Alan Fairlie Reinoso
La crisis nos golpeó muy duro en lo sanitario, económico y político. Luego de meses tumultuosos se llegó al gobierno de transición actual, que está recibiendo un desembalse de críticas y demandas acumuladas. En su mensaje al Congreso, el presidente identificó bien las prioridades, y había conciencia de lo transitorio de la función del gobierno que lidera. Pero, las cosas se le están complicando.
Primero con el manejo del tema policial, que trae como telón de fondo otros temas: corrupción, estrategias represivas, políticas de seguridad y orden interno. Ni reforma policial, ni menos de las Fuerzas Armadas, es conveniente intentar en esta coyuntura. Pero, parece quiere intentarlo, no se sabe bien con que agenda.
No hay compras de vacunas, y heredó una situación peor de la que imaginaban, con un rebrote ad portas por razones domésticas e importadas. Los recursos, protocolos y estrategias en salud demoran, y tenemos un margen muy estrecho de actuación ante una agudización de la situación.
Pero, el gobierno se está jugando por reactivar actividades económicas no prioritarias, por la presión de los sectores afectados, y dada la decisión implícita de no dar nuevos bonos. Que funcione el mercado y reactive ingresos y demanda, mayor inversión pública y un ruego a los “animal spirits” de la inversión privada. Quieren un gran rebote de la actividad económica el próximo año, al mismo tiempo que se cuadran las finanzas públicas. Difícil ecuación que están tratando de resolver con creciente endeudamiento externo. Pero, ningún apoyo ad hoc para el sector informal o las micro-empresas. Y, los recursos a la agricultura familiar siguen demorando.
La ortodoxia del gobierno se va mostrando cada vez más. Observación de leyes laborales en el caso de los CAS, no atención de los jubilados (en realidad negación del bono universal), apoyo a la agricultura exportadora, concesiones cuestionables en 50 km de frontera. Represión ante el reclamo de derechos laborales y estándares ambientales. Esa música es conocida.
Actores y elecciones
Mientras el gobierno atiende los reclamos de la gran empresa, esta insiste en su inflexibilidad y pedido de represión. No les interesan las consecuencias, o no se dan cuenta que ellos mismos pueden perder mucho. Sus voceros políticos desesperados por las movilizaciones ciudadanas, y que el Gobierno o el Congreso atiendan parcialmente esas demandas. Populismo claman, inseguridad, anarquía, pongan orden. La paz de los cementerios, no es la respuesta.
El gobierno de transición hereda una mochila pesada, mayor a la que suponía. Está haciendo lo que puede, pero cometiendo errores importantes, además del tema policial mencionado. Las concesiones a empresas transnacionales en frontera, ponen en riesgo la seguridad nacional y se ha denunciado por lo menos conflictos de interés con algún ministro. El alineamiento cada vez más militante con la agenda empresarial, en vez de tratar de ser “arbitro” y plantear salidas inmediatas y puntos de agenda que resuelva el nuevo gobierno. Intentar afectar a la Fuerza Armada con una apresurada reforma de funciones, no es algo conveniente.
Permitir una injerencia externa en el proceso electoral y la supervisión de políticas que el estado impulsa, nos parece inaceptable. No solo por organismos multilaterales cuestionados, sino por ONGs que no deberían intervenir en políticas soberanas. Otra cosa esinvitarlos en vísperas de elecciones como observadores. Pero, no el manoseo de nuestros asuntos internos por intereses foráneos.
Algunos partidos hacen mutis, otros se suben al coche, varios piden represión. Sus voceros resaltan las supuestas bondades del modelo, que incluso habría mejorado la distribución del ingreso. No hay nada que cambiar, no hay nada que discutir. Terrible ceguera. En vez de abrir cauces institucionales para cambios y reformas, unificar posiciones para enfrentar la emergencia y la “nueva ola” de contagios, mirar y seguir el ejemplo de los vecinos que les sirven de paradigma; se insiste con más de lo mismo. Poderes fácticos y sus voceros no han aprendido la lección.
Los efectos de la pandemia y las políticas inadecuadas o insuficientes, han polarizado al país. A las pérdidas históricas de empleos e ingresos, se suman el agravamiento de la pobreza, la imposibilidad o limitación de acceso a salud y educación. Esto hace más dramáticas las legítimas protestas de los trabajadores del campo y la ciudad, no son agitadores externos, o terroristas, sino el hambre y la necesidad. Eso no se resuelve con represión, sino atendiendo el origen de los problemas. Pero, si hay un alineamiento del Ejecutivo y el Congreso con los intereses empresariales, esto no será posible.
No hay propuestas de los partidos, algunos ni siquiera pueden completar su inscripción de candidatos al Congreso. Listas improvisadas y los jales cual mercado persa de los vientres de alquiler, parecen más bien alianzas oportunistas para alcanzar curules o el poder, pero no propuestas orgánicas, programáticas que el país requiere. Cada cual hace lo que quiere en el Congreso, cambian de posición según convenga.
Propuestas interesantes y prospectos de partidos políticos, hacen alianzas raras para entrar al Congreso aunque pueda liquidar su propia inscripción futura. Jóvenes en los diferentes partidos, sin la fuerza para liderar los procesos que los llevan los “viejos dinosaurios” o los dueños de la inscripción.
Jóvenes contestatarios que saltan a otras tiendas políticas sin mayor rubor o explicación, otros que no se han inscrito y quieren fundar un partido, permiten lo que dijeron no iban a realizar, que sus militantes postulen en otros partidos. Así, la generación del Bicentenario, presente en las calles, está ausente como actor político en las elecciones.
En vez de formarse coaliciones que presenten tres o cuatro propuestas serias al país, hay una atomización y fragmentación que es la sumatoria de apetitos individuales o pequeñas capillas, no convergentes. Y, lo más grave, existe un divorcio con los movimientos sociales en auge, con las necesidades de las mayorías excluidas del modelo o los más vulnerables y desposeídos del campo y la ciudad.
Si no se crean los mecanismos institucionales para una salida ordenada, el Bicentenario será un polvorín. Tenemos que hacer lo posible por revertir esas tendencias, desde donde estemos o podamos. Se necesita priorizar ciencia, tecnología, diversificación productiva, nueva inserción en la economía mundial, políticas redistributivas; y un pacto fiscal y nuevo contrato social que lo hagan posible.