La idea es educar. A propósito del fallecimiento de Álvaro Ugaz

Por Juan Sheput

Cuando un personaje fallece, por la circunstancia que fuere, la muerte se acerca a los ciudadanos de manera excepcional por la sencilla razón que las sociedades tienden a conferir poderes especiales a las personas públicas. Al asomar la muerte con su rostro igualitario genera en la comunidad reacciones de solidaridad, pasmo e incredulidad.


Conscientes de ese efecto los personajes que sufren de algún drama tienden a usar el mismo para educar a quiénes están pendientes de ellos, de su evolución o deterioro, para bien o para mal. Se han así dado campañas contra el sida, protagonizada por actores y actrices enfermos de dicho mal; contra el alcoholismo, el tabaquismo y contra el cáncer. En todos los casos los que advertían eran seres que sufrían y padecían la enfermedad.

Lo mismo ha sucedido en otras latitudes pero también para educar en educación vial. En México la muerte en las pistas del admiradísimo embajador Adolfo Aguilar Zínser sirvió para educar. No hacerlo es un error. A partir de una desgracia muchas vidas se pueden salvar.

Hace unos años falleció por un penoso accidente de tránsito en la Costa Verde el futbolista Sandro Baylón. Todos olvidaron en su remembranza que había fallecido por conducir a alta velocidad, en estado de ebriedad y por llamar por teléfono celular. Al olvidar este gigantesco detalle, se perdió la oportunidad de educar.

Recientemente ha fallecido un querido y estimado periodista, Álvaro Ugaz, por conducir también de madrugada a muy alta velocidad y aparentemente con indicios de haber bebido alcohol. A pesar de las muchas cualidades de Álvaro su lamentable fallecimiento puede ayudar a salvar otras vidas. Así Álvaro Ugaz seguiría sirviendo, que fue lo que siempre hizo, hasta en la otra vida. Álvaro cometió un error fatal que puede servir para ayudar más aún cuando cada fin de semana centenares de jóvenes y adultos corren enloquecidos por la Panamericana Sur, de ida y de vuelta, yendo y viniendo de las discotecas de Asia.

Lo penoso de este fallecimiento es ver y oir a políticos, especialmente ministras como Mercedes Cabanillas y Rosario Fernández, que no pierden oportunidad para figurar. Sus altas responsabilidades las debería llevar a marcar distancia y aprovechar esta lamentable circunstancia para educar. Ese sería el mejor homenaje que a Álvaro Ugaz se le puede brindar.

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