Herbert Mujica Rojas
No alcanzó, y todo el Perú quedó noticiado, el alanismo ni el 3% de las elecciones congresales. El pueblo en su magnífica expresión selló con una triste lápida la actuación irregular, ilegítima, desleal y sucia de un minúsculo grupete que no representaba al pueblo aprista ni a nadie. Vox populi, vox dei.
¿Entenderán los usurpadores de la cúpula alanista el claro y categórico mensaje de las urnas? Hace decenios que declinaron las banderas ideológicas, programáticas o siquiera éticas. Se movieron en torno a negociados y sinecuras, ventajismos y arreglos debajo de la mesa y las componendas en el Congreso y a todo nivel con el fujimorismo y fuerzas oscuras obtuvieron su castigo en el comicio.
Del Apra multitudinaria que a la sola voz y conjuro del llamado de sus líderes salía a las calles a vitorear sus consignas y vivar su fe y convicción, no queda nada. El alanismo se encargó de aniquilar cualquier barrunto de construcción popular en procura de un Perú libre, justo y culto.
La ilusión de dos gobiernos, a cual más reaccionario y entreguista, entre 1985-1990 y 2006-2011, bajo la férula voluntarista y amoral de Alan García Pérez, logró destruir las bases populares y movilizables que el Apra exhibió desde 1930 para caer en el nadir insuperable que acaba de obtener un castigo histórico y ridículo en votación.
¿Qué hacen las bases apristas que aún quedan sumidas en el recuerdo y en la añoranza irrepetible que sus senadores y diputados, alcaldes y presidentes regionales, se encargaron de pulverizar desde fines de los años 80? Lamentar y echar la culpa al resto de su propia mediocridad sólo se inscribe como parte del ceremonial velatorio y terminal.
La pregunta es directa: ¿van los apristas a acompañar la pompas fúnebres o en acto heroico rescatarán de las ruinas a su otrora gran movimiento político?
La vigencia de la lucha antimperialista, hoy mutada en mil y un nombres nuevos, todos explotadores y engañosos; la presencia necesaria de un gran frente de trabajadores manuales e intelectuales; la construcción de un país solidario, con justicia de pan con libertad, persisten en ser banderas irrenunciables.
Hay nuevas fuerzas episódicas que se alzaron con el triunfo parlamentario y para un Congreso que requerirá de gran inteligencia, coordinación y fuerza de voluntad para no cejar ante las arremetidas de los mandones de siempre que no quieren que nada cambie para conservar sus ganancias hechas sobre la base de la explotación del trabajador y en torno a dineros que no se reparten con equidad entre la masa laboral.
Perú requiere de una programática nueva con base en los principios de Salud Mental (y hay trabajos valiosos en esa forja) y con asiento en el alma popular y profunda de pueblos dignos que tienen que aprender a quererse como tales y como protagonistas de su epopeya popular altiva y digna.
El alanismo como cáncer terminal de la política peruana fue cancelado por la voluntad integérrima del pueblo que no votó por los impresentables que figuraron como “opciones”. No lo fueron ayer, ni hoy y tampoco lo serán nunca.
27.01.2020
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