Julio Alba Bravo*
Asistimos a la representación teatral de pésimo gusto que la ley obliga a soportar cada quinquenio; la informalidad electoral debe cumplir su hipócrita papel.
En el 2016 el “sistema” linda con lo insoportable. La lógica es vapuleada; el sentido común ausente. Lideran las preferencias quienes deberían estar en el fondo. Nuestros candidatos son epidérmicos, simplones, diletantes, actores callejeros. Vibran con encuestas realizadas por badulaques que manipulan la “inteligencia peruana”.
Avistemos a los actores de la farsa: una señora de educación desaprovechada y con misterioso financiamiento. Su triunfo abriría la rendija para el retorno del terror. El resentimiento senderista tomaría vengativa forma ante la incapacidad de contener el desorden social. También significaría hundir en tierra fértil la semilla del chavismo.
Un ventral señor que nos enseña la ruta desde un caspiento saco azul marino hasta una elegante tenida. Nos muestra cómo poner pies a la plata para que llegue sola. Todo ello con provocadora ostentación de una impunidad de 24 quilates.
Un copión compulsivo que edifica imperios sin poder estructurar conceptos primarios. Exhibe lustrosos doctorados cuya legitimidad tiene que deslindar con universidades sonrojadas.
Un señor de avanzada edad que reclama agua para los pobres, a pesar de que abandonó el servicio ciudadano para ejercer, toda su vida, un lobysmo de sospechosa condición.
Un candidato con pretensiones de líder de Podemos. Se promociona como eficaz planificador, pero no puede conducir eficientemente una asamblea para ajustarse a ley. De Ripley.
Un heredero de Belaunde que podría ejercer de mal menor. Pero es misio, y como es un peligro para los intereses gasíferos, aefeperos y bancarios, difícil que despegue.
Un gordito que proclama orden (ojalá empiece por su orden mental). Un socorrido ex primer ministro. Uno que carajea. Intervienen para que sus sonrisas adornen las calles. Candidatos al fín, pero al sillón del psiquiatra donde aprenderán cálculo de proporciones y de probabilidades.
Veamos porqué las cosas no mejorarán. Revisemos las herramientas del próximo mandatario:
un Poder Ejecutivo ineficiente y corrupto con 5,000 patas del presidente, que reciben su confianza a cambio de sumisión y silencio. El Estado en manos de bandas disfrazadas de servicio público.
Un Congreso de pacotilla que no resistiría un sincero análisis costo/beneficio. Supuesta división de poderes y real multiplicación de bolsillos llenos; democracia representativa de chiste que dispone de mil recursos para engreír al analfabetismo funcional orellanesco.
“Simonía judicial”, favores, inequidades, privilegios, recursos de amparo providenciales, hábeas corpus oportunos, debidos procesos alcahueteros. Quevedo, acaso visionario peruanista, precisó: “Y pues él vence recatos, y ablanda al juez más severo, poderoso caballero es don dinero”.
Un modelo productivo delincuencial. Nunca convenceremos al que envenena ríos, al maderero que roba oxígeno, al pescador de peces chiquitos, a la combi anti reforma, a los que cambian playas por restaurantes de ricos. Los negocios solo se dinamizan quebrando la ley. El PBI es el “Producto Bestia Interno”. Su crecimiento depende de cuánto se lesiona la legalidad.
La economía no es chicha, es africana. Es negra, alegre y casi sin reglas.
Preguntémonos ahora qué podría pasar cuando el nuevo mandatario entre en funciones:
¿Qué pasará cuando el violador de la propiedad ajena trastoque el registro público y convierta las ciudades en territorios liberados de títulos de propiedad y exquisiteces parecidas?
¿Qué pasará cuando la gente reflexione sobre el mendigo sentado en un banco de oro, y concluya en que el oro se lo llevará el banco y el Perú se quedará con el mendigo?
¿Qué pasará si todos nos convencemos que para ganarnos el pan es necesario borrar la noción de límite y abolir cualquier intento de orden legal civilizado?
Cuando observes en tu cuadra dos asesinatos por semana por un par de zapatillas.
¿Que pasará, si la gente se convence de que el Ejecutivo hierve en lobistas, que el Congreso es un circo, que lo judicial es de feria, que el policía tiene dos jefes, el general y el gerente del casino.
Manejamos hipótesis falsas: que el sistema sobrevivirá a la pus metastásica, y que no llegará la hora en que el pueblo, cansado y nutrido por actitud bastillesca propiciará mortal desorden.
La implosión del sistema ya empezó y sus manifestaciones se presentan como brumosos capítulos de ingobernabilidad evidente:
Ingobernabilidad educativa (penúltimo lugar mundial en Prueba Pisa; la educación como negocio; más de un millón desesperanzados por un título que no les servirá para nada.
Ingobernabilidad judicial (imposible impartir justicia en el reino de la tinterillada y la prevalencia de las formas oscuras al fondo esclarecedor).
Ingobernabilidad productiva (90% de la producción es, strictu sensu, ilegal, con graves repercusiones tributarias y de moral pública. Caos en el aprovechamiento territorial, catástrofes ambientales, violenta oposición a proyectos estratégicos).
Ingobernabilidad ciudadana. Terror en las calles, delincuencia que supera en 1000 veces la capacidad de las cárceles
Reiteramos, la implosión ya empezó. Dios nos coja confesados.
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