Por Pedro Flecha*
El nombre viene de AMA (en quechua “Negación, fuera, excluido por falta de comprensión, pero existente...” y SUNA que tenía originalmente multiples significados, que la “media lengua” de hace 300 años, creada por el jesuita Josef de Acosta, creó.
En el testamento (medio convenido) de Guamán Poma, la colla es el balance del inca. Cuando el inca falla, la colla toma el liderazgo. Un ejemplo preínca es la negociación de Túpac Yupanqui (mayor que Alejandro Magno en otras latitudes) para incorporarlos a un sistema lógico. Los chinchas dominaban el mar y los incas, la tierra y acuerdan sin sangre.
Hay muchos detalles, pero la “igualdad de género” fue un fundamento básico de la cultura andina (que no es ideológica sino ambiental).
Hoy, cuando vemos maravillosas mujeres insurgentes, no es una novedad, es un replantamiento de un acuerdo fallido (el catolicismo) en el cual el culturismo, la venta del miedo y la explotación consecuentes, han sido constantes.
Ahora, la palabra y acción de una mujer cualquiera, es un bien cultural magnífico. Los “machotes peruanos” (ja, ja, ja) se tranforman, impotentemente, en agresores, acosadores, violadores, etc.
Una madre es una madre, el abandono pasivo, la agresón emocional por carencias afectivas u otra cualquier basura acomplejada, hace que las vulneren, maten o violen.
Felizmente ahora en Perú es un “issue”. Nuestra ventaja es ancestral, especialmente inca. No hay que invertar nada, está basicamente en nuestra existencia en este espacio-tiempo; donde los árboles, desiertos y la noble herencia monumental de milenios, no son objetos sino lecciones.
Al final ¡es el tiempo de las ancestrales mujeres maravillosas, porque los varones han fallado en 500 años! ¡Y todavía quieran manejar cualquier cosa corruptamente!
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19.01.2020