Escribe Joan Guimaray

          Lima cumple 485 años de fundación y no tiene alcalde. El 18 de enero es su aniversario central, y el Cercado de Lima carece de alcalde. Es la pregonada ‘semana de Lima’ y no tiene alcalde el distrito de Lima.

 

fachada municipalidad de lima

 

El último burgomaestre que tuvo el Centro Histórico de la ciudad capital, fue don Alberto Andrade, un empresario que a pesar de no haber nacido para ser político, entró a la arena política, obligado por la continua decepción que los políticos generaban en la población. Entonces, luego de administrar con éxito al municipio miraflorino, arribó a la Municipalidad Metropolitana y llegó al Cercado de Lima, donde en su condición de Alcalde, limpió, arregló y ordenó la ciudad, a fin de recuperar algo de la deteriorada imagen de Lima de los años ochenta y mediados de los noventa. Y, para lograrlo, combatió la suciedad, batalló contra el desorden y luchó contra la inseguridad.

Desde entonces, han transcurrido más de quince años y el Centro Histórico ha vuelto a deformarse, desfigurarse, contaminarse, y parece que nadie se da cuenta. La suciedad, el desorden y la inseguridad han vuelto a deteriorarlo, deslucirlo y afearlo, y desgraciadamente, Lima Cercado, no tiene alcalde, pero tampoco ciudadanos. Pues, el señor Muñoz es un fantasma, cuya silueta sólo se puede ver, de cuando en cuando, por las pantallas de la televisión. Su presencia en el Cercado de Lima, es inexistente, su autoridad es imaginaria y sus decisiones, ninguna. A más de un año de su elección, el burgomaestre acciopopulista, el ocupante fortuito del viejo palacio municipal de Lima, no es sino, un hombre con escasa noción de ciudadanía, un político carente de conceptos de urbanidad y un ser sin ideas de ciudad.

De modo que, como el señor Muñoz no aprecia el orden, no ama la tranquilidad, ni admira la armonía, porque ignora escrupulosamente el valor de esos elementos que embellecen la ciudad, entonces, con su venia, consentimiento y aprobación, el Centro Histórico de Lima, se ha convertido en una ciudad, espantosa, irritante e insoportable. Ya que, los postes, los jardines y los portones de edificios, se han convertido en urinarios públicos. Las escasas áreas verdes son usadas de retrete para los perros. Las esquinas cercanas a las bodegas y licorerías, se han vuelto en cantinas públicas. Las aceras y las puertas de algunos viejos edificios, han sido tomadas por toxicómanos, alcohólicos y vagabundos. Las veredas se han convertido en estacionamiento de motocicletas. Los jirones y las avenidas han sido invadidos por vendedores de frutas, los comerciantes de verduras y los negociantes de fruslerías, quienes con sus triciclos provistos de altoparlantes, recorren de día y de noche ofreciendo sus mercancías.

Asimismo, el centro de la ciudad soporta el incesante bocinazo de colectiveros informales y de cuasi ciudadanos al volante. Hasta el otrora recuperado jirón De la Unión, ha sido tomado por charlatanes con bocinas, invidentes con altoparlantes y ‘esculturas’ vivientes con altavoces. Todo ello, no es sino, una clara muestra de que el Cercado de Lima no tiene alcalde. Y es también, una indudable evidencia de que el señor Muñoz, carece del honorífico título de ciudadano, puesto que ignora cabalmente las naturales y consuetudinarias normas urbanas.

Pues, si el Alcalde de Lima fuera un verdadero ciudadano, hubiéramos sentido su presencia, los pocos ciudadanos que vivimos en el centro de Lima. Y, si don Jorge Muñoz supiera ejercer su autoridad de burgomaestre con título de ciudadano, el centro de Lima, no sería ni horroroso, mucho menos, espantoso como ahora. Su llegada al municipio limeño, hubiera generado el remozamiento inmediato del rostro del Centro histórico de la Capital. Hubiera terminado con la cochambre, el ruido, el desorden y el caos. Y ése, hubiera sido y sería, su mejor carta de presentación.

Pero lamentablemente, el señor Muñoz, viene también del mismo lugar de donde llegaron aquellos que poblaron el Congreso de la República —y que algunos de ellos todavía quedan en la Comisión Permanente—. Y fatalmente, don Jorge Muñoz también viene del mismo sitio de donde arribaron aquellos que hoy colman el Jurado Nacional de Elecciones, el Ministerio Público, el Poder Judicial y la Defensoría del Pueblo. O sea, viene del mismo sector del que proceden aquellos que están muy acostumbrados a respirar olores y aspirar hedores. Viene del mismo rincón de quienes están habituados a flotar en el desorden y nadar en la bullanga. Precisamente por eso, ni él mismo se preocupa por cambiar el horroroso rostro de Cercado de Lima, tampoco recibe en su condición de burgomaestre, la preocupación, el pedido o la sugerencia de ningún miembro de estas entidades, a pesar de que cuyas sedes están ubicadas en el centro de la ciudad capital.

