Herbert Mujica Rojas
Para no pocos, la resultante de la elección congresal ad portas, será un fiasco porque no se “arreglarán” los problemas del Perú. La pregunta inquisitiva sería la siguiente: ¿desde cuándo un Congreso logró manejar la agenda nacional? Más aún, ¿tiene el Parlamento tales atribuciones o mandato? ¿para qué está el Ejecutivo entonces?
El Congreso, el que viene luego del 26 de enero y los anteriores, deberá y debieron, respectivamente, producir leyes de acuerdo a las conveniencias del pueblo peruano de vivir en búsqueda efectiva de un país libre, justo y culto. Las evidencias apuntan a establecer que eso no se ha conseguida ¡nunca!
Entonces ¿por qué hay gente que vocifera contra el próximo Congreso? Que hay débiles mentales, rateros diplomados y contumaces, postulando, no hay la menor duda posible. Pero es cierto y hay que reivindicarlo enérgicamente, también existen postulantes probos y honestos, los menos, pero los hay.
En Perú por falta de proyecto político nacional nos refocila tirar barro con ventilador contra todo. Es un deporte que viene instalado en el ADN social. El famoso “¿de qué se trata? para oponerme”, juega un papel ruin y destructivo. Pero así somos y he allí una premisa fundamental.
En los últimos 45 años sólo hemos visto espantapájaros y mediocres en los gobiernos y parlamentos. Presidentes de lengua expresiva o miope pero deshonestos hasta la médula. Y si se trata de pusilánimes y cobardes, el suicida se lleva la condecoración al más miserable y por eso el ayer gran partido esperanza de los desposeídos hoy sólo procura salvavidas para no naufragar en la cárcel donde deben estar los rateros que convirtieron la política en vil negociado culpable.
Me atrevería a reivindicar la imagen de un Congreso que sea tribuna de agitación de conciencias y causas justas expuestas desde la majestad democrática hacia un pueblo que reclama conocer y saber de qué se tratan sus males consuetudinarios y mantenidos desde hace casi 200 años de república. Hay quienes, haciendo de comerciantes hechizos, pretenden “celebrar” el bicentenario. ¿Es posible congratularnos de tener un país con diferencias monstruosas y pobrezas indignas?
Ni refugio o madriguera de delincuentes o ganapanes, el Congreso tiene que cumplir un papel decoroso en la enunciación de soluciones y propuestas contra el poder que engrilleta al pueblo peruano en toda su vida: desde que nace hasta que muere, debe dinero que gobiernos inmorales se comprometieron a pagar con los impuestos de la ciudadanía.
No hay que creerle a pie juntillas a esos falsos apóstoles que tienen “partidos” que más bien son clubes electorales a la vieja usanza del civilismo, pisco y butifarra, porque es una aberración cívica hacerlo. En cambio hay que exigir a los próximos parlamentarios que cumplan con su tarea de agitación de conciencias. Que no otra cosa debe ser el Congreso.
Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz y la vigencia espectacular de Manuel González Prada no puede pasar desapercibida.
Rendirse ante las profecías de agoreros profesionales o trovadores de penas, es una barbaridad. Pero callar y otorgar a aquellos alguna razón, es acción miserable.
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
24.01.2020