Filosofía: “No pensamos, somos pensados”

Por Jaime Araujo Frías;  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Enseñar filosofía ¿por qué?

Introducción

Una compañera de trabajo, al informarse que estudiaba Filosofía, me abordó y me dijo con voz compasiva: “No pierdas tu tiempo, amigo, estudia algo que sirva”.

 

Esta es una metáfora de lo que la gente piensa de la Filosofía; pareciera que dedicarse al quehacer filosófico no sólo es un pasatiempo en el imaginario de nuestros conciudadanos, sino, sobre todo, que simplemente no sirve o, más bien, no les sirve.

El objetivo de este ensayo es precisamente lo contrario; que la Filosofía hoy más que nunca, no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, es urgente,  para desvelar los mecanismos de injusticia e impunidad  protagonizados por instituciones que tienen licencia para delinquir.

Para esto es necesario que la Filosofía sea practicable, que aborde problemas reales que aquejan a nuestro pueblos, que ponga los pies en la tierra y camine por las calles desafiando los obstáculos que vulneran y niegan la vida de las grandes mayorías de nuestros pueblos.

Filosofía ¿para qué?

El término filosofía ha sido empleado de múltiples maneras hasta caer en la definición ridícula de que filosofía es igual a pensar y, de esta manera postular que todos los hombres son filósofos o, peor, que cada uno tiene una filosofía. Pensar es una cosa, pero pensar críticamente y con claridad es otra.

En lo que a mí respecta, usaré el término filosofía como una actividad humana, una forma de orientar el pensamiento, depurado de todo residuo supersticioso, que sirve para pensar la vida y vivir el pensamiento, para tomar las riendas de nuestra vida, de la historia, con nuestras manos.

En este sentido seguiré la línea del filósofo francés Michel Onfray cuando afirma que “La filosofía proporciona medios para dominar nuestro destino, para convertirnos en los actores de nuestra existencia, para liberarnos de miedos inútiles y paralizantes y nos abandonarnos, atados de pies y manos, como niños, a los mitos de ayer y hoy” [1].

Los filósofos no somos unos tipos distraídos desligados de la realidad y de los procesos históricos, ni mucho menos unos tipos raros y extraños que andan fantaseando por la vida como muchas veces piensan o intentan hacer creer los detractores del pensamiento filosófico y promotores de la sin razón, la magia, el mito y la religión.

Pueda que resulten extraños, pero porque son tal vez los hombres más involucrados con los problemas reales de la vida, porque los filósofos incomodan lo que ya está dado por supuesto, porque precisamente hacen preguntas incómodas para quienes detentan el status quo: “¿Por qué la gente muere de hambre en este mundo, si la Tierra tiene la capacidad para alimentar a 12 mil millones de seres humanos y apenas somos un poco más de la mitad?” [2], "¿por qué hay tanta injusticia y corrupción?", "¿por qué hay unos que tienen tanto y otros tan poco?", "¿por qué nuestro país o nuestro departamento están gestionados de tal forma y no de otra?", etc., son preguntas fundamentales que toca a la filosofía pensarlas críticamente para desvelar la verdad escondida bajo la alfombra florida de los discursos oficiales de los que gobiernan el mundo.

Muchas veces se dice que hay que decirle la verdad al poder o a los poderes que dirigen nuestros pueblos. Considero que al que hay que decirle la verdad es al pueblo, porque el poder sabe muy bien lo que hace y lo que omite; los pueblos necesitan saber la verdad, necesitan poder explicarse de forma racional, crítica y sencilla los fenómenos naturales y sociales, el estado precario, vulnerable de su situación para que a partir de la toma de conciencia de su situación, intenten alternativas de resistencia, de cambios individuales y colectivas autónomos.

Es por esto que se debe enseñar Filosofía o --mejor dicho, siguiendo la exhortación de Kant-- se debe enseñar a filosofar; porque la filosofía tiene algo que decir; porque el mundo entero está organizado de tal manera que no nos permite pensar nuestros problemas para cambiarlos; porque hoy más que nunca es urgente pensar nuestra situación personal y colectiva, nuestro país necesita pensar, necesita salir de todo mecanismo que distrae a nuestros ciudadanos a través del espectáculo infinito de la mediocridad, promocionado por las iglesias, las escuelas, las universidades, los medios de comunicación, etc. En general, en la mayoría de ellos se trabaja para volver “estupiditos” [3] a la gente: las religiones a través de sus pastores, curas, monjas, obispos, se ocupan de vaciar los cerebros y fabricar “idiotas” [4], mientras que algunas universidades toman el relevo para llenar los cerebros con clichés, prejuicios, dogmatismos, y volverlos eximios sirvientes que el sistema demanda para hacer funcionar el mercado.

Generalmente los voceros de los que detentan el poder no dicen la verdad real sino la verdad oficial, la verdad disfrazada, maquillada con eufemismos que el poder quiere que sepamos, confundiendo niños con enanos o cima con sima. Porque hay un enorme sistema que piensa que nos ahorra la tarea de pensar por nosotros mismos y nos dicta lo que debemos hacer y no hacer; es decir, en palabras del filósofo Heigdegger: “vivimos en estado de interpretados”, no pensamos; somos pensados, no hablamos; somos hablados por el sistema, no elegimos, otros eligen por nosotros. Nuestra subjetividad ha sido colonizada, somos una especie --diría Michel Foucault-- de “sujetos sujetados” por los medios de comunicación, por el poder político, económico, religioso; por el mercado, por ese fenómeno denominado consumismo; es decir, el sistema económico actual ha mercantilizado absolutamente todo, todo lo que toca lo vuelve mercancía al servicio del bolsillo más exigente.

Nos crean la necesidad pero al mismo tiempo nos fabrican el producto que calmará nuestro insaciable deseo; es decir, nos fabrican la enfermedad pero también nos venden el antídoto, nos crean el problema (gratuitamente) pero luego nos ofrecen la solución al problema con la única diferencia de que a cambio hay que dar dinero; de esta manera el individuo adquiere el estatus de ciudadano rentable de acuerdo a los parámetros de las denominadas sociedades modernas, diseñadas por los señores del mercado y las finanzas; patrocinados por organismos de rango internacional, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, para quienes “es infinitamente más grave violar una regla de comercio internacional que un derecho humano” [5] que han condenado al anonimato a millones de seres humanos considerados no rentables para sus intereses, mutilando el “pienso luego existo” cartesiano y metiendo de contrabando como es la lógica de su accionar el “consumo luego existo” como requisito para entrar en la estadística del sistema.

De aquí que la filosofía necesita salir del museo de las ideas, encarnarse, vitalizarse y “salir a la calle, al riesgo (…)  hacerse urbana, sucia. Habitando una vez más el barro de la historia” [6], porque es urgente oponer la cultura a las fuerzas sombrías, el pensamiento al servicio de la insumisión, el saber en contra de la ignorancia, la verdad como enemiga de la mentira, la filosofía al servicio de inteligencia.

En este sentido la filosofía tiene mucho por hacer porque el objetivo, parafraseando a Nietzsche, sigue siendo hoy más que nunca “perjudicar la estupidez” que siempre ha sido el enemigo principal y declarado de la razón y de todo intento pensamiento crítico, libertario y autónomo.

Una rápida mirada a la realidad de nuestras instituciones bastaría para darnos cuenta de que sigue vigente la sentencia que hizo Manuel González Prada hace ya un siglo, que “para merecer el título de buen ciudadano y figurar en la clásica nómina de los hombres cuerdos, se necesita conformarse a los usos y prejuicios de nuestro tiempo, venerando los absurdos de la religión en que se nace, justificando las iniquidades de la patria en que se vive” [7].

En consecuencia, la Filosofía o sea el filósofo, hoy tiene un enemigo con el cual luchar, el oscurantismo; y un objetivo por alcanzar, el pensamiento crítico y la autonomía de la razón. La reflexión libre y desembarazada de toda ligadura de dominación, capaz de expresar la vida en su estado más puro, secuestrada desde hace siglos por la “historiografía filosófica dominante de corte judeocristiano” [8] que ha modelado la subjetividad (pensamiento y sentimiento) de los filósofos para convertirlos en cómplices de ideas y prácticas nefastas de los sectores hegemónicos, que han hecho de  los países pobres su basurero y han condenado a millones de hombres y mujeres a ser rebaños humanos obligados a prostituirse. “Recordemos que  las prostitutas(os) no son dueños de sí mismos porque han sido desposeídos del uso independiente, libre y autónomo de su cuerpo” [9] , así como hoy el empleado moderno ha sido desposeído de sus fuerzas de trabajo para servir a la vorágine del apetito  del capitalismo, hoy denominado hipócritamente "libre mercado".

Enseñar Filosofía, dadas las circunstancias en que vivimos, es un deber moral para con la sociedad. Mucho más en nuestro país que desde el año 2002 con el gobierno del señor Alejandro Toledo ha dejado de ser parte del plan de estudio del bachillerato.

De aquí que urge promover la práctica del filosofar, como una actitud y una manera de pensar y vivir, exigente y rigurosa consigo misma y con la sociedad; haciendo que el quehacer filosófico se convierta en buena noticia para las grandes mayorías explotadas, engañadas; y en mala noticia para los victimarios.

El filósofo de origen noruego Jostein Garder señalaba que “la Filosofía es un elogio a la conciencia humana”. Reivindiquemos esta tarea humanizadora de la Filosofía y no dejemos que los detractores de la racionalidad la conviertan en su instrumento predilecto para legitimar su estupidez.

 

Conclusiones

La Filosofía es una forma de orientar el pensamiento críticamente hacia pensar la vida y vivir el pensamiento, desligado de todo maquillaje supersticioso, que busca la autonomía del ser humano respecto de los dioses que el pensamiento débil nos inventa.

Para esto, es urgente salir de los cánones historiográficos tradicionales (de corte judeocristiano) y abordar problemas reales de la vida cotidiana de los seres humanos.

En consecuencia, uno de los enemigos declarados de la Filosofía contra el cual se debe luchar es el oscurantismo, encarnado históricamente en la religión y otras instituciones que se promueven falsamente como defensores de la racionalidad y la verdad.

Por tanto, la Filosofía tiene que salir a las calles y "ensuciarse" con los problemas humanos, de tal manera que el quehacer filosófico no sea visto como una pérdida de tiempo o una actividad inservible, sino más bien se convierta en buena noticia para las víctimas y en una amenaza para los victimarios. Desde esta perspectiva, hacer Filosofía hoy es un deber moral de todos los que tenemos el derecho a elegirla.

 

Notas

[1]  Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía. Barcelona, ADAF, p. 266.

2 Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que les resisten. Paris, Fayard, p.3.

3 Sponville Comte, André (2005). Diccionario filosófico. Barcelona, Paidós, p. 204. Falta de inteligencia: consiste en pensar como un animal o, mejor, como se supone que piensan las bestias, o sea mal o demasiado poco.

4 Ibid., p.268. Carencia extrema de la inteligencia.

5  Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que les resisten. Paris, Fayard, p. 50.

6  Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la historia. Buenos Aires, Planeta, p. 13.

7 González Prada, Manuel (2004). Pensamiento y librepensamiento. Caracas, Colección Claves de América, p. 105.

8  Onfray, Michel (2007). Filosofía, una responsabilidad cósmica. El correo de la UNESCO, n° 9, p. 6.

9 Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona, Anagrama, p. 103

Bibliografía

Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la historia. Buenos Aires: Planeta.

González Prada, Manuel (2004). Pensamiento y librepensamiento. Caracas: Colección Claves de América.

Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía. Barcelona: ADAF.

Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona: Anagrama.

Sponville comte, Andre (2005). Diccionario filosófico. Barcelona: Paidós.

Zieglar, Jean (2001). Los nuevos amos del mundo y los que les resisten. Paris: Fayard.

[1]  Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía. Barcelona, ADAF, p. 266.

[2] Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que les resisten. Paris, Fayard, p.3.

[3] Sponville Comte, André (2005). Diccionario filosófico. Barcelona, Paidós, p. 204. Falta de inteligencia: consiste en pensar como un animal o, mejor, como se supone que piensan las bestias, o sea mal o demasiado poco

[4] Ibid., p.268. Carencia extrema de la inteligencia.

[5] Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que les resisten. Paris, Fayard, p. 50.

[6] Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la historia. Buenos Aires, Planeta, p. 13.

[7] Gonzales Prada, Manuel (2004). Pensamiento y librepensamiento. Caracas, Colección  Claves de América, p. 105.

[8] Onfray, Michel (2007). Filosofía, una responsabilidad cósmica. El correo de la UNESCO, n° 9, p. 6.

[9] Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona, Anagrama, p. 103.