Herbert Mujica Rojas
Si uno leyera en estos días, las filudas admoniciones que lanzó Manuel González Prada, sin saber su nombre, podría pensar que está hablando con gran acierto y en presente, porque el tiempo se ha congelado en Perú.
Recordemos a don Manuel:
“Entonces ¿de qué nos sirven los Congresos? ¿Por qué, en lugar de discutir la disminución o el aumento de las dietas, no ponen en tela de juicio la necesidad y conveniencia de suprimirse? ¡Qué han de hacerlo! Senadurías y diputaciones dejan de ser cargos temporales y van concluyendo por constituir prebendas inamovibles, feudos hereditarios, bienes propios de ciertas familias, en determinadas circunscripciones.
Hay hombres que, habiendo ejercido por treinta o cuarenta años las funciones de representante, legan a sus hijos o nietos la senaduría o la diputación. No han encontrado la manera de llevarse las curules al otro mundo. Haciendo el solo papel de amenes o turiferarios del Gobierno, los honorables resultan carísimos, tanto por los emolumentos de ley y las propinas extras, como por los favores y canonjías que merodean para sus ahijados, sus electores y sus parientes.
Comadrejas de bolsas insondables, llevan consigo a toda su larga parentela de hambrones y desarrapados. En cada miembro del Poder Legislativo hay un enorme parásito con su innumerable colonia de subparásitos, una especie de animal colectivo y omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación.” Nuestros legisladores 23-11-2005 http://senaldealerta.pe/pol%C3%ADtica/nuestros-legisladores
Pergeñando una explicación, escribí en Superemos a González Prada el 7-11-2008:
“¿Existen los partidos políticos? Son clubes electorales. Usinas que proporcionan técnicos o panzones funcionales al Estado, pero en modo alguno, alfiles de la revolución constructiva de que hablaba hace más de 50 años Manuel Seoane y que empezó tempranamente una prédica hoy olvidada por quienes se reclaman sus alumnos.
Hay una diferencia enorme entre las tribus caníbales que abundan en la cosa pública, esperpentos fagocitadores y cancerosos de cualquier esfuerzo y las fraternidades calurosas que construyen naciones al amparo de los fueros de la decencia, dignidad y solemne virtud para forjar un país.
No son lo mismo tropas de capituleros angurrientos que combatientes de insobornable decisión y ansias de victoria. ¿Hay que refundarlos? Pero ¡si no existen! Verbi gracia: hay que crearlos superando a González Prada que admonizaba que no era bueno “tomar a lo serio cosas del Perú”.
Fundamental resulta advertir que la opinión libre no puede hallar ataduras ni cortapisas. El que dogmatice camina hacia la entelequia. El que crea que sus verdades son apodícticas, transita hacia la naturaleza muerta. Y las naturalezas yertas no crean ni edifican, sólo apestan y envilecen.
Por desgracia en Perú sólo hay la lectura de infortunios y desgracias. Pero es hora de trocar la sentencia atroz en que discurría don Manuel para convertirla en acicate, espoleo, látigo y furia hecha creación genuina, heroica y revolucionaria que constituya el baluarte de la reconstrucción nacional. No es pigmeo el reto. Sin embargo, tampoco debemos desdeñar la posibilidad de volvernos gigantes como lo fueron los incas y los preíncas. ¿No es aquello posible?” https://bit.ly/2MYuV1m
¿No vemos hoy a unos paniaguados que NO quieren irse a su casa y dejar la curul que inmerecidamente ocupan? La monserga que fueron elegidos por 5 años no resiste la repulsa popular que les otorga porcentaje de un dígito de aprobación.
No es poca cosa el contubernio con el Ejecutivo de la presidente Boluarte, hoy en Europa, haciendo visitas intrascendentes pero costosísimas para el contribuyente. ¿Se auditará por resultados este viajecito de turismo?
Los peruanos contribuyen con sus impuestos, por tanto, otra forma de cautelar su dinero consiste en demandar, exigir, reclamar, la mayor eficiencia de sus empleados. La burocracia no puede darse el lujo de malgastar los recursos porque a eso se llama ¡latrocinio!
Urgente el entendimiento en las colectividades políticas que la unión hace la fuerza. Y que de no existir esa fortaleza, los improvisados e intrusos, continuarán haciendo lo que les da la gana. Lo peor de todo es que mantenidos —aquellos— por los impuestos que sufraga la ciudadanía.
El tiempo, ese juez implacable, se ha detenido en Perú cuando se trata de vicios, taras e imperfecciones. Se repiten, generación tras generación. En cambio sí avanza comprobando que el vivo, vive del tonto. Y el tonto ¡de su trabajo!
¡Qué duda cabe, en Perú el tiempo se ha detenido! Infortunio del que hay librar a nuestro pueblo.
15.10.2023
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