF-Flammarion. 1966. Paris.
13. Ver La République. 368b-369b. P.117.
14. Ver La République. 473-474a. P.229.
15. Para analizar la concepción que los filósofos tenían de las discordias, o sea lo que actualmente llamamos “guerras civiles”, ver Nicolas Dubos. Le mal extrême. La guerre civile vue par les philosophes. CNRS Editions Paris. 2010.
16. Ver La République. P.164-166.
17. Ver La République. 414a-415a.
18. Ver la République. P. 165.
19. La République. 415a-416a. P.167.
20. La République. P.175.
21. El planteamiento citado es extraído de La République. P.395. Nota de pie nº371. Los bárbaros son los extranjeros en la terminología griega antigua y clásica.