Desde luego, no resulta difícil deducir que, el señor Muñoz, no viene del desgarramiento de pensar cómo resolver los problemas de la ciudad, ni del desvelo de cómo construir el país, menos de la preocupación de cómo embellecer el centro histórico de la capital de la República. De lo contrario, el abandonado centro de Lima, no estaría hundiéndose en el caos, tampoco estaría sumergiéndose en el desorden, mucho menos estaría asfixiándose en la hediondez. Pero, como el señor Muñoz, viene únicamente de sacar cuentas, realizar cálculos, hacer negocios políticos, engordar algo de su vanidad personal y exhibir su ego acciopopulista pensando en las elecciones presidenciales de 2021, el centro de Lima está cada vez peor: sin alcalde y sin ciudadanos.

Consecuentemente, casi ya no quedan lugares limpios, sitios tranquilos ni zonas ordenadas. Tampoco, casi ya no existen plazas, parques ni concurridas calles, sin vendedores irrespetuosos, libres de bocinas ruidosas, exentos de insolentes seres contaminando el aire con burbujas de detergente. El propio jirón De la unión, la otrora elegante calle de la que el gran Valdelomar decía que ella era Lima, se abate entre el estruendoso ruido que generan los mendicantes y el sonido de los parlantes y megáfonos que las tiendas usan para ofrecer sus productos. En tanto que la vistosa Plaza San Martín permanece sumida entre el hollín y la urea. Hasta el hermoso Parque Universitario que antes atraía por su césped y flores ornamentales, ahora apesta a distancia, porque la desidia municipal y la indiferencia ciudadana, lo han convertido en retrete gatuno.

Pero eso no es todo. El pie de los postes, los faroles y de los pocos árboles que existen en el centro de la ciudad, hieden a orine de perro. Las gentuzas que ignoran las pautas urbanas, también hacen defecar a sus canes sobre las bermas y las veredas. Y, mientras que las calles Quilca, Camaná, Ocoña, Caylloma y Colmena, no son sino, meaderos de alcohólicos, parroquianos y vagabundos que no sienten ni el más mínimo respeto por la ciudad. Se parecen mucho a los colectiveros, taxistas y a todo aquel que en su condición de conductor va en el volante, abriéndose el paso a golpe de cafres bocinazos y ensordecedores claxonazos.

Del desorden, la insolencia y de la mugre que asfixia al centro de Lima, tampoco son ajenos los motociclistas. Estos inciviles corren por las céntricas calles, generando un espantoso ruido con el motor de sus vehículos. Y, los vendedores de helado, no sólo invaden las veredas y las esquinas obstaculizando a los transeúntes, sino además, hacen uso de molestosas bocinas para ofrecer sus mercaderías. A todo ello, se suman aquellos taxistas que congestionan el centro de la ciudad capital, esos que nunca limpian el asiento de sus vehículos, que siempre están mugrientos y a veces hasta pringosos. Y, casi en ese mismo estado mantienen sus sillas y mesas, tanto los restaurantes y chifas, como también las cebicherías y pollerías. Atienden al público en platos desportillados, mal lavados, en utensilios de mala calidad, y con cucharas y tenedores oxidables. Incluso, expenden alimentos guardados, no sólo de un día para otro, sino de varios días o quizá de semanas. Y, hasta sus mesas las tienen antihigiénicamente apiñadas o juntas, haciendo que el consumidor tenga que rosar necesariamente a otro, ya sea, al momento de entrar al establecimiento o la hora de salir de él.  

Así está el centro de la capital. Ésa, es la imagen del Centro histórico de Lima, una ciudad abandonada, sin alcalde, sin ninguna autoridad, y sin nadie que ponga orden. Pero también, una Lima sin limeños y una ciudad sin ciudadanos. Es tiempo de decirlo sin eufemismos. Puesto que el centro de Lima no sólo carece de una autoridad con título de ciudadano. No sólo adolece de un alcalde con nociones de ciudadanía. Sino también, carece de limeños amantes de su ciudad. Y, adolece de ciudadanos con nociones básicas de ciudadanía, y padece de ciudadanos respetuosos de las normas y pautas urbanas.

Desde luego, si el centro de la ciudad capital tuviera un alcalde con pergamino de ciudadano, no cabe duda de que Lima histórica, sería una ciudad tranquila, segura, ordenada, embellecida, sin ruido, sin hedores y limpia. Es decir, el centro de la capital de la República, sería así de admirable, si el señor Muñoz fuera alcalde, y si él fuera ciudadano. Pero desgraciadamente, el señor Muñoz, no es alcalde del Centro Histórico, ni es ciudadano, sino, acciopopulista. Su inacción, su inercia y su rutina, nos hace recordar con cierto desencanto al fundador y jefe de su partido Acción Popular, cuyo gobierno centralista, indiferente y sin ideas de país, no hizo sino, que durante su período de 80 a 85, los problemas internos se agudizaran, el descontento se multiplicara y que la subversión se expandiera, para que luego, vinieran García y Fujimori con sus pillajes, muertes y desapariciones.

