Herbert Mujica Rojas
¿Cuál el escenario perfecto para que las empresas financieras y sus operadores, los grupos de poder heterogéneos y siempre angurrientos de más recursos, los capituleros salmodiadores de la inversión indiscriminada y sin frenos, sigan haciendo lo que les venga en gana en el Perú?
¡Muy simple! Un país dividido en mil y un aristas “políticas”, pleno en “líderes” miopes y localistas, de pobrísimo nivel intelectual y nulos políticamente hablando y huérfanos de una visión país con miras a una geopolítica agresiva y en defensa de nuestra rica biodiversidad y amplio territorio, mar de Grau y cielos de Quiñones, es el escenario ideal.
La complicidad amable del Jurado Nacional de Elecciones que reconoce a quienes no levantan sus mismas observaciones y que por tanto carecen de legitimidad, la ductilidad en la admisión de más de 20 listas “partidarias” y su “cooperación” por la democracia electorera, representan un acápite que nadie —o muy pocos— analizan con la severidad vigilante que debieran.
Esa misma dispersión alocada de candidaturas a troche y moche, sólo garantiza que los dos primeros pasen a segunda vuelta. ¡Aunque el primero apenas si supere el 10% y el segundo, lo propio. ¿Y qué hay de la cifra repartidora para el Congreso? Nos quejamos de la atomización del Parlamento pero vamos por el mismo derrotero, colocando la alfombra para que los que cortan el jamón en Perú ¡hagan lo que siempre hacen: abusar de sus privilegios y puestos de poder, real o delegado!
Las agrupaciones electoreras no tomaron en serio la eliminación del voto preferencial que aniquila los temas aprobados de paridad y género. De un plumazo el asunto quedó en nada porque más puede la ambición aseguradora de fines de mes, protocolos frívolos (que los llamen doctores), choferes adláteres y ejércitos de asesores y pelotones de secretarias. ¿Y el país?
El voto preferencial se hizo en 1978 contra Víctor Raúl Haya de la Torre, pero él sacó más de 1 millón de votos. A posteriori se convirtió esa modalidad en una caja chica para las cúpulas que subastan los puestos al mejor postor.
¿Cuántos van a ir a votar o lo harán electrónicamente en módulos cuya eficacia hasta hoy se desconoce o que puede ser fácilmente manipulable? ¿Quién garantiza dicha limpieza, los novísimos dirigentes de ONPE que tienen tras de sí historiales discutibles? ¿Se manifiestan a fondo los clubes electorales? ¡Por supuesto que NO dicen nada!
Con pandemia y situación catastrófica el país contempló cómo las empresas poderosas se engulleron el plan Reactiva, consiguieron fondos a un porcentaje pequeño y prestan a terceros o cuartos al interés de mercado. Dígase de paso que los intereses bancarios, tasas y exacciones son los más altos del mundo entero.
Ha poco una banda de payasos pretendió coronar una vacancia estrambótica: 65 la aprobaron y votaron en contra 78. En un país en que llueve hacia arriba ¡ya nada sorprende! Y que persistan algunos echados del Congreso anterior “denunciando el golpe de Estado” no puede sino llamar a piedad y conmiseración con estos gnomos mentales.
Esta mazamorra electoral sólo conduce a un caos previsible en que el sistema persiste poderoso e insolente y la voluntad de fraude se patentiza en los flecos políticos que presenta la civilidad carente de emisarios con poder moral y presencia ante la sociedad civil.
¿Qué dicen los miedos de comunicación? Poco o casi nada. Hasta ahora pasan por alto la profundidad de los temas y sólo circulan y recirculan entre emisores resobados que cuentan lo mismo de canal en canal, de radio en radio y de miedo escrito aquí o acullá. Nunca estuvo el periodismo peruano tan cerca de la hecatombe por su falta de creación e ingenio.
Esta voluntad de fraude se muestra inexorable. Que los que no quieran ver, no vean, pero no pretendan hacernos comulgar con aspas de molino y ¡encima! ser sufridores de un país de juguete por obra y encanto de sus mediocres fautores.
02.10.2020
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