¡En la antigua Roma!
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Bajo el sugerente título de "Gladiadores en Asia" el suplemento social de la revista Caretas, que se edita esta semana en el Perú, nos trae una amplia información referida a una fiesta "a la romana", celebrada recientemente en el balneario de "Asia", a 97 kilómetros el sur de Lima donde tienen sus casas de playa las más encumbradas familias de nuestro país, aquellas que amasaron su fortuna a la sombra del "sistema" que el señor García se empeña en mantener incólume a sangre y fuego.
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Bajo el sugerente título de "Gladiadores en Asia" el suplemento social de la revista Caretas, que se edita esta semana en el Perú, nos trae una amplia información referida a una fiesta "a la romana", celebrada recientemente en el balneario de "Asia", a 97 kilómetros el sur de Lima donde tienen sus casas de playa las más encumbradas familias de nuestro país, aquellas que amasaron su fortuna a la sombra del "sistema" que el señor García se empeña en mantener incólume a sangre y fuego.
"Columnas dóricas y corintias predominaron en la decoración de esta fiesta al estilo grecorromano que se organizó en el Club Los Cocos en Asia. aquella noche, hombres y mujeres con túnicas, sandalias gladiadoras, brazaletes y coronas de laurel, danzaron." nos dice, no sin una pizca de asombro, el redactor de una crónica que presenta ilustrada con seis fotos tomadas en la circunstancia.
En ellas y a todo color, aparecen en imágenes sucesivas bellas jóvenes vestidas a la usanza antigua y caballeros "romanos" —ataviados como los 12 Césares de los que nos habla Suetonio— con coronas de laurel adornando sus testas prominentes.
Aunque la música que bailaron las parejas hasta el amanecer del nuevo día fue más bien moderna y los licores que consumieron lo fueron también —el whisky incursionó sin embargo en el bucólico escenario de los vinos latinos— la escena nos recuerda los fastos que describiera en su madurez Ovidio en su "feriae" y que veíamos sorprendidos en el cine, cuando pasaban las películas en torno a Nerón, las imágenes de Tiberio o las hazañas de Calígula; y, además, ciertamente, los frenéticos movimientos de Mesalina, Julia o Agripina.
La cita en cuestión tuvo lugar ahora, cuando los informes referidos a la agudización de la crisis llaman la atención de todos; cuando los voceros del gobierno confirman que en las próximas semanas 200,000 personas perderán sus puestos de trabajo afectando un universo de un millón de peruanos; cuando los indicadores oficiales admiten que 7 de cada diez personas que habitan en el Trapecio Andino, sobreviven en condiciones de pobreza extrema; cuando la violencia se enseñorea en nuestras ciudades y los noticiarios de la televisión se refocilan mostrándonos de manera cotidiana crímenes horrendos consumados contra ancianos, mujeres y niños; cuando adicionalmente cruje la estructura misma de la sociedad por el grito herido de los explotados que resuena con más fuerza desde el interior del país.
Pretenden ilusamente cerrar los ojos a la lacerante realidad de nuestra patria quienes encumbran la frivolidad y dan rienda suelta a sus perturbadas emociones sin reparar en el drama nacional que se expresa en cifras letales:
Es bueno que se recuerde en efecto que el 10.5% de los peruanos, es decir casi 3 millones de personas, viven hoy con un ingreso inferior a un dólar por día;
Que el 30.6% (alrededor de 9 millones) deben enfrentar la vida percibiendo apenas 2 dólares de ingreso al día;
Que el 51.1% de los peruanos viven bajo el límite de la pobreza;
Que el 37% de los peruanos no tiene acceso a la sanidad
Que el 17% carece en absoluto de agua y el 82% no la tiene plenamente a su disposición.
Que del total del Ingreso nacional, el 40.8% se queda entre el 10% más alto de la pirámide social, en tanto que el 10% más pobre, tiene acceso apenas al 1.3% de ese rubro.
Hoy se sabe también que las autoridades destinan tan sólo el 1.9% del producto Bruto para atender Programas de Salud; y el 2.4% `para los retos de la educación; en tanto que destinan el 24% para efectos del pago de la deuda externa y otra cifra similar para los gastos de Defensa, que incluyen también la protección de las Autoridades del Estado, que deben defenderse de las acechanzas subversivas de la población descontenta.
Y esa es la dura realidad que algunos pretenden esconder como si fuera posible cubrir el drama con una pieza de baile frenético o sensual.
¿Qué puede llevar a una opulenta, ociosa y envilecida clase dominante a mostrar ostentosamente sus bacanales para escarnio de las grandes mayorías que sufren los efectos de la desnutrición crónica, las enfermedades infecto-contagiosas, el hambre cotidiano, la desocupación, la marginación social y la discriminación generalizada?
¿Qué puede inducir a personas jóvenes en edad pero viejos en costumbres a relajarse a extremos como estos a luz pública y en medio del desconcierto nacional?
Las fiestas romanas —las bacanales, por ejemplo— eran revestidas en su momento por connotaciones de orden religioso, como lo reconocía Polibio.
Es verdad que en ellas se bebía sin control, se comía abundantemente y se cometían diversos excesos; pero es verdad también que eso hacía en homenaje a un dios —el dios Baco, o Dionisio, el dios del vino y de la inspiración romántica— en cuyo nombre se celebraban apoteósicos encuentros y luchas.
Pero también es verdad que tales fiestas, por el impudor en las que cayeron, fueron prohibidas por los honorables Senadores romanos en el año 186 antes de nuestra era.
Ocurre sin embargo que los mancebos y las vestales de nuestro tiempo, no repararon en el sentido de la prohibición del augusto Senado y, sin siquiera un pretexto místico, optaron por rememorar la fiesta romana para solaz de una sociedad enferma.
En su núbil ignorancia, los actores de esta fiesta no tuvieron siquiera la posibilidad de recordar la advertencia del poeta: Nil homini certum est -nada es seguro para el hombre-; y no advirtieron tampoco el significado que podría tener en un país exhausto esta frívola bellaquería.
Es bueno recordarles a estos caballeros de edad casi madura pero mentalmente adolescentes y a estas ligeras cortesanas, que están jugando con fuego. Y que después de Roma —y contra ella— se alzaron legiones de esclavos. Espartaco cobró vida surgiendo de la nada.
El líder de los gladiadores insurrectos se alzó precisamente contra esas corruptas maneras de vivir, y contra la explotación humana. En su momento, enrostró al venerable Senado diciéndole: "el mundo esta harto de la riqueza y el esplendor que vosotros habéis succionado de nuestra carne y de nuestros huesos. ¡Que detestable pandilla sois vosotros y qué infecta mugre habéis hecho de la vida! Os habéis burlado de los sueños acariciados por el hombre, del trabajo de la mano del hombre, y del sudor de la frente del hombre."
Nunca se supo realmente del fin de Espartaco. Su destino final se perdió entre el mito y la leyenda.
Pero también la leyenda dice que cuando murió, lanzó un grito tronante: "¡Volveré, y seré millones.!". Lo real es que ese grito aún escarapela el cuerpo a los explotadores en todos los países. Les pone los pelos de punta de arriba abajo.
Como bien lo recuerda Howard Fast, su lucha no fue concebida y organizada por uno, sino por muchos y si Espartaco no hubiera actuado, las fuerzas que lo impulsaron habrían ejercido su influencia sobre otro.
También en nuestro caso asoman las fuerzas que luchan contra esta sociedad basada en la soberbia ostentación de la riqueza y en la más profunda iniquidad del hambre.
Los Espartaco de nuestro tiempo son los desposeídos y marginados que van tomando conciencia de la necesidad de luchar para que nunca se haga escarnio de la miseria del pueblo, y para que —por el contrario— siempre se enaltezca la dignidad del hombre
Antes, les decían "bárbaros"; hoy, simplemente, los llaman "antisistema". Pero esa es una diferencia semántica. Los de ahora, como los de ayer, sabrán también cambiar el mundo (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestra-bandera.com