Escribe: Juan Carlos Herrera Tello (*)
En lo que va de mi vida, he tenido la suerte de conocer personas que siempre han estado vinculadas con la historia; los tacneños en especial, que guardan el legado de sus ancestros, las vivencias de ellos y especialmente el patriotismo tan arraigado desde la cuna, por lo que saben de sus padres: los ex plebiscitarios de Tacna y Arica, de quienes he tenido el honor de ser su abogado.
Una de esas personas que nos ha dejado recientemente es la SEÑORA Esperanza Gambetta, nacida en Lima por la expulsión de su familia de los territorios ocupados por Chile. Ella guardaba siempre en el corazón el “Alma de Tacna”, y en su sangre el patriotismo y fidelidad a nuestra nación como toda mujer tacneña.
La imagen del cautiverio y la historia a flor de labios de lo que sufrió la familia Gambetta en la terrible chilenización de su tierra fue siempre un tema a tratar cuando la conocí aquel lejano año de 1993 por las negociaciones que culminaron en las Convenciones de Lima, y el tema con Chile volvió después de muchos años a la entonces actualidad. Por la señora Esperanza Gambetta entré a conocer la historia directamente al presentarme a muchos de los Ex Plebiscitarios de Tacna y Arica que aún estaban entre nosotros.
Sus ojos claros y cabello largo aunque siempre recogido, daban en ella un aspecto señorial y altivo, su sola presencia llenaba los amplios salones del Club Tacna y era siempre requerida y hasta asediada para resolver los problemas que podrían presentarse para celebrar alguna de las ceremonias patrióticas que se conmemoraban en el Club.
El Presidente de los Ex Plebiscitarios en Lima el Coronel Guido Velásquez Gil, junto con el también ya desaparecido historiador Gustavo Pons Muzzo, fueron los que me presentaron al Club Tacna, para optar mi calidad de socio, y esa partida de nacimiento como tacneño fue revisada por doña Nilda Gambetta, dama de entrañable garbo y distinción con su sobrina Esperanza quienes me calificaron para aquella petición. El honor fue mayor cuando a proposición de la Señora Esperanza integré más adelante la Junta Directiva que presidía en aquel momento el Ingeniero Nilo Marchand Onetto.
Cuando uno conversaba en casa de la Señora Esperanza, el tiempo se hacía interminable, gracias al acogedor lugar en la cocina que siempre había algo para sus visitas. Su frase clásica “Tomemos el café en la cocina porque estamos en familia” era el inicio de internarse en la historia, en los consejos de madre y hablar de política actual, porque la señora Esperanza conocía y estaba al tanto de todo; su cultura y su educación eran amplísimas y yo admiraba esa facilidad de palabra y la franqueza en expresarse, además de alzar la voz cuando algo no le gustaba, pero con una sutileza tal que inspiraba respeto.
Esperanza Gambetta ayudaba, y no se cansaba de estar presta siempre a los requerimientos de aquellos que la necesitaran, si la ayuda fuese una carrera universitaria, la señora Esperanza hubiese tenido con seguridad el grado de Doctora. No podía estar desocupada, siempre había algo que hacer. Recuerdo mucho que al verla en el homenaje que Barranco le hizo a Gustavo Pons Muzzo, junto con otra persona paseamos por una alameda que daba al mar, y al llegar allí se sentía tan feliz, tan tranquila y ante la inmensidad del océano, meditaba sobre la vida y su presencia en la tierra.
Si el cáncer minó su cuerpo, no pudo jamás doblegar su temple y personalidad, y a pesar de estar en cama sus últimos días, siempre se mantenía con ese aire señorial y con la sonrisa de madre cuando manda a un hijo a la cama. Sus hijos, su orgullo más preciado, eran su centro de vida, uno de ellos, el ing.o Fernando Carrera Gambetta, le dedica su tesis de magister realizada en Costa Rica.
En una de mis últimas visitas a su domicilio, lamentaba no poder atenderme como ella siempre lo hacía, y me obsequió un plato conmemorativo del XXV aniversario de la reincorporación de Tacna al Perú; en él se observan en fino grabado las obras que se realizaron en la ciudad en 1954, y en el centro el escudo del Perú y las imágenes de Odría y su esposa. Me dijo en aquella oportunidad “Te tengo un regalito, porque sé que lo vas a conservar y te hará recordar a Tacna. La bolsa la abres cuando estés fuera de la casa, porque no acepto devoluciones”. Desde que me lo entregó, aquel plato está en el centro de mi biblioteca, presidiendo todos los libros que tengo a mi uso para mis trabajos; y hoy que lo contemplo, no solo me recuerdan Tacna sino a la misma señora Esperanza.
Al contemplar su rostro en algunas de las fotografías que me tomé a su lado después de una charla que di en el Club Tacna, me vienen a la memoria todos esos momentos compartidos con esta mujer admirable, que nos dejó el 7 de junio en la mañana, el día del sacrifico de Bolognesi. Después de la misa de cuerpo presente, nos reunimos sus amigos, entre ellos Mario Falcón y Gonzalo Bulnes Mallea, para hablar de las cosas de Tacna y de la historia, como si ella hubiese estado presente.
Descanse en paz, señora Esperanza, sus amigos, los que la queremos y ya la extrañamos, siempre tendremos un lugar en nuestra memoria y en nuestro corazón para cobijar su amplia sonrisa, su voz clara y franca, su mirada sincera y su presencia señorial.
Los restos de la Señora Esperanza Gambetta fueron cremados hoy 9 de junio, y sus cenizas echadas al mar, como ha sido su voluntad. Ese mar, que fue el medio por el cual su familia llegó a Lima dejándolo todo para sobrevivir, es ahora el lugar de su reposo, reposo de una parte de la historia peruana que nos debe hacer recordar lo difícil que en algún tiempo significaba ser peruano.
(*) Abogado.
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