Herbert Mujica Rojas
En la propuesta última de ascensos de la Comisión, el ministro Carlos Rafael Polo Castañeda obtiene un puntaje de 5.35; semanas atrás aparecía en el noveno lugar de calificación con 4.85, pero ahora subió al segundo lugar. ¿En qué momento ganó ese 0.5 punto? En la tercera nota obtuvo un sobresaliente 9.90 para llegar. Como se sabe, fue compañero de promoción de la actual canciller Ana María Sánchez y mantiene una solida amistad con el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe.
No sólo eso. Hay una situación que hasta podría llamarse de privilegio porque es al único (entre los ministros y ministros consejeros) al que se le subió la nota. Su ascenso era vox pópuli en los corrillos más cercanos a la cúpula de Torre Tagle y hasta parecería confirmado el refrán: cuando el río suena es porque piedras trae.
Polo estuvo vinculado al enorme fracaso que significó el proceso para la emisión centralizada de pasaporte electrónico que abortó por razones absurdas en agosto en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Su falta de pericia y comprensión del delicado asunto constituyeron trabas a lo que podría haber evitado el ridículo internacional sufrido por Perú la primera semana de diciembre con la Comunidad Económica Europea.
¿Es política de la Cancillería el premiar a quienes se desempeñan mal o de manera deficiente y ascenderlos al grado superior? Un asunto del que tendrán que dar cuenta lo antes posible.
Todos los años el tema de ascensos se va convirtiendo, cada vez más, en un capítulo en que compiten los padrinos de tal o cual; los méritos en el desempeño son menoscabados y la preparación intelectual es dejada de lado si es que hay quienes poseen cercanías y proximidades convenientes para sus intereses que no para la Nación. Entonces el amiguismo, la compadrería, la complicidad, producen momentos de pesarosa certidumbre y de mediocridad que se reflejan el el pésimo comportamiento de nuestros diplomáticos en todo el mundo.
Acabo de recibir la llamada de un peruano en Nueva York que se queja de la pedantería de los cónsules y del personal en la oficina diplomática del Perú en esa cosmopolita ciudad. Me reclamó que consignara sobre sus quejas allí y en otras ciudades. No le resto credibilidad a sus aserciones, sin embargo, debí insistirle que envíe pruebas, fechas y ocurrencias muy bien descritas para denunciarlas.
Cuando Perú prefiere embajadores miopes y cuadrados, entonces hunde al servicio diplomático porque de ninguna otra manera se expedirán quienes llegaron a los planos superiores sin la capacidad, don de gentes, sabiduría académica y humana, para desempeñarse como la Nación reclama: eficiencia y honestidad cuanto que amabilidad y cortesía.
El presidente Humala, luego del chasco diplomático con la CEE y que su Cancillería no pudo evitar ni actuar con decoro, debería estudiar caso por caso para no patinar y ascender a quienes no lo merecen bien sea porque carecen de capacidad o por la simple razón que han sido privilegiados por los amigotes que a la hora que las papas queman ¡nunca! resuelven nada, desprestigiando al Servicio Diplomático.
El caso de Carlos Rafael Polo Castañeda es un capítulo en que han primado el amiguismo y las influencias.
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*Documentos adjuntos
17.12.2015