Han transcurrido unos días de la renuncia de Avelino Guillén al cargo de Ministro del Interior por la falta de respaldo político del presidente Castillo en su malestar con el comandante general de la Policía, Javier Gallardo, señalado de guardar relación con una supuesta mafia corrupta que desnaturalizaba y entorpecía las acciones que el exministro creía necesarias. Se esperaba entonces que el Presidente resolviera estos entredichos y respaldara a Guillén; su lenta y desconfiada manera de tomar decisiones, puso en el escenario una nueva crisis. A esta primera renuncia siguió la declinación de Mirtha Vásquez, quien como ella expresó, se había llegado a un punto que no permitía prolongar su compromiso con el mandatario optando por su renuncia al premierato.
Con la caída del gabinete se inició un nuevo ciclo de crisis política y con ella la salida de varios ministros y ministras de importantes carteras. Las salidas de Pedro Francke, Anahí Durand, Víctor Maita, Gisela Ortiz y otros, suponen un peligroso giro que muchos ya denominan traición y muestran una inclinación hacia la centroderecha y el triunfo del entorno inmediato del mandatario en Palacio que, como parte de la misma crisis, empujó la salida del Secretario de Palacio. Las declaraciones posteriores de la expremier y de Carlos Jaico, evidenciaron la existencia de un grupo de poder oscuro con importante influencia y participación en las decisiones del mandatario.
Esto se ha expresado, una vez más, en las designaciones de personajes tan cuestionables en el nuevo gabinete como las de Héctor Valer, Presidente del Consejo de Ministros, exmilitante de Renovación Popular que en su momento llamaba a no votar por el comunismo y quien acumula distintas denuncias por agresión y violencia doméstica familiar; Alejandro Salas, ministro de Cultura, excandidato congresal por Somos Perú que hasta no hace mucho no dudaba en terruquear al gobierno de Castillo, además de tener frecuentes expresiones claramente racistas y discriminatorias; Katy Ugarte, ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, militante de Perú Libre, que en varias oportunidades ha dado a conocer su sesgada perspectiva sobre el enfoque de género y ha sido firmante del proyecto contra las vacunas de la congresista Margot Palacios de Perú Libre.
Este viraje inesperado pone en riesgo no sólo los avances en políticas reivindicativas que buscaban garantizar derechos de los sectores más vulnerables; también configura el camino hacia la renuncia al programa de cambio y transformación que se prometió en campaña y la adopción de una postura neoliberal. No podemos retroceder en los avances logrados y no podemos concebir como política y democráticamente correcto tener al frente del gobierno a autoridades cuestionadas por atentar contra los derechos de poblaciones vulnerables cuando, por ejemplo, en enero de 2022 se han registrado doce feminicidios en todo el país, siendo Lima Metropolitana una de las regiones con cifras más alarmantes reportando en diciembre 2021, el mayor número de mujeres desaparecidas. O poner en duda la legitimidad de las poblaciones indígenas e intentar criminalizarlas.
No cabe duda de que el presidente Castillo no ha sabido manejar sus debilidades políticas y respaldarse en un equipo con capacidad y experiencia que lo ayude a empujar el proyecto que prometió en campaña, un equipo con virtudes políticas y capacidades técnicas, que más allá de buscar réditos personales se preocupe por materializar, de una buena vez, ese tan ansiado bien común, cerrando filas frente a posturas antidemocráticas, sectarias y reaccionarias.
La actual crisis política es un parteaguas con la «alianza» que había mantenido el presidente Castillo con sectores de la izquierda, sectores que han empezado a sentar posición en contra de las decisiones tomadas, exigiendo la renuncia del actual gabinete. Esta crisis expresa lamentablemente un acercamiento del mandatario con sectores abiertamente antidemocráticos, racistas y misóginos, constituyendo un punto de inflexión quizá irremediable. Toca pues, desde los sectores progresistas, democráticos y proderechos, exigirle al Presidente que encamine al gobierno hacia una salida retomando el rumbo del cambio por el que poco más del 50% de la población apostó.
¿Qué podemos esperar en los próximos días y semanas? La renuncia del gabinete Valer y un mea culpa realmente sentido por parte de aquellos grupos y actores políticos que vienen avalando una alianza con sectores precarios de la política, no importa si de izquierda o derecha, voces infantilistas que no dudan en valerse del terruqueo y denunciar al «caviarismo» cuando buscan denigrar al oponente. Las y los peruanos necesitamos acciones firmes, que pongan por delante al ciudadano(a), con el único fin de garantizar nuestros derechos y una vida digna y más justa.
desco Opina – Regional / 4 de febrero del 2022