Y ahora, nuevamente con su regreso al gobierno de la ciudad, Acción Popular, nos vuelve a mostrar su acostumbrada inacción. Nos vuelve a recordar la situación en la que dejó al país en el año 85. De manera que, también ya nos revela la situación en la que quedará el centro de Lima cuando concluya su período del señor Muñoz. Pues, hasta ahora, lo único que ha hecho es colocar carteles con bobas frases que nadie lee y poner unas cuantas macetas en un par de calles.

Así que el señor Muñoz, quizá tenga mucha voluntad para mejorar la ciudad, tal vez le sobre el entusiasmo para modernizar el Centro histórico, pero no hay duda de que carece de capacidad, adolece de ideas y no tiene posibilidad de respuesta para hacer frente a los problemas que deterioran a la Lima histórica. Es más, parece que incluso desconoce de que la sede del gobierno municipal de Lima Metropolitana, está ubicada, precisamente, en el centro de la ciudad. De lo contrario, lo primero que pudo haber hecho en su condición de Alcalde, es recuperar y mejorar las calles, plazas y parques que rodean al propio Palacio Municipal. Es decir, hubiera empezado cambiándole de rostro a esa imagen horrorosa que tiene el centro de la ciudad capital. Para su condición de alcalde, no hubiera sido nada difícil tomar decisiones rápidas y acciones inmediatas para remozarlo. Consecuentemente, nos hubiera dado una clara muestra de su autoridad y una cabal idea de su capacidad de gestión. Entonces, los pocos ciudadanos que vivimos entre legión de gentuzas, hoy estaríamos aplaudiéndole con respeto y elogiándole con admiración. Pero, como el señor Muñoz no muestra autoridad ni capacidad, mucho menos interés por el Centro histórico de Lima, no es difícil deducir que su gestión va inevitablemente rumbo al fracaso.

Pero, es preciso aclarar que los ciudadanos que amamos la armonía y que aspiramos vivir en una ciudad ordenada, no deseamos el fracaso del señor Muñoz. Lo que sucede es, que don Jorge Muñoz no da ninguna señal de ser el alcalde del centro de Lima. Es decir, él quizá es alcalde del Agustino, tal vez es alcalde de San Juan de Lurigancho, de repente es de Puente Piedra, de Villa el Salvador, o probablemente sigue siendo alcalde de Miraflores, o de toda la periferia, pero del Centro histórico de Lima, no lo es. Pues, quien escribe esta protesta, vive en Lima, ya más de treinta años, y no en Mirones, ni en Chacra Ríos, tampoco en Barrios Altos —zonas que también pertenecen al Cercado de Lima—, sino, a escasas seis cuadras del Palacio Municipal, en la cuadra siete de la Av. La Colmena o Nicolás de Piérola, y a dos cuadras de la Plaza San Martín. De modo que, en mi condición de ciudadano, cómo no he de sentir rabia y cómo no he de experimentar impotencia, cuando el lugar donde vivo, el barrio en el que resido, el Centro histórico de Lima, está abandonado, desprotegido y olvidado, sumergiéndose en caos, hundiéndose en desorden, asfixiado por la fetidez y devastado por ruidos, rugidos y bocinazos.

Esta calamitosa situación de la Lima histórica que cumple 485 años, es la muestra más evidente de que el centro de la ciudad capital, no tiene alcalde. Los únicos que abundan en las calles, son aquellos semi-ciudadanos de chaleco amarillo y cuasi ciudadanos uniformados de azul marino. Seres que a pesar de llevar sobre sus uniformes el escudo de la comuna limeña, no tienen ninguna noción de ciudad ni de ciudadanía. Seres que pese a ser asalariados de la Municipalidad de Lima, son inhábiles para orientar, recomendar o exhortar a quienes desordenan, contaminan y ensucian el Centro Histórico. Seres incapaces de sugerir a los inurbanos para que cambien de conducta o persuadir a los inciviles para que sepan respetar la ciudad. Aunque claro está, que estos hombres y estas mujeres, no fueron contratados para cumplir ejemplares labores en las calles de la ciudad, sino, simplemente fueron reclutados para hacer campaña electoral a cambio de un puesto de trabajo. Precisamente por eso, carecen de nociones de urbanidad, ignoran de las naturales normas ciudadanas y no tienen idea alguna de armonía. Sin embargo, para la desdicha de los pocos ciudadanos que vivimos en el centro de Lima, todos ellos tienen en la cabeza el mismo ‘concepto’ de ciudad que tiene en mente el casi imaginario alcalde Muñoz.