El Presidente Castillo, ya instalado en el gobierno y con el poder bajo el brazo, no ha dejado de sorprendernos. Su discurso inaugural relativamente exitoso reivindicó a los grupos históricamente discriminados y excluidos de las decisiones de poder —pueblos originarios, ciudadanos afroperuanos y descendientes de migrantes— así como a las minorías desposeídas del campo y la ciudad, afirmando que esa historia, tanto tiempo silenciada, era también la suya. La reivindicación de la diversidad en la identidad nacional estuvo acompañada por varios anuncios económicos que estaban dentro de lo esperable en el marco de las medidas que prometiera en la segunda vuelta y que buscaron ser tranquilizadoras para la inversión privada y la seguridad de la propiedad.
El parteaguas esperado fue la convocatoria a una Asamblea Constituyente que pasaría por los canales constitucionalmente establecidos. Esto quiere decir, que deberá ser aprobada por la mayoría del Congreso (66 votos), en dos legislaturas ordinarias consecutivas y por un referéndum. Dada la composición de aquél, es difícil que la propuesta llegue a buen puerto por esa vía y el mandatario no lo ignora; el discurso, en consecuencia, aunque mantuvo la baza más fuerte de su campaña, no subió las aguas y «disimuló» las dificultades que a esas alturas tenía el Ejecutivo para componer su equipo ministerial y dio la impresión de un mandatario interesado en ampliar su legitimidad.
La designación del Gabinete y del Primer Ministro evidenció, por si hiciera falta, que se trata de un gobierno con un claro carácter plebeyo y una voluntad desordenada de cambio y reforma, con distintas voces a su interior y lejos aún de una visión y una estrategia compartidas claramente. El Gabinete expresa ese carácter plebeyo e inevitablemente tumultuoso —70.6% de sus integrantes nacieron en el interior del país y la mayoría estudió en universidades nacionales— lo que es positivo; lo problemático son las historias y trayectorias personales de varios de ellos y la eventual falta de capacidad y experiencia de otros. Más aún, en un marco donde la improvisación siguió evidenciándose en la designación de distintos funcionarios públicos alejados de los perfiles y capacidades mínimas requeridas, facilitando el trabajo de una oposición encrespada en medio de una polarización que continúa y que sectores del gobierno parecen interesados en mantener, si no ahondar.
En este proceso, el Ejecutivo viene perdiendo parte del capital político que empezaba a construir. Se le alejó el respaldo que sectores del centro político parecían dispuestos a darle en el Congreso; distintos opinólogos y analistas que enfrentaron los intentos por impedir la proclamación de Castillo en nombre de un supuesto fraude y denunciaron la intención golpista de sectores de la derecha más extrema, ahora critican acremente las primeras decisiones del gobierno y algunos especulan ya sobre el camino a la vacancia. Incluso algunas organizaciones sociales —sectores de ronderos y maestros, por ejemplo— expresan su desacuerdo con algunas de las medidas que se van adoptando.
Para hacer las cosas más difíciles, aunque los precios de los minerales han subido, lo que permitiría mayores ingresos fiscales que podrían alcanzar el 2% del PBI, financiando, por ejemplo, el bono ofrecido por el Presidente, también han subido los precios de lo que importamos —maíz, soya, trigo, combustibles y el balón de GLP— además del dólar, que amplifica dichas alzas que afectan severamente la economía de la gente, aumentando sus malestares y la incertidumbre. Esto impone una coordinación estrecha con la política monetaria del BCR y su rol frente a la volatilidad del dólar y las tasas de interés.
En el Congreso de la República, por su parte, Perú Libre sufrió una nueva derrota con la definición del cuadro de comisiones, totalmente dominado por la oposición. Que sectores de ésta –Renovación Popular– estén viviendo ya el clásico transfuguismo parlamentario, no hará que la derecha extrema detenga sus andadas golpistas y sus marchas, en esta ocasión con la vacancia como centro, mientras la mayoría del Congreso se apresta a iniciar un ciclo de interpelaciones ministeriales, facilitadas en más de un caso por los propios involucrados.
En este contexto, se equivocan el mandatario y Perú Libre si no entienden que su triunfo obedece a la esperanza de parte importante de su electorado en tener a un Presidente que sea como ellos y que gobierne en consecuencia. Sin desconocer las cualidades del mandatario e incluso el papel de Perú Libre, las expectativas generadas se explican antes por la identidad que por el liderazgo o la ideología. Se equivocan si no entienden que la gente quiere que el gobierno convierta en políticas los compromisos asumidos por el mandatario antes que se prolonguen las tensiones vividas desde el 6 de junio.
desco Opina / 13 de agosto de 2021