Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

 

En estas semanas el Congreso de la República está en el centro de atención. Acaban de juramentar sus 130 integrantes elegidos para el período 2016-2021 y en pocos días nombrarán a la mesa directiva de la primera legislatura. Por último, el 28 de julio dejará la jefatura de estado Ollanta Humala Tasso a su sucesor Pedro Pablo Kuczynski.

 

Indira Huilca

A través de los medios de comunicación podemos percatarnos de las declaraciones, gestos, reacciones y variopintas demostraciones de educación, deferencia y tolerancia de nuestra clase política. Estamos comenzando a darnos cuenta, una vez más, que sus credenciales académicas y profesionales no están acompañadas de su caballerosidad y ponderación. Menos de su cultura, discernimiento y real conocimiento de la realidad peruana. Así es “perulandia”, un bello y pintoresco escenario atiborrado de advenedizos, desempleados y aventureros en buscan de una forma segura de subsistencia.

Su indisimulable inopia muestra el deterioro de esta actividad que debe liderar gente con vocación de servicio e impecables credenciales de vida. Sería deseable que los miembros de este poder del estado hagan docencia ciudadana en lugar de convertirse en el cogollo de los cuestionamientos del electorado. Su confinada visión del contexto político y social los incapacita para percibir cómo su proceder afecta su credibilidad y prestigio y, por lo tanto, genera una mayor desconexión entre representante y representado.

 

Los parlamentarios están siempre vigilados por la opinión pública. Por lo tanto, debieran calcular los efectos y consecuencias de sus escasos márgenes de consideración. No ha concluido la instalación congresal y notamos desatinados comentarios que, por desgracia, hacen presagiar que lo nuevo declina garantizar una mejor calidad en el quehacer legislativo. Al parecer seguirá la exhibición de mediocridades y orfandades.

 

Hemos escuchado a un congresista reelecto llamar “pulpin” al designado primer ministro y, además, una “lluvia” —más intensa de la que viene padeciendo Lima— de agravios entre la bancada fujimorista y el Frente Amplio y Peruanos por el Kambio. Otro legislador le dice “terrorista” a una excandidata a la presidencia. Mutuamente solicitan pedidos de disculpas mientras siguen con sus insolencias. Lamentablemente, se avecinan tiempos en los que el adjetivo, la injuria y la ofensa prevalecerán sobre la cordura, la lucidez y la sapiencia. ¡Aguardo equivocarme!

 

Pasemos revista a algunos entretelones de la sesión de la junta preparatoria. Se observaron reacciones propias de una “barra brava” por parte de los invitados en las galerías del hemiciclo. Kenji Fujimori Higuchi, quien presidió la junta —compuesta por el legislador con más votos, el más longevo y el más joven— sorprendió que, alterando el protocolo y la agenda establecida, leyera un discurso reiterando su decisión de declinar postular a la presidencia del Poder Legislativo. Un absoluto desatino obviar diferenciar una actividad oficial con una partidaria. Sin duda, una inequívoca comprobación, de las innumerables a las que nos tiene acostumbrados, de su exigüidad de mundo y de percepción de la política.

 

Fueron infaltables quienes juraron con lampa en mano, con boina militar, con atuendos típicos de sus regiones y “por la reconciliación nacional”, “por el indulto humanitario”, “por quienes lucharon por un país con justicia y con libertad, “porque nunca más una mujer sea esterilizada contra su voluntad, agredida y violentada”, “porque nunca más exista ningún tipo de terrorismo”, “por la lucha frontal contra la corrupción”, “por la memoria de Pedro Huilca, los estudiantes asesinados en La Cantuta y por todas las víctimas de la dictadura fujimorista que aún buscan justicia, por el pueblo”, “por mi tierra Apurímac, por la memoria de mi padre, por la lucha social contra proyectos, como el proyecto minero de Las Bambas”, etc. También, lo hicieron por la memoria de Fernando Belaunde Terry y Víctor Raúl Haya de la Torre y, especialmente, fueron incontables los vocablos extravagantes, disparatados y orientados a sembrar confrontaciones.

 

Renuncio imaginar cómo será la ceremonia de asunción del presidente electo. Han confirmado su asistencia el rey Juan Carlos I de España y seis presidentes de la región y, por lo tanto, anhelamos que nuestros asambleístas estén a la altura de un momento tan importante en la consecución de la vida democrática del país. Confío que eviten repetir los deshonrosos incidentes protagonizados el 28 de julio de 1990, cuando Alan García Pérez acudió a traspasar el mando. Estos hechos motivaron que al culminar su segundo período el 2011, se abstuviera de concurrir a la Plaza Bolívar.

 

Los legisladores prescinden entender que sus variadas formas de comunicación y expresión reflejan la indigencia de sus personalidades y la dimensión de sus alicaídas inteligencias emocionales. Detrás de sus supuestas convicciones republicanos existen irrefutables personajes egresados del paleolítico. Sumado a su rusticidad acerca de las básicas pautas de compostura, urbanidad y convivencia social.

 

La coyuntura les reclama consideración entre adversarios, condescendencia frente a la discrepancia, disposición de diálogo con la intención de arribar a mínimos consensos, perspicacia para anticiparse a los acontecimientos, pedagogía cívica a fin de ser referente en la población y, por sobre todo, habilidad para esquivar dejarse llevar por apasionamientos y afanes de notoriedad. Del mismo modo, demanda tolerancia, ecuanimidad y compromiso.

 

Los “padres de la patria” deben exteriorizar respeto al pueblo peruano. En tal sentido, se me ocurre evocar las pertinentes palabras del célebre filósofo, economista, jurista, historiador y sociólogo alemán Max Weber: “El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”.

 

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/