PPK kk fujimori 3Carlos Javier León Ugarte*

Periodista

Una vez culminada la segunda vuelta, el país espera moderación de parte de sus actores políticos, deben capitalizar bien a sus electores, complementando acciones que deriven a la consolidación de sus partidos e ideologías. No será fácil en un contexto derivado al fraccionamiento de las relaciones entre muchos candidatos y sus partidos a raíz de estas últimas álgidas elecciones presidenciales.

Una de las cosas que se debe tener en cuenta cuando se hace política, es ejercer el poder construyendo una esencia ideológica con el fin de promover la participación de los ciudadanos en la vida democrática y contribuir a la integración de la Nación, además de idear una identidad que cada ciudadano haga suya, de allí nacen los partidos políticos, o por lo menos se fortalecen en el tiempo.

Ollanta Humala y Nadine Heredia llegaron al Gobierno en 2011 comandando el Partido Nacionalista con muchas cosas a su favor, una novedosa propuesta ideológica que buscaba la igualdad, con mayoría en el Congreso representada por todo el país, especialmente el sólido sur, gozando de una popularidad única en alianza con la izquierda intelectual, con el padrinazgo de nuestro nobel de Literatura, y con una suerte de etiqueta popular de ser los adalides del antifujimorismo y el antiaprismo.

Cinco años después no tiene nada, ni un solo congresista que los blinde o defienda, sin popularidad, gastados y sin aliados, con un partido en ruinas e inexistente y con un inminente proceso judicial que de seguro terminará muy mal para los esposos Humala. Las oportunidades en la política peruana son únicas. En la actualidad, ideológicamente son nada.

Viendo el panorama de la historia reciente, Pedro Pablo Kuczynski no solo tiene una dura tarea al mando del Gobierno, pues debe lidiar con el peso del voto prestado, con un Congreso adverso y con los intereses propios de la izquierda camaleónica; sino que además deberá fortalecer un partido y una ideología que aún no tiene, si es que quiere vivir en el tiempo. Una derecha liberal que históricamente siempre estuvo y está presente, pero que nadie hasta hoy ha logrado canalizarla e institucionalizarla ideológicamente hacia un partido político formal. Su deber cívico además de gobernar bien, será diseñar y establecer un partido político estable, organizado y fortalecido.

Fuerza Popular estrechará su ideología imperante hacia la consolidación de una derecha popular, deberá complementarse como un partido serio que ayude a gobernar y a pensar en el país como prioridad antes que sus propios intereses. Deberá ser cauteloso para debatir sin rabia ni rencores, para poner en agenda, con taimada inteligencia, las coincidentes ideas y propuestas políticas de PPK, esto sobre todo en el rubro económico que es donde hay más coincidencias entre las dos derechas, y sobre todo deberá sacudirse el “mote” de ser un partido tirano, la herencia del fujimorismo, sin perder el fin opositor que su electorado le ha concebido. Una oposición responsable le ayudará a Keiko a llegar al poder en el 2021 y si no, por lo menos a quien la represente, llegar con un aparato partidario muy sólido.

Verónica Mendoza tiene el mayor reto en este escenario. Una vez más la oportunidad para la izquierda está a su favor, aunque el principio de fortalecerla y llevarla hacia una plataforma institucional única es muy difícil todavía, ya que deberá recomponer su discurso hacia lo políticamente correcto, algo que el sistema y la Realpolitik le exige; para eso la misma Mendoza deberá morigerar la platea, además de interiorizar ciertos aspectos cruciales que todavía no le convencen ni a ella misma (deslindar con el chavismo, ser menos anti extractivista, mirar con buenos ojos el libre mercado, etc.), además de entrelazar las demandas del indómito sur del país para llevarlo a su máxima expresión ideológica. Todo esto, pisando duro y parejo ante el posible campo minado que sus propios partidarios variopintos le tiendan en el camino, la misma historia de siempre de la izquierda, que podría dividirse desde el Congreso de la República en estos cinco largos años de convivencia ideológica, donde cada congresista suyo tiene su propia agenda.

Julio Guzmán deberá empezar de cero si quiere algún día gobernar, para ello deberá definirse ideológicamente, trabajar con los jóvenes, crear un partido, un ideario nacional donde se halle, será difícil sin congresistas y sin partido, pero con un buen cálculo político podría encontrar un espacio para dejarse escuchar. Sin embargo para el 2021, no creo que llegue. Quizá podría empollarse en Acción Popular, que le es más afín ideológicamente hablando, aunque dudo que Barnechea lo deje si quiera entrar.

Alianza para el Progreso resulta una buen a opción de partido para ideologizar, siempre y cuando Acuña ya no la lidere. Tiene una buena base de alcaldes y presidentes regionales, además de congresistas y un partido conformado, que podrían ayudarle a establecer una buena alternativa hacia el futuro. 

El PPC tiene juventudes y talentosos partidarios, tal vez le falten líderes y ser menos ambiguos en temas cruciales, esto pasa por la redefinición del social cristianismo que aún no se renueva. Los distritos seguirán siendo su objetivo por ahora 

Finalmente el Aprismo deberá trabajar duro en sus cuadros, reflexionar en qué fallaron, modernizarse en su pensamiento, con nuevos rostros y sin perder la mística de su esencia, pensando en ser una vez más el gran partido nacional que alguna vez fue, recurso humano y líderes tiene, y de mucha calidad intelectual y moral, solo es cuestión de que inicien la obra otra vez, porque el pueblo que ayer les dio la espalda, en esa evolución del espacio tiempo histórico que definió Haya dela Torre, les retornará con un futuro político esperanzador.

¡Qué comience la acción!

*Periodista

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