Toros: mano negra en la Iglesia
Escondieron bula varios siglos, la depravación sobrevive hoy, 440 años después
En 1567, San Pío V decretó la prohibición de las corridas de toros con la bula De Salutis Gregis Dominici, ocultada por una mano negra que viaja por el tiempo triunfante 440 años, pues los obispos y autoridades eclesiásticas de hoy prefieren guardar silencio cuando se trata de los toros, aún en el Perú, donde se usa el nombre del Señor de los Milagros para lucrar con ese acto sanguinario.
En 1567, San Pío V decretó la prohibición de las corridas de toros con la bula De Salutis Gregis Dominici, ocultada por una mano negra que viaja por el tiempo triunfante 440 años, pues los obispos y autoridades eclesiásticas de hoy prefieren guardar silencio cuando se trata de los toros, aún en el Perú, donde se usa el nombre del Señor de los Milagros para lucrar con ese acto sanguinario.
Desde el cardenal Cipriani hasta muchos párrocos rehúsan pronunciarse contra las corridas de toros, desobedeciendo la bula pontificia de aplicación perpetua, no hay excusa para no enseñar al pueblo lo impío y cruel que es este espectáculo, y que constituye pecado grave o mortal, tanto de parte de los actores como de las autoridades que lo consienten, sea cual fuese su rango:
Luis Castañeda Lossio, Alcalde de Lima
Alan García, Presidente de la República
El Congreso, que viendo la incapacidad de los dos anteriores para eliminar un espectáculo primitivo, no dicta una norma de prohibición
El Arzobispo de Lima, en lugar de decir públicamente a García y Castañeda Lossio que están cometiendo pecado grave, es cómplice del sacrilegio que éstos cometen al comulgar en pecado grave, pues mientras no prohíban las corridas están en pecado mortal, son pecadores públicos.1
Clero silente en maldición eterna
Dice la bula: “A todos nuestros hermanos patriarcas, primados, arzobispos y obispos y a otros ordinarios locales en virtud de santa obediencia, apelando al juicio divino y a la amenaza de la maldición eterna, que hagan publicar suficientemente nuestro escrito en las ciudades y diócesis propias y cuiden de que se cumplan, incluso bajo penas y censuras eclesiásticas, lo que arriba hemos ordenado.”
¿Cuántos patriarcas, primados, arzobispos, obispos y ordinarios estarán malditos eternamente? ¿Qué mano diabólica impidió la difusión de esta bula, para que nuestro país cargue con este espantoso hedor por siglos consecutivos? Tenemos pues un arzobispo maldito.
Otros extractos de la bula
considerando que esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública no tienen nada que ver con la piedad y caridad cristiana, y queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres sino del demonio.
prohibimos terminantemente por esta nuestra Constitución, que estará vigente perpetuamente, bajo pena de excomunión y de anatema en que se incurrirá por el hecho mismo (ipso facto), que todos y cada uno de los príncipes cristianos, cualquiera que sea la dignidad de que estén revestidos, sea eclesiástica o civil, incluso imperial o real o de cualquier otra clase, cualquiera que sea el nombre con el que se los designe o cualquiera que sea su comunidad o estado, permitan la celebración de esos espectáculos en que se corren toros y otras fieras es sus provincias, ciudades, territorios, plazas fuertes, y lugares donde se lleven a cabo.
Según la bula, de aplicación perpetua, todas las autoridades que permiten están en pecado mortal, aunque la excomunión no opere hoy debido a los cambios en el derecho canónico.
Utilizan el nombre del Señor de los Milagros
La bula prosigue: “Dejamos sin efecto y anulamos, y decretamos y declaramos que se consideren perpetuamente revocadas, nulas e irritas todas las obligaciones, juramentos y votos que hasta ahora se hayan hecho o vayan a hacerse en adelante, lo cual queda prohibido, por cualquier persona, colectividad o colegio, sobre tales corridas de toros, aunque sean, como ellos erróneamente piensan, en honor de los santos o de alguna solemnidad y festividad de la Iglesia, que deben celebrarse y venerarse con alabanzas divinas, alegría espiritual y obras piadosas, y no con diversiones de esa clase." Pero ni siquiera esto es capaz de enseñar.
Continúa la matanza
Periódicamente se dan cita desde políticos, laureados literatos, hombres y mujeres que piensan ser la cúspide social, hasta personas de escasos recursos, que se someten a privaciones para poder ahorrar y asistir a este espectáculo.
El centro de atención son un estúpido que se cree valiente y una pobre bestia debilitada por torturas previas: antes de soltarlo, le clavan el arpón de acero, así el animal sale asustado y furioso por la herida. Después, los puyazos le provocan heridas de hasta 14 cm de profundidad, que producen espantosos dolores. Algunos picadores retuercen la pica para aumentar el daño en los tejidos internos del animal, incluyendo el pulmón. La sangre salta del lomo, que recibe de 3 a 4 puyazos.
Le clavan también de 4 a 6 banderillas que acaban en afilados arpones metálicos de unos 5 cm, aún más largos que las banderillas negras. Con el movimiento del toro la carne es desgarrada. Este dolor, sumado al anterior, afecta también los músculos del cuello y el toro no puede siquiera aguantar la cabeza. Cuando el torero va a matar, intenta clavar una espada de casi 1 m cerca de las vértebras, apuntando al corazón o algún vaso sanguíneo importante, normalmente en más de un intento, y el toro es herido en los pulmones, por lo que gime lastimosamente, vomitando y tragando su sangre, inclusive pierde orina.
Esta depravada carnicería termina con la puntilla, incisión dirigida a la médula espinal, para seccionarla. Pocas veces se consigue la escisión, y la médula, dañada provoca parálisis pero el toro permanece vivo y consciente. En este estado lo arrastran, circunstancia en que algunas veces los toros se han levantado.
Durante todo este tiempo, la desenfrenada y salvaje turba suelta gritos delirantes de satisfacción y admiración por el estúpido, que alardea ante un animal ya casi exangüe.
Resulta paradójico que cuando llegó a Lima la Inquisición, era Papa el dominico San Pío V, precisamente autor de la bula De Salutis Gregis Dominici. Pero los inquisidores, lejos de obedecer al pontífice, obedecían al emperador español.
Los siglos pasan, pero la mano negra continúa, pese a que ahora se han multiplicado los medios de comunicación. ¿Por qué no habla el cardenal Cipriani contra las corridas en su homilía, para que sea escuchada por las masas? Más valen las amistades con el gobernante de turno que el cumplimiento de su deber predicador. Si tuviésemos un arzobispo piadoso, enseñaría que los animales son nuestros compañeros en la creación, enseñaría que San Francisco llamó hermanos a los animales… pero nuestro cardenal prefiere enseñar otras cosas, como el fujimorismo.
La perversión que implica este espectáculo, tanto de parte de espectadores como de productores, es mucho más grave —desde el medioevo español hasta el siglo XX— que durante el imperio romano, porque se trataba de pueblos paganos. Ahora no sólo están por medio las enseñanzas de piedad cristiana, sino el avance de las ciencias biológicas y movimientos de defensa de los animales, que explican y demuestran el intenso sufrimiento ocasionado a estos animales, infligido por pura crueldad.
¿Cultura?
Según la UNESCO, “la tauromaquia constituye el desafío mayor a la moral, la educación, la ciencia y la cultura. La CULTURA es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura”.
1 Ver: Alan García y Arzobispo perpetran sacrilegio en Fiestas Patrias