Por Alfredo Palacios Dongo
A menos de dos años de cumplirse el bicentenario nuestro país está atravesando una peligrosa crisis política producida por una tensa y conflictiva dinámica entre el Ejecutivo y el Legislativo que ocasiona un choque de poderes del Estado con confrontaciones, pugnas y mínima tolerancia, situación agravada además por la enorme corrupción y la desconfianza de los ciudadanos por las instituciones, los partidos políticos y los políticos en general. El Poder Judicial lleva una pesada carga de corrupción e inoperancia. El Congreso podría competir entre los más impopulares de los últimos años, además de usuales escándalos de muchos congresistas, el Parlamento no asume una tarea más integral y no ha sido capaz de articular una agenda consensuada para el país. El Ejecutivo demuestra debilidad y poca credibilidad, el presidente emite inconvenientes declaraciones (casos Odebrecht y Tía María) y presenta dificultades para desarrollar sus funciones, así, hemos llegado al extremo de un pedido del Ejecutivo para adelantar las elecciones versus una moción de vacancia presidencial que pretende parte del Congreso.
Aumentan protestas contra el sistema político y judicial
La desconfianza y cuestionamiento a nuestro sistema político es una realidad indesmentible, tanto por las actuaciones personales de sus protagonistas como por el inconsistente debate político que emplea un formato de desarrollo mediático y deja de hacer justicia, los partidos políticos que no tienen una estructura bien constituida experimentan un proceso de debilitamiento y desprestigio presentando bajísimos niveles de credibilidad frente a la ciudadanía. A pesar que la política es fundamental en la creación de instrumentos y proyectos para avanzar en el desarrollo del país, lamentablemente la mayoría de nuestros políticos persigue su interés dentro de las reglas de juego que los rigen en lugar de proceder según su visión sobre lo que requiere el país, actúan con motivaciones subordinadas a lo conveniente para permanecer y prosperar en la política, proceso que se podría comenzar a corregir mejorando las reglas del juego político con reformas que protejan el interés general del país que ellos mismos no las quieren aprobar.
Bajo este panorama la clase política no es transparente, debería entender que los verdaderos liderazgos políticos son éticos ya que provienen de reclamos por instaurar la igualdad, la integridad, la justicia, la equidad, la probidad y el bien común, los cuales en nuestro sistema político se están quedado en el camino por la ciega persecución de intereses personales y partidarios, lo cual afecta nuestra democracia y el desarrollo integral nacional.
Expreso, 17.08.2019