Por Herbert Mujica Rojas
“Entiéndase que el desempleo es el principal virus destructor de la familia, vale decir, del núcleo celular de la sociedad. No hay nada más humillante para un padrede familia que regresar sin el pan bajo el brazo. Pierde autoridad y al último ese hogar colapsa: hijos pirañitas o barristas bravos; hijas masajistas o burriers e inclusive con la subsecuente dosis de infidelidad. Es decir, millones de familias en proceso de destrucción globoneoliberal que las afecta como un SIDA colectivo (carencia de defensas ante el virus extranjero) degenerador del tejido social. Refiérase que el desempleo viene a ser la forma laboral del ocio, del cual se generan todos los vicios, o sea todos los delitos, empezando por una inseguridad ciudadana con olor a neoliberalismo”. Etnonacionalismo, izquierda y globalidad, Antauro Humala Tasso, p. 236, Lima, marzo 2007.
Dudosamente, la simpleza de la exposición, podría ser rebatida merced a su potente carga emotiva y social. ¿Quién no conoce el fenómeno de jóvenes recién casados guareciéndose en la casa familiar donde siempre hay un plato de comida amiga, luz, agua y una cama? En Perú debe ser abultado el número de parejas que viven con alguno de los padres por falta de ingresos fijos o porque carecen totalmente de ellos.
¿Cuántos jubilados mantienen a los nietos y aún a los hijos supuestamente ya liberados de la tutela por edad o por haber obtenido el profesionalismo que no pueden experimentar en ninguna parte porque no hay trabajo?
A veces, el padre o la madre, consigue empleo y mantiene, hasta cierto punto, la nave familiar, pero siempre es un equilibrio precario que estalla en conflictos que no dejan de erosionar el respeto mutuo y casi siempre causan emociones desestabilizadoras en los hijos. En efecto, el desempleo deviene en virus destructor del núcleo social que es la familia. Con esta circunstancia la tierra es de nadie y el sálvese quien pueda, obtiene patente de corso y hay licencia, literalmente, para matar al prójimo sin mayor sentimiento de culpa porque “así es el destino”.
Ni los partidos, o clubes electorales, más propiamente dichos, el Estado, la burocracia, las ONGs, las asociaciones de diversa índole, parecen apercibirse de la involución acelerada del núcleo familiar, tan embebidos en temas epidérmicos productores de sueldos o paliativos que captan el interés y cautivan ¡a los que tienen alguna forma de ingreso! Es decir, grupúsculos, incapaces de comprender su diminuta expresión o peso en la sociedad, se desentienden de las mayorías que, por su lado y al margen de cualquier proyecto, transitan por una disolución violenta que fragiliza el contrato social porque la vida pierde todo su valor y es apenas signo distintivo de quien puede imponerse al prójimo. Y casi siempre por las vías depredadoras y criminales.
El Perú no es uno solo. Somos muchos Perúes, dispersos, inorgánicos, navegando por inercia y por la gracia del Espíritu Santo (si es que existe esta figura). Por tanto, caldo de cultivo para las numerosas pandillas que medran en la producción –pagada- de placebos y pseudo-soluciones prolongadoras de los males seculares. Si no se plantea así el intríngulis, se corre el peligro -¡qué ironía!- de arribar a caminos definidores y superadores de los abismos. Pero, la mano no solidaria de los capitostes basa la supervivencia en la conservación sine die de estas anomalías. De lo contrario, entonces, los dólares duran corto tiempo y de lo que se trata es de ser intermediadores eternos. ¡Encarecen, de igual manera que con los productos del mercado, los precios, y se llenan de dinero –el del ciudadano- abusivamente los fenicios sociales!
Dicho lo expresado, conviene pensar, advertir y trabajar porque estos simples enunciados no constituyan la promesa actual y futura –hasta que dure- de la vida peruana o de los distintos Perúes contemporáneos y coetáneos. Y preguntarse si lo dicho en su libro por el autor, Antauro Humala Tasso, ¿no es una reflexión que pudiera ser lacerante realidad, con prescindencia de simpatías o antipatías?
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