En medio del crecimiento récord de contagiados diarios desde el inicio de la pandemia, el Perú se asoma al día de las elecciones generales nacionales 2021-2026. A tan solo dos semanas de la votación programada para el 11 de abril, a diferencia de anteriores procesos electorales, el número de indecisos es enorme, aunque tiende a disminuir.
En un escenario atípico, con demasiados aspirantes al cargo presidencial pese al gran desgaste y desprestigio de la política, los electores empiezan con retraso a definir su voto. Es de esperarse que el nivel muy alto de indecisos, más que de costumbre, disminuya. La volatilidad de las preferencias electorales será, como es de esperarse, cada día menor, a medida que los peruanos y peruanas empecemos a echar ojo a las listas de candidatos y candidatas al Congreso de la República por las regiones. Lo que no va a ocurrir es que algo similar suceda con el nivel bastante alto de fragmentación del voto, pues ningún candidato o candidata se asoma al 15% de las preferencias.
Ante este panorama algunas organizaciones y ciudadanos a título personal, han empezado a proponer desde las redes el retiro de candidatos sin opción para así brindar un apoyo real o tácito a postulantes con mayores posibilidades, que levanten propuestas afines a las de los descartados por la gran mayoría ciudadana. Así, se estaría reconfigurando la posibilidad de llegar al día del escrutinio de votos, y no a las encuestas como ocurre ahora, en medio de una fuerte competencia entre tres o cuatro aspirantes presidenciales a la segunda vuelta electoral.
Un escenario tan fragmentado entra de lleno en lo imprevisible, pues son principales lugares demasiado reducidos como para sostenerse automáticamente, y los demás están fuertemente prorrateados. La reducción de la incertidumbre y la mayor definición de preferencias congresales van de la mano con el aumento de la perplejidad de lo que pueda ocurrir en un escenario en el que el fraccionamiento del voto congresal ha de ser seguramente muy grande, como lo señalan diversos analistas políticos.
Claramente estamos en un escenario en el que la respuesta psicológica no racional de los individuos tendrá mucho peso. No es una elección muy ideológica, sino emocional, pese a la claridad con la que varios candidatos han zanjado sus posiciones. La cuestión ideológica es menor y creemos que la emotividad y el ser televisivo o carismático tienen un peso oculto importante. La aparición creciente de las opiniones y simpatías de los votantes más numerosos, los jóvenes, empezará probablemente a sentirse en los próximos días. Su relación y práctica habitual de expresarse en las redes será previsiblemente similar a la ocurrida en diciembre, con el rechazo a la presidencia de Merino.
En este caso, consecuentemente, podemos esperar que gran parte de estos votos se expresen a favor de los candidatos más jóvenes y dejen de lado a los mayores y políticos o personajes tradicionales que sientan que no los representan. No olvidemos que se trata de un proceso electoral atípico y, por tanto, no debiéramos sorprendernos ante una corrida de estas características que termine favoreciendo las candidaturas de Verónika Mendoza y George Forsyth.
desco Opina / 26 de marzo de 2021