Por David Auris Villegas*
En cuclillas al pie del último algarrobo leí esta sencilla misiva: queridas maestras y maestros, los urgentes problemas de la humanidad demanda a manera de un edicto global, salvaguardar esta única nave, la mamapacha, a través de nuestras acertadas acciones, discursos ético e inconmensurable arrojo pedagógico. Aunque pertenecemos a la comunidad de profesionales vapuleados y menospreciadas en casi todo el mundo, aceptemos este desafío con mística revolucionaria pedagógica, generando confianza masiva en el provenir con la convicción de disfrutar una alborada colmada de esperanzas.
Mientras leía asomaban estas interrogantes: ¿Cómo podremos educar a la sociedad para cuidar nuestra única nave?, ¿Acaso es posible consumar este extraño grito mundial a pesar de un modesto estipendio de sobrevivencia?, ¿Cómo es posible educar desde las escuelas, esta humanidad atrozmente consumista de bazofia donde cualquier indigente cognitivo se convierte en un influencer con millares de seguidores de nada?. De qué sirve poseer una extraordinaria tecnología y una educación posgraduada al más alto nivel cognitivo jamás imaginada, si no somos capaces de sobrevivir en armonía compartiendo cada espacio de esta maravilloso inmueble global?.
En esta travesía de la esperanza, _leía_, aprovechemos cada espacio del planeta para atrevernos encender luces de amor en cada familia y; en cada escuela inyectemos rayos de sabiduría sostenida, bajo el marco de una penumbra calurosa del alma humana y preservando la sagrada memoria de nuestros antepasados, construyamos una sola humanidad cognitiva y emocional, una sociedad más amorosa en palabras de Claudio Naranjo.
Espantados contemplamos a la humanidad entera absortos en aguas de la tecnología clamando seguidores; y tratando de llamar la atención a los demás con vanos selfies, claudicamos lo obvio de este mágico latifundio universal, descuidando nuestra madre tierra olvidamos que somos parte de ella, que con su silencioso grito exige mucho de los educadores como la reserva moral, reclamándonos preservar un lugar seguro para las generaciones futuras, nuestros descendientes si no queremos ser juzgados en sus tribunales por haberlos arrebatado y ofertado nuestra única finca a la estupidez humana.
Así como fluyen los arroyos cristalinos en las riveras lejanas, así estamos obligados éticamente, hacer fluir la bondad en cada actitud pedagógica para saciar la sed de aquellos quienes no tuvieron la oportunidad de educarse bajo un enfoque ético y solidario; anclando sus derechos a vivir mejor, inscribamos en cada ser humano el ADN ético como perfecto aliado bajo cielo de oportunidades.
Como íconos de la moralidad, los educadores tenemos la misión de liderar un cambio continuo de crecimiento personal, socorriendo el suspiro de la esperanza por toda los rincones del planeta y el universo, demostrando que la educación ciudadana y ética hoy nos ha alejado del salvajismo pasado, para sobrevivir solidariamente, evitando de toda forma ser parte de una triste historia, como una raza humana incapaz que habitó el planeta sin lograr preservarla.
¿Tenemos el deber de ejecutar la razón ética solidaria porque abandonamos caminar a cuatro patas por una pose erguida más elegante?, indudablemente ha sido una de las experiencias más asombrosas de la historia, sin embargo nada nos pertenece realmente, prueba de ello que nadie cuando se muere es capaz de llevarse algo a la tumba donde volverá a ser parte de la tierra, pues lo que ocurra con los animales y los demás seres, en breve ocurrirá a los hombres como nos alertó el gran jefe Seattle, quien sin pisar una escuela fue un gran pedagogo ético.
El mañana es un misterio y nadie sabe qué sucederá, excepto que será diferente como señaló Borges y este breve instante de estadía terrenal, es nuestra única oportunidad de ser felices a pesar de los temores naturales del mañana, y prepararemos el terreno de la esperanza global, cultivando una educación ética en cada respirar del aire tibio de la educación, por una longevidad humana de una mañana mejor para nuestros descendientes. _Concluía la sencilla carta anónima.
*Escritor y pedagogo
https://orcid.org/0000-0002-8478-6738